Igor Oca (Basauri, 7 de mayo de 1981) es un entrenador atípico, como el mismo lo reconoce: “Es difícil encontrar a alguien en el fútbol que haya estudiado Historia o que se haya dedicado a ser arqueólogo, mientras el hobby era ser entrenador, hasta que se invirtió ese orden”. Pero también es un entrenador con las ideas claras, muy metódico, dialogante y aventurero, como así lo retrata su currículum, sobre todo el que recoge su larga experiencia en América, donde ha ejercido en clubes como el Atlético San Luis (México), Independiente Juniors, Emelec, Independiente del Valle, Universidad Católica, Deportivo Cuenca (Ecuador) y Huachipato (Chile). Desde el pasado 6 de marzo vive su segunda etapa en el Sestao River, que el sábado rinde visita al Barakaldo en un derbi clave para los verdinegros, que pelean por lograr la permanencia en Primera RFEF..

Licenciado en Historia y especializado en Arqueología. ¿El fútbol es una especie de yacimiento en el que hay todo un mundo por descubrir y analizar?

—En el fútbol hay menos contextos que descubrir. Debemos tender a hacer las cosas sencillas, más aquí en Sestao, identificar lo que nos viene bien y tener identificadas también las debilidades del rival, que es lo que te va a aproximar a lo que quieres.

¿Qué ha encontrado en Sestao?

—Yo he encontrado a personas muy vivas, tanto dentro, que es lo que más me interesaba, como fuera; que creen en sus posibilidades y que creen en ese objetivo que no es complicado no solo para el River, es complicado también para un montón de equipos que están inmersos en él. Y es lo que me esperaba encontrar. Ya había hecho un tanteo previo, porque si ves que el equipo está muerto, que no quiere y que no cree... pero he visto esa creencia en que trabajando bien, se va a conseguir el objetivo, que va a ser complicado.

Ya conocía la casa de su primera etapa, cuando logró el segundo ascenso a la Segunda RFEF. ¿Por qué decidió no seguir?

—Son circunstancias del fútbol. Venía de un periodo en México, luego la pandemia, nos enganchamos aquí en Sestao, todo ello en un año que sabíamos complicado. Fue increíblemente bien y conseguimos subir a Segunda División B, que al final se convirtió en Primera y Segunda RFEF. Había opciones también de entrenar en casa, en Valencia, y al final no se dieron. Esa fue la situación que sucedió. Después de un tiempo fuera necesitaba estar con la familia, parecía que iba a entrenar allí y, bueno, no se dio.

Entonces salió del River y se fue a hacer las Américas, a entrenar en varios países, a varios equipos, de los que aquí incluso no hemos oído hablar nunca. ¿Es un Livingstone del fútbol?

—Sí. Se da la situación de que ya había entrenado en la cantera del Atlético de Madrid, me surgió la primera opción de salir fuera con el Atlético de San Luis, que era un equipo en propiedad del Atlético, y luego surgen, por contactos de fútbol, otras opciones, hasta llegar a ser el primer entrenador en tres equipos en Primera División. En equipos relativamente conocidos allí en Sudamérica, quizá aquí menos, pero que me han dado la posibilidad de estar en la Copa Libertadores, con la Universidad Católica, o de estar en Copa Sudamericana con Huachipato, que es un equipo que igual no se conoce, pero que es el campeón de Chile, con jugadores como Arturo Vidal. Fue una buena experiencia que me ha dado esa posibilidad de estar en el fútbol profesional en Primera División durante varios años.

O sea, no es un fútbol menor.

—No. Es un fútbol diferente, porque es una cultura diferente con sus cosas menores y con sus cosas mayores, si entramos en comparaciones…

¿Se ha llegado a considerar un bicho raro?

—Bueno, me ha sucedido en cuanto a que se atiende a esa formación. Es difícil encontrar a alguien en el fútbol que haya estudiado Historia o que se haya dedicado a ser arqueólogo, mientras el hobby era ser entrenador, hasta que se invirtió ese orden. Y, claro, dentro de la carrera, cuando la estaba estudiando, tampoco había ningún aficionado al fútbol, deportista... Entonces, hace 25 años, pues sí que me consideraba un bicho raro en los dos contextos.

Profesor universitario, metódico, analista, reflexiones profundas en sus ruedas de prensa pos partido… O sea, lo que es el fútbol moderno. ¿No se añora más el chándal, más bajar al barro, y un lenguaje más directo y sencillo; o sea, el fútbol de antaño?

