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George Alexander Dick 1837-1903: el viaje de un ingeniero alemán por Euskal Herria en el siglo XIX

George Alexander Dick 1837-1903: el viaje de un ingeniero alemán por Euskal Herria en el siglo XIX

Dick nació en 1837 en la alemana ciudad de Offenbach am Main, en el estado de Hesse. Miembro de una acomodada familia propietaria de una empresa de fabricación de carruajes (Hofwagenfabrik Dick&Kirschten) y vinculada a la política municipal –su padre llegó a ser alcalde de la localidad–, rápidamente encaminó sus estudios a la Ingeniería Química, formándose entre 1855 y 1859 en el Instituto de Wiesbaden y en la Universidad de Heidelberg.

Su afición por el dibujo provendrá también de esta época, pues las estampas más antiguas que conocemos son de 1853, cuando tenía 16 años. A día de hoy se han localizado siete cuadernos que incluyen ilustraciones de Alemania, Suiza, Francia, Países Bajos, Argentina, Cuba, Islas Vírgenes, además de las de Bizkaia y Gipuzkoa, y un solitario dibujo del entorno minero de Arnau (Asturias).

En 1859 Dick comenzó su vida laboral en la fábrica siderometalúrgica Henrichshütte (Hattingen) donde entró a trabajar como Responsable de Laboratorio, aprovechando su estancia para realizar numerosos dibujos de lugares cercanos (Blankenstein, Hattingen, Volmarstein…), paisajes bucólicos en los que no es raro que aparezcan elementos industriales e incluso preindustriales como primitivas carboneras y pequeñas forjas o herrerías. También elaboró dibujos técnicos de hornos y maquinaria acompañados de numerosas anotaciones.

Dibujo de la ribera de Barakaldo y Sestao que presenta la historia de esta zona.

Allí debió lograr experiencia y prestigio, lo que llevó a los Ybarra –una de las familias empresariales más dinámicas de Las Encartaciones y Bizkaia– a contactar con él. Originaria de Muskiz, esta familia se había lanzado a la carrera industrial a mediados del siglo XIX adquiriendo las instalaciones de la fábrica de La Merced de Guriezo (Cantabria) pero esta no satisfizo todas sus expectativas por lo que en 1854, junto a otros socios, decidieron adquirir unos terrenos en Barakaldo, a la orilla de La Ría, en una zona conocida como Desierto, por influencia del cercano convento de San José de la isla del Desierto, en Sestao (1719-1879).

Las obras se iniciaron en 1855, culminándose a principios de 1860, momento en el que la fábrica comenzó a producir. Se implementó el sistema productivo en boga, una combinación de hornos altos, hornos de afinado e instalaciones de laminado aunque sorprendentemente la Sociedad Ybarra Hermanos y compañía apostó por los hornos Chenot y no por los Bessemer. En 1871 se abandonaron los primeros, produciendo acero con hornos de pudelado hasta que, en 1886, entraron definitivamente en funcionamiento los famosos hornos Bessemer.

A pesar de los avances, el proceso de elaboración de hierro y acero todavía basaba parte de su éxito en la experiencia y habilidad de los técnicos de los hornos (pudeladores), lo que hacía que las calidades obtenidas no fuesen uniformes. Será en la resolución de este problema donde los Ybarra –al igual que se estaba haciendo en otras fábricas– decidieran contratar a un ingeniero químico, poniéndose en contacto con G.A. Dick, quien realizó dos viajes previos en 1860 y 1861 antes de integrarse definitivamente en la plantilla de la fábrica en 1862 como jefe de Laboratorio. Son poco los datos, no obstante, que recogemos de Dick en la documentación de la fábrica a pesar de que su papel debió ser bastante relevante.

