Las décadas de los años veinte y treinta del pasado siglo fueron muy importantes y muy buenas para el mundo de la música clásica en Bilbao. En 1920 comenzaba el primer curso del Conservatorio Vizcaíno de Música y dos años más tarde se celebraba el primer concierto de la Sinfónica de Bilbao, ambas instituciones bajo la misma batuta del músico belga Armand Marsick. Ya antes, existían la Sociedad Coral de Bilbao y el Orfeón Bilbaíno desde 1886, y la Sociedad Filarmónica desde 1896. De todo este rico ambiente musical hablan los cien artículos publicados por el crítico musical, viola y vicepresidente de la Sinfónica de Bilbao en aquéllos tiempos en el libro Juan Carlos Isusi, escritos musicales, Bilbao 1924-1936, editado por su nieto, el periodista bilbaíno Juan Carlos Ramírez-Escudero Isusi.

MÁS DE 2.000 ARTÍCULOS EN LA PRENSA BILBAÍNA

Isusi compaginaba su trabajo como oficial primero en la Hacienda Foral Vizcaína con su afición por la música clásica, su puesto de viola en la Sinfónica y sus críticas musicales en la prensa nacionalista de la época. Escribió más de dos mil artículos en los diarios Excelsior, Excelsius, La Tarde, Euzkadi y en la revista Erria y, en general, se trataban de críticas a las actuaciones de los diferentes artistas que llegaban a la villa aunque también había crítica de libros y eventos especiales como el concurso de ochotes del diario Excelsius.

Sexteto de cuerda de la Sociedad de Música Clásica en la sede la Filarmónica en 1913. Los músicos Osorio, Cebrián, Arnillas, Isusi, el viola Landa y el cello Balmaceda.

A comienzos de los años veinte, Bilbao contaba 134.000 habitantes y una pujanza económica envidiable para aquellos tiempos. El Banco de Bilbao llevaba ya más de sesenta años de existencia y el Vizcaya, diecinueve. Altos Hornos se había fundado dieciocho años antes del comienzo de la década de los años veinte y toda la aristocracia y la alta burguesía bilbaína –tanto la vasca como la española– luchaban por ser mecenas de toda cuanta nueva actividad cultural musical animara la vida de la villa. En aquella época, la aportación pública a los presupuestos culturales de la villa era más bien escasa y, sin embargo, eran los grandes empresarios de las minas, las navieras y la siderurgia y las grandes familias quienes aportaban casi todo el dinero para la actividad de la música clásica bilbaína.

En el libro se recogen artículos que relatan los conciertos en Bilbao de músicos de la talla de Casals, Rubinstein, Ravel y Nicanor Zabaleta; entrevistas con Pablo Sorozábal, Guridi Arámbarri y el padre Donostia; el estreno de la ópera Marina, de Arrieta y se habla de las figuras bilbaínas que posibilitaron el apasionamiento melómano de la villa como Julio Egusquiza, Lope de Alaña, Juan Carlos Gortazar, Javier Arisqueta y de artistas bilbaínos cuya memoria se ha perdido como Agustín Godoy, el tenor Dungen Eguileor y estrenos –quizás también olvidados– como el Txantón Piperri a cargo de Euzko-Abesbatza o las representaciones Oldargi.

Comida celebrada el 7 de diciembre de 1935 en el Club Internacional de Bilbao para planear el futuro musical de la villa.

NO LE GUSTABAN LAS PROPINAS DE FIN DE CONCIERTO

Juan Carlos Isusi tenía sus manías –como todos los músicos– y se le notaban en su labor diaria de crítico musical en la prensa bilbaína. Desconfiaba de los directores que dirigían de memoria porque, según él, aunque conocieran la partitura al detalle, ésta siempre debería estar presente aunque solo fuera como homenaje y presencia del autor. Tampoco le gustaban mucho las propinas y los excesivos aplausos al final del concierto y no entendía cómo después de una gran sinfonía la orquesta debía de tocar una pequeña pieza de propina para aplacar los aplausos del respetable.

