Jon Cabo (Bilbao, 20 de junio de 2000) pone el acento en el aspecto mental durante la entrevista. Llegó a Lezama a los diez años procedente del Danok Bat y se marchó de la factoría del Athletic trece temporadas después, una salida que le afectó, hasta el punto de recurrir a un psicólogo deportivo. Graduado en Administración y Gestión Deportiva, el curso pasado se reinventó en el Sestao River para fichar este verano por el Lugo, en el que ha sido titular en las dos jornadas disputadas, dos clubes en los que ha conocido “la realidad del fútbol que no vives en Lezama”.
¿Cómo son estos inicios en el Lugo, aunque nos les haya acompañado los resultados en estas dos primeras jornadas?
–La adaptación ha sido increíble, mucho mejor de lo que me esperaba, aunque también es verdad que estamos aquí cuatro vascos, que ayuda. El grupo que me he encontrado es una maravilla. Es cierto que los resultados no han sido los deseados (una derrota y un empate), pero las sensaciones son muy buenas, de que las cosas se están haciendo bien.
Y ha jugado los dos partidos de titular, por lo que a nivel personal le va bien.
–Sí, el entrenador (Lolo Escobar) está contando conmigo, me transmite esa confianza que es lo que necesitaba para sentirte importante dentro del equipo y, en este sentido, estoy satisfecho.
¿Cómo le surgió la opción de recalar en el Lugo?
–Terminaba contrato con el Sestao, es verdad que tenía una oferta de renovación y me costó mucho no aceptarla, porque cogí mucho cariño a toda la gente que rodea al Sestao. Me llamó Roberto Sáez, el director deportivo del Lugo que acababa de salir del Sestao, y el proyecto que me presentó me gustaba, me encajaba con el tipo de entrenador.
¿Roberto Sáez fue el que apostó por usted en el Sestao?
–Sí. Roberto siempre ha confianza en mí, me conoce mucho y veía que el estilo de juego del entrenador del Lugo me iba a venir muy bien.
¿La cuestión económica ha tenido también algo que ver?
–No. Es algo superior a la del Sestao, pero el Lugo en este año el presupuesto ha bajado bastante y, sobre todo, el proyecto deportivo ilusionante ha sido el factor decisivo.
El domingo regresa a Las Llanas apenas dos meses y medio después de su salida. ¿Qué le dice la cabeza?
–Es un partido que tenía marcado en el calendario. Fue un año, aunque solo fuera uno, muy intenso y en el que me sentí muy querido y arropado. Es un partido muy especial, en parte va a ser muy raro, con muchas ganas de volver a ver a gente a la que tengo mucho cariño y a jugadores, aunque quedan muy pocos, con los que he compartido muchas cosas.
¿Le dejó contento su año en el Sestao o le quedó algo por cumplir?
–La salida de un club como el Athletic, y más después de 13 años, siempre es complicada. En el Sestao me encontré un grupo de una gran categoría que nunca había tenido, me lo hicieron todo muy fácil. Sales de Lezama, donde todo son facilidades, y de tenerlo todo a llegar a Sestao, donde conoces lo que es la realidad del fútbol, que al principio te choca un poco, pero fue muy importante la calidad humana del vestuario.
“En el Sestao terminé con buenas sensaciones, pero me quedó la espinita de poder haber ayudado algo más en goles y asistencias”
¿Hay mucho confort en Lezama?
–Diría que sí. Al final no vives lo que es la realidad del fútbol. Estás en un filial y vives con las condiciones de un primer equipo, al pasar tanto tiempo allí piensas que el mundo del fútbol es así y no te das cuentas de que las facilidades que tienes en Lezama no las tienes en casi ningún otro sitio.
O sea, se vive en una especie de burbuja.
–Efectivamente, ese sería el resumen, te das cuenta de que cuando sales has vivido en una burbuja.
¿Por qué tuvo que recurrir a un psicólogo?
–Mis dos últimos años en Lezama fueron bastante complicados, pensaba que iba a jugar más, pero en el club se apuesta por ciertos jugadores que están por delante de ti. Lo tienes que asumir, trabajar en el día a día… me costó aceptarlo, de pasar a jugarlo prácticamente todo a tener menos protagonismo. El tema mental, al que no daba mucha importancia, es de lo más importante en el fútbol y si no lo sabes gestionar, te puedes hundir.
¿Se jamó mucho la cabeza, de no poder dormir?
–Antes sí. Ahora he aprendido a saber manejar muchas situaciones. Me costaba dormir muchas noches, cuando no entendía las razones de no entrar en el equipo no conciliaba el sueño, no era yo. Gracias al psicólogo deportivo he recuperado esa alegría que necesito para poder jugar bien al fútbol.
Tenía en Lezama el cartel de futbolista talentoso, con mucho futuro, pero no llegó a dar el salto al primer equipo aunque jugó algún amistoso de la mano de Ernesto Valverde. ¿Qué le faltó?
–Ser más fuerte mentalmente. Estás en una cantera y todo el mundo quiere dar el salto al primer equipo. Cuando ves gente que ha compartido vestuario contigo da el salto y tú te quedas un poco atascado... En ese momento me faltó ser más fuerte, ser capaz de trabajar un poco más para que te llegara la oportunidad. Es verdad que jugué dos partidos amistosos con el primer equipo, que no dio para más, pero es el mejor recuerdo que me quedo de Lezama.
¿Cómo se define?
–Soy un jugador muy vertical, que disfruta en situaciones de alta intensidad, con un buen uno contra uno y que a la vez no tiene problemas para ayudar en defensa.
¿Cuál es su margen de mejora?
–Enorme y es lo que más me motiva. Me siento en un buen momento, es verdad que he mejorado el tema mental y el de alimentación, al final se nota. Me veo más suelto en el campo, pero el margen de mejora es muy grande.
¿A sus 24 años de edad, el salto al fútbol profesional se llega a convertir en una obsesión?
–No hablaría de obsesión, hablaría más de motivación. Es un objetivo que tengo muy en mente, pero gracias también al psicólogo deportivo no es algo que me haga perder la cabeza. l