En los dos viajes previos, Dick visitó la fábrica y diversos espacios industriales y mineros vascos: San Narciso (Irun), las minas de Arditurri (Oiartzun) y el complejo minero de Arnau (Asturias). En sus notas, además, hay referencias a zonas mineras como Somorrostro, Ollargan o Saminde (Zamundi, Barakaldo), y a otros lugares de la geografía vasca (Balmaseda, Amurrio, Vitoria…). En 1862 realizó el viaje definitivo desde Alemania, entrando ese año a trabajar en la fábrica.

Dibujo realizado desde el barrio de Berriz, en Deusto, que nos enseña un Bilbao preindustrial.

De todos estos viajes nos han quedado 29 estampas que nos muestran una Gipuzkoa y Bizkaia que cabalgan entre el mundo tradicional imperante hasta este momento y el naciente industrial que nos caracterizará durante décadas.

En Gipuzkoa dibuja los ámbitos urbanos de Tolosa y Hernani, aun circunscritos a sus actuales cascos viejos. También vemos una imagen de Pasaia con la iglesia de San Juan a un lado y la torre de San Pedro al otro; una escena urbana de la Alameda de Errenteria y lo que parece la antigua ferrería de Añarbe (Errenteria), ya desaparecida, además de los dos dibujos de los espacios de mineros de Arditurri (Oiartzun) y San Narciso (Irun).

Cuando llega a Bizkaia, Dick se centra en una Ría que todavía no ha cambiado. Los pueblos de la margen izquierda siguen siendo de Las Encartaciones, los de la derecha de la Merindad de Uribe y el Bilbao actual se mantiene parcelado entre las anteiglesias de Deusto, Begoña y Abando con una villa de Bilbao circunscrita a las Siete Calles y a Bilbao la Vieja. Barakaldo, por su parte, sigue en esa encrucijada donde parece haberse encontrado durante muchos siglos: encartado durante la Edad Media si seguimos a Lope García de Salazar, miembro en esa época de Dick de la Merindad de Uribe como lo era desde el siglo XIV y a punto de comenzar un proceso que le volverá a acercar social y culturalmente al mundo encartado, nadando en lo político y militar entre el Distrito de Bilbao y el Distrito de Las Encartaciones, como vemos en referencias a las guerras carlistas y otras posteriores.

Son dibujos extraordinarios e inéditos. Una toma tradicional del pequeño puerto de Santurtzi con el monte Serantes detrás nos muestra una costa en la que aún no se habían levantado los palacios de la burguesía que, décadas después, darían paso a las viviendas obreras. La iglesia y zona de La Canilla de Portugalete están dibujadas desde un lugar hoy desaparecido, la marisma y playa de Sestao, y el muelle de Portugalete que Dick muestra en otro dibujo se presenta aun sin el muelle de hierro que diseñaría Evaristo de Churruca en 1887.

Pero quizás son Sestao y Barakaldo los que más nos sorprenden. Del primero hay varias imágenes del desaparecido convento de San José de la Isla (1719-1879) del que tan pocas referencias gráficas hay, incluida la ladera donde se asentó la afamada huerta de los monjes. De Barakaldo nos aporta una imagen general de la fábrica de Nuestra Señora del Carmen y una excelente vista tomada desde Bagaza donde vemos la vega de Beurko, el convento de San José, el puente sobre el río Galindo, la fábrica del Carmen y el entorno de Larrea. Muy destacado es el dibujo de la ribera de Barakaldo y Sestao pues es un compendio de siglos de historia en el que se conjugan las torres de Lutxana (siglo XVI), la fábrica del Carmen (siglo XIX) y el convento de San José (siglo XVIII). Les acompañan dos barcos con velas y calderas de vapor, en una metáfora del periodo de transición en que se encontraba Bizkaia en ese momento.

El monte Serantes se alza en esta vista de Portugalete y Las Arenas.