Los conciertos de aquellos años veinte en Bilbao eran mucho más intensos que los actuales y constaban de tres partes. Como explica el editor en su prólogo, “hablamos de unos años en los que escuchar a la Orquesta Sinfónica de Bilbao costaba una peseta en la localidad denominada Paraíso y tres pesetas en Butaca. La primera fila de Anfiteatro se cotizaba a dos pesetas, como la delantera de Paraíso. Y también hablamos de otra forma de entender los conciertos, la música en directo, ya que estos constaban de tres partes. La primera se saldaba con tres pequeñas oberturas, la segunda y principal era el concierto o sinfonía, y la tercera continuaba con alguna obertura, poema sinfónico o pieza breve. Y cuando se trataba de un concierto con solista la primera parte era una sinfonía y la segunda y la tercera sendos conciertos de la Orquesta con el solista; es decir, que al pobre solista le rentabilizaban mucho más que en los programas actuales. Sirva como ejemplo el primer programa que interpretó la Sinfónica de Bilbao en su concierto inaugural de presentación en la villa en marzo de 1922: en la primera parte, la obertura Patria, de Bizet, el preludio de El diluvio de Saint Saens, la Rapsodia Noruega número 2 de un músico llamado Sevendsen. La sinfonía de El nuevo mundo de Dvorak era el plato fuerte del concierto en su segunda parte y la tercera lo formaban el preludio, Vals de los aprendices y Marcha de las corporaciones de los Maestros Cantores de Wagner y la obertura Le Roi d’Is del músico francés Lalo”.

Juan Carlos Isusi, segundo por la derecha, en la Filarmónica.

LA SOCIEDAD DE MÚSICA CLÁSICA BILBAÍNA

También –y hablando de diez años antes de este estreno de la Sinfónica– Isusi rememora a la Sociedad de Música Clásica con Lope de Alaña, Javier Arisqueta y Juan Carlos Gortazar donde aprendieron casi todos los futuros músicos vizcaínos y los recuerda con mucho cariño: “Bilbao tenía quien le orientaba en música con paso seguro. Don Lope de Alaña, don Juan Carlos Gortazar y don Javier Arisqueta, nombres para nosotros llenos de afectuosos recuerdos, ofrecían siempre planes y proyectos. Y no daban solo el concierto de sus ideas para que otros pusieran la práctica necesaria. Ellos mismos acudían a la obra y aportaban su concurso material con entusiasmo. Y cuando la empresa requería la autoridad doctoral de quien dirige la masa anónima de la orquesta, don José Sáinz Basabe, un artista excelente subía abnegado al atril a emprender aquellas dos tentativas de la orquesta los años 1911 y 1914”.

Isusi también recuerda aquel cuarteto de la Sociedad de Música Clásica que “lo formaban los señores Osorio, Cebrián, Arnillas y el que traza estas líneas. Cebrián, simpático y sincero artista, de gran capacidad emotiva, nos fue arrebatado para siempre en plena juventud y madura posesión de su arte. Con este cuarteto tomaron parte artistas locales de valía como don Javier Arisqueta y don Agustín Larrea, el clarinetista Menéndez, hoy primera figura en Madrid, y los señores Balmaceda y Landa, como violoncello y viola respectivamente, para ciertas obras”.

En definitiva, se trata de un libro de recuerdos musicales del Bilbao de hace un siglo en una época en la que la prensa era una rara avis ya que había diarios especializados en cultura y deporte y, en cuya primera página, recogían la crítica del concierto de la víspera, algo desconocido en la prensa de hoy. Aviso útil a los presuntos lectores del libro: es mejor hacerlo lentamente, un artículo cada día porque las formas de redactar han cambiado en cien años y el barroquismo de aquellos escritores puede resultarnos un tanto difícil con nuestra actual costumbre de lecturas fáciles y ligeras e Isusi escribía con profundidad y gran conocimiento de lo que hacía.

Cubierta del libro de Juan Carlos Ramírez-Escudero Isusi.

Por eso es mejor una lectura lenta y pausada para que no se nos atraganten los sesudos conceptos y la espesa forma de escribir de nuestros abuelos. Y, ¿por qué todos los artículos acaban en junio de 1937? Fácil deducirlo como lo explican las últimas líneas del prólogo del editor y nieto de Isusi: “A partir de junio de 1937 Juan Carlos Isusi fue despojado de todos sus cargos musicales y laborales por sus afinidades nacionalistas y republicanas, cogió su viola y acompañado de sus compañeros de Orquesta despedidos por idénticos motivos, se fue a tocar música en directo por los cabarets de los barrios altos bilbaínos”.