LA guerra hace estallar la anhelada calma de la vida para siempre. El natural de Bermeo Ramón Falsone Fernández-Olascoaga llevó a sus espaldas un momento triste superlativo. Tal y como narran dos de sus hijos nacidos en el exilio venezolano, un militar superior le ordenó fusilar a un amigo suyo y lo tuvo que hacer a pesar de su negativa. “Era un combatiente republicano que delató la ubicación de su batallón al bando franquista en su retirada a Francia. Considerado traidor, le mandaron a mi hermano fusilarlo”. Su exilio años más tarde en Caracas le aportó sosiego. Fue “un alivio” para él –aseguran sus hijos– tras haber luchado también contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial y tratar de progresar en Francia al tiempo que la Gestapo lo buscaba.

Falsone, hijo del abogado florentino Torello Falsone Boada, afincado en Bermeo, y de Damiana Fernández-Olascoaga –quizás natural de la localidad costera–, nació el 2 de septiembre de 1917. Afincado en Barcelona, no volvería nunca más a Euskadi. “Él se sentía vasco y lo era, como son los vascos, con sus grandes manos…, estima su hijo Ángel. Según un estudio de Janine Vigas y Fernando Maillet aportado por Iruña Urrutikoetxea –alumna de este docente–, Ramón fue el benjamín de seis hermanos y cursó sus estudios elementales en la ciudad condal. A los 14 años, según se desgrana en el libro biográfico Un maestro con cariño, tuvo su primer trabajo. Fue publicista en la Cinematografía Nacional Española, mientras en horario nocturno continuaba sus estudios en un liceo.

Al tiempo, disfrutaba con el deporte, hecho que jalonaría todo su futuro tras su terrible paso por las guerras. Practicaba pelota vasca, fútbol, alpinismo, ciclismo y gimnasia. Fue socio del Barcelona y Espanyol. Al darse origen la guerra tras un golpe de Estado militar fallido, el joven Falsone, de 19 años, no vacila en enrolarse como voluntario para defender la legítima República. Se incorporó a la columna de infantería Macía Companys que le llevará a combatir en Barbastro, Siétamo o Alcañiz.

A los dos meses, lo ascienden al grado de sargento y en enero de 1937 ingresó en la Escuela Popular de Guerra de Barcelona, donde llegó a teniente. Lo destinaron al castillo de Montjuic con el cargo de capitán. En febrero de 1939, pasó a Francia por Carole. Recluido en el campamento de Mazères, logró salir de él gracias a gestiones del Gobierno vasco en el exilio y fue enviado a Gurs, donde “se le designó comandante de un islote”, aseguran Vigas y Maillet.

Enviado a Dunkerke

Ramón Falsone, en un retrato

Ramón Falsone, en un retrato ARCHIVO FAMILIAR FALSONE

A la llegada de la Segunda Guerra Mundial, lo envían a luchar a Dunkerke para defender la ciudad sitiada por los alemanes nazis. Evacuado después hacia Montreuil-Bellay en Loira, realiza numerosos trabajos de construcción de puentes ferrocarriles, canales… El avance de las tropas alemanas lo obligó a retroceder hacia el sur y fue internado de nuevo en Argelès-sur-Mer. En 1941 fue enviado a Vernet-les-Bains en los Pirineos orientales para socorrer a los damnificados por las graves inundaciones provocadas por el deshielo del río Canigou. En esta ciudad, conoció a Maria Redondo, hija de un general republicano. De su unión, nacieron nueve hijos, sin embargo, cuatro de ellos murieron a causa de la guerra en Vernet.

Mientras tanto, fue jefe de convoy para la organización TODD, lo que le llevó a Bretaña. Allí entró en contacto con la resistencia francesa contra la ocupación nazi. En ese lugar, además, le encargaron “la peligrosa misión de hacer entrega de cédulas de identidad a personalidades importantes detenidas, para facilitar su evasión”. De hecho, él mismo lo hace para reencontrarse con su familia en Vernet-les-Bains, de donde tuvo que huir al aparecer en una lista de las SS nazis, de la Gestapo.

Por ello, se refugió en Toulouse y trabajó en la base aérea de Blagnat. Allí retomó su apoyo a la Resistencia y lo destinaron a una operación en Portbou y Cerbère. A su regreso al hogar, implementó una red de captación cuyo fin era ayudar a personas a pasar a personas desde España a Francia. Fue, por lo tanto, mugalari durante un tiempo. Para salir adelante, se ganó la vida como agricultor, leñador, maestro de escuela, instructor de educación física y minero de fondo, “poniendo en peligro su salud durante diez años”, estiman sus hijos Ángel y Georges en declaraciones a DEIA.

Al exilio

Fue en 1957 cuando ya decidió buscar el exilio tras tanto compromiso político antifascista. “Se reunió con sus hermanos que ya se habían establecido en Caracas”, apuntan y lo logró gracias a su amistad con el cónsul de Venezuela en Marsella, Alberto Machado. “Nuestro padre no tenía las ideas definidas. Fue luego cuando se dio cuenta de que los ideales que estaba defendiendo eran los correctos a su juicio. Es decir, que no se equivocó al elegir el bando republicano”, analiza Georges desde la capital venezolana donde sus padres se hicieron socios del Centre Català. “No se apuntaron al centro vasco, porque estaba apartado, muy lejos de su piso”, apostillan.

Ramón Falsone dedicó su vida a la educación, a transmitir sus valores humanistas desde esa área en colegios de Caracas donde se le recuerda con cariño, como indica el libro publicado en 2007. “Debemos recordar que nuestro papá fue reconocido como héroe de guerra republicano durante el segundo mandato del presidente Felipe González”, recalcan y concluyen: “Destacaríamos de nuestro padre su valentía, su convencimiento en sus ideas políticas. La guerra fue algo terrible. Que cuando se veían en peligro los ideales de las libertades, él estaba a la orden”.

En colegios como Francia y Champagnat, es aun fallecido todo un referente deportivo y de valores. “Fue profesor, por ejemplo, de Reinaldo Quintero, hoy expresidente de la Cámara Petrolera de Venezuela, o de Thierry Plantegenest, exdirector de Renault en Francia y director de marketing de la marca en España”.

Ramón Falsone también participó en la construcción del Túnel de la Trinidad y de la Represa del Caroní. Con solo un año en Venezuela, con un hermano, fundó el “muy famoso” Gimnasio Battalino, el primero de su estilo en Caracas. Tras toda una vida como “profe”, conocido cariñosamente como El viejo, se retiró y murió en la recordada mañana del 24 de diciembre de 1988.