No son estas las únicas imágenes. En la margen derecha, Dick dibuja la torre y el pórtico de la iglesia de Santa María de Getxo y, en otra imagen, muestra la aldea de Las Arenas reducida a unas pocas casas donde destaca el desaparecido molino de viento Esazerrota. Muy llamativa es la vista de la playa de Ereaga, el barrio de Algorta y Punta Galea con su castillo. Todos los acantilados se muestran aun vírgenes de construcciones. En un último dibujo resulta sorprendente ver Punta Begoña todavía resistiendo los embates de las olas, sin el paseo y el muelle de Arriluze que hoy la separan del mar.

Una toma general de las orillas de La Ría con la mar de fondo que dibuja desde la ermita de San Roque, en las laderas del Pagasarri, nos muestra una Ría aun poco urbanizada, igual que vemos en el dibujo realizado desde el barrio de Berriz, en Deusto, que nos enseña un Bilbao preindustrial todavía dividido entre las antiguas anteiglesias de Abando, Deusto y Begoña y la villa de Bilbao. Vemos los tejados del Palacio Quintana en el barrio de San Agustín, cuyo espacio ocupará años después el actual ayuntamiento, más adelante las casas de Sendeja, la iglesia de San Nicolás y la zona de Askao y seguido, las Siete Calles y el cuartel del príncipe Alfonso en San Francisco. Arriba, en el monte, la basílica de Begoña y, en el centro de Abando, la iglesia de San Vicente y el astillero de Ripa.

Completan este conjunto algunos dibujos de detalle: las casas que flanqueaban el camino a la iglesia de San Pedro de Deusto, las ruinas de un fuerte de las guerras carlistas –probablemente Arraiz– y la desaparecida isla de San Cristóbal en el barrio de Abusu-La Peña con el molino de El Pontón, convertido hoy en la Ikastola Abusu.

Todo esto, y probablemente más que aún no hemos descubierto, apareció en el desván de la casa que G. A. Dick poseyó en Londres.

En 1866, a causa de las guerras carlistas, Dick marchó a París a trabajar con su hermano Charles, dedicando gran parte de su tiempo a viajar por Europa y América, entremezclando trabajo y placer. Visitará zonas termales de marcado carácter turístico como Rigi o Taminaschlucht (Suiza), viajará a Argentina y recorrerá lugares de Brasil, Cuba, Islas Vírgenes y Estados Unidos.

En 1870, de nuevo a causa de una guerra, la franco-prusiana, los hermanos Dick emigrarán una vez más: Charles a Estados Unidos y George Alexander a Inglaterra. Centrados ambos en la investigación, cada uno creará su propia empresa, siendo la de Alexander la Phosphor Bronze Company Limited (1874-1882), cuya producción giraba en torno al bronce fosforoso. Tras vender la empresa y nacionalizado inglés, Dick se involucraría de nuevo en la investigación de aleaciones metálicas, dando como resultado el nacimiento de un nuevo metal, el Delta Metal, que obtenía utilizando un moderno método de extrusión y que permitía numerosos usos industriales. Dick patentaría su invento y abriría una nueva empresa, la Delta Metal Company, que le daría fama y riqueza hasta su fallecimiento en 1903. Curiosamente, no hemos localizado dibujos de su etapa en Inglaterra, lo que nos lleva a pensar que, al igual que ocurrirá con otros dibujos y documentos del mundo vasco, siguen “ocultos” en baúles y maletas a la espera de que alguien los descubra y nos devuelva parte de nuestra historia.

El autor: Javier Barrio Marro

Santurtzi. 17-XI-1973.

Director del Museo de Las Encartaciones. Ha realizado y dirigido numerosos proyectos de investigación en diferentes campos, casi siempre relacionados con Las Encartaciones y Bizkaia. Entre ellos, destacar inventarios y trabajos sobre arquitectura rural, pintura mural o el mundo preindustrial, entre otros. También ha trabajado el siglo XIX encartado así como la guerra civil y la posguerra poniendo el foco tanto en la documentación como en la memoria histórica a través de la recogida de testimonios. Igualmente ha tocado temas relacionados con la industrialización y con el mundo antropológico de Las Encartaciones. Ha publicado diferentes libros y artículos, y coordinado distintas publicaciones.