—La tendencia tiene que ser a simplificar, a entendernos, a unificar un poco criterios. Yo voy por ahí. Obviamente son 25 años entrenando y quizá no es lo mismo si me pilla hace 10 años que si me pilla ahora. Pero si hay alguna característica clave es que simplificamos las cosas de cara al jugador y de cara a la gente. Hacerse entender es clave. Tienes que hablar del barro porque estamos en Las Llanas, yo he salido del barro a todos los niveles, tanto en fútbol como en mi vida. Soy de Basauri, me lo curro, me lo sigo currando y así tiene que ser.

¿Es de los que dan la chapa a los jugadores en el vestuario?

—No, la verdad es que me acuerdo de que cuando jugaba, de esas situaciones en las que, igual un entrenador se iba un poquito más arriba. A mí me gustaba el compromiso con el juego, entenderlo. Cuando se iba un poco más arriba, me fastidiaba. Entonces, trato por todos los medios ajustar los tiempos de manera clara, tanto con el vídeo como con las charlas.

¿Cuál es su idea de entrenador? ¿A qué le gusta que jueguen sus equipos?

—Como entrenador tienes que ser un trabajador que controle todos los registros del juego porque en función del contexto en el que estás, te van a pedir una cosa u otra. Estoy en el Sestao y en el Sestao hay una cultura detrás, hay una filosofía detrás, hay una idea en la que la verticalidad es importante, el ser directo, el no tratar de elaborar muchísimo antes de llegar a gol y eso creo que en un contexto con tanta historia, lo tienes que respetar y tienes que ir de la mano. El entrenador de hoy se tiene que diferenciar por controlar todos los registros del juego. La competición se lo va a pedir.

¿El resultado es lo único que vale?

—El resultado es lo más importante y creo que lo tenemos que normalizar. Luego en función de eso hay decisiones sobre nosotros que nos hagan durar más o durar menos, esa es la realidad y por eso digo que lo tienes que normalizar. Pero para nosotros el proceso que hay detrás es importante. Si yo pierdo dos partidos y me terminan cesando, tengo que saber cómo he hecho las cosas, ampararme también en ese trabajo que hemos realizado y luego intentar identificar el por qué han sucedido esos dos, tres, cuatro resultados adversos. Hay miles de factores que influyen y sabemos que no todo lo podemos controlar.

¿Se autoexige mucho, entonces?

—Para dispensar la mejor formación al jugador tienes que atender al detalle y si te atiendes al detalle, tienes que exigirte muchísimo.

¿Qué valoración hace de sus cinco partidos en el banquillo del River? No sé si contar el de la Real Sociedad B, porque firma esa misma mañana, no se sienta en el banquillo... ¿Se lo cuento como suyo o no?

—Son blancos y negros, y hay grises. Vengo y los capitanes me dicen que les hace falta una intervención sin entrenar, que no es propio en el fútbol. No pude sentarme pero sí que hay una intervención en la que tengo una charla con los jugadores y trato de llevarlo a simplificar las cosas y que puedan jugar un buen partido. Esos seis partidos no se pueden tomar todos por igual pero es la realidad. Los partidos van creciendo en relación a lo que queremos. A nivel de entrenamiento estamos realmente contentos y a nivel de competición también.

¿Qué carencias tiene su equipo?

—A nuestra llegada vimos un equipo que defensivamente no se manejaba mal, que recibía pocos goles, pero éramos el equipo que menos goles metía. Eso es una evidencia más allá de la opinión que pueda tener yo o cualquiera. Ahora mismo estamos creciendo mucho en cuanto a generación de juego ofensivo. A los goles me remito y sobre todo a las ocasiones de gol.

¿Y el punto fuerte de este River?

—Está en ese crecimiento a nivel mental que experimentamos, a la vez de que sabemos que no nos sobra nada, es la que nos va a atender a cada detalle para conseguir el objetivo.

¿Le pone el derbi?

—Sí, pero por otro lado es un partido más para nosotros. De hecho es el partido. Nosotros hemos perdido el derecho a pensar, tenemos que atender a esos tres puntos porque nos quedan diez, once por conseguir.

Pero es un partido especial, ¿no?

—Es un partido especial, ¿por qué? Por muchas cosas. Por ser derbi, porque llevas 40 años sin ganar allí, pero a nosotros ahora eso son cosas menores. Los tres puntos en juego son los que realmente nos seducen.

¿Qué le preocupa del Barakaldo?

—Es un equipo con un ritmo altísimo, sobre todo en inicios de partido, en primeras partes, que se acentúa más en su campo. Un poderío a nivel condicional, a nivel físico, del mayor nivel de la categoría . Y creo que lo tiene muy claro. Se basa en eso. Perdieron a Maroan, pero llegaba (Alex) Valiño y siguen haciendo lo mismo.