Los sucesos violentos vuelven a sacudir a las categorías inferiores del fútbol vizcaino. El último de estos casos se produjo en la tarde-noche del pasado sábado en el campo de Los Llanos durante el derbi entre el Portugalete C y el Sestao River B, correspondiente a la Segunda División juvenil y que se saldó con victoria visitante (1-2), cuando tuvo su momento más lamentable a la conclusión del mismo, momento en que un joven saltó al verde desde las gradas para, primero, insultar y amenazar al colegiado y de seguido propinar un puñetazo en el rostro al técnico del equipo verdinegro, Marcelo Ocampo, quien quedó semiconsciente y necesitó posteriormente atención médica en el cercano centro hospitalario de San Juan de Dios, en Santurtzi. El agresor, que al parecer se cubrió la cara con la capucha de su sudadera, huyó de las instalaciones jarrilleras después de agredir al entrenador del Sestao River, aunque horas después fue identificado y localizado. Según fuentes consultadas, este joven, de unos 20 años de edad, es una persona del entorno de un jugador del Portugalete C, quien, al parecer, ha comunicado a la entidad aurinegra, que también ha condenado los hechos y que aguarda una sanción ejemplar, su marcha del equipo a causa de este episodio. 

Marcelo Ocampo (Montevideo, 12 de septiembre de 1969) atiende en persona en Bilbao, donde reside, a DEIA 48 horas después de la agresión de la que fue víctima. Su rostro muestra las secuelas del puñetazo que recibió, con el tabique nasal afectado, sin sufrir rotura, lesiones en el labio y en dos piezas dentales, una evaluación médica a la que volverá a ser sometido en breve para evaluar en su justa medida los daños de cara a ampliar la denuncia que ya tiene tramitada ante el Policía Municipal de Portugalete. Nacido en Uruguay, pero residente en Bizkaia desde los 11 años de edad, no ha faltado a su cita, "empezamos a entrenar los lunes a las nueve", con sus jugadores, ya que, capricho del destino, el segundo juvenil del Sestao River volverá a jugar el sábado en el mismo campo de la agresión, Los Llanos, aunque en esta ocasión de mide como rival a Asti Leku, el otro conjunto de la localidad. ¿Tiene cuerpo para volver tan pronto al lugar de la agresión? “Sí, yo tengo un compromiso con el club, con mis jugadores, estoy arropado por el Sestao River porque me está ayudando continuamente en esto”, dice Ocampo, momento en que relata la agresión. “Una vez terminado el partido, pita el árbitro, se mete un montón de gente dentro del campo, empieza a haber un poco de tumulto… Este individuo se fue hacia el árbitro a agredirle, no lo hizo pero sí le insultó, de seguido vino hacia un lateral donde estaba yo cuando noto el golpe del puñetazo en toda la cara, sin esperármelo en ningún momento y, claro, no me dio tiempo de reaccionar, porque si tú ves a una persona que te viene a agredir, te puedes tapar con la carpeta o protegerte la cara”, añade para agradecer la reacción del árbitro, que le atendió en primera instancia: “Creo que es ATS o algo parecido. Me dijo: no te preocupes, Marcelo, voy a estar aquí contigo continuamente hasta que venga la ambulancia, que sé lo que ha pasado”.

Impotencia

“Dentro del puño se notaba que llevaba algo metálico, no sé qué, pero fue un golpe muy contundente”

Marcelo Ocampo - Entrenador del Sestao River B juvenil

Marcelo se extiende en la descripción, que interrumpe durante algún segundo motivado por la emoción, “todavía estoy un poco en shock, nunca me había ocurrido algo parecido en mis 25 años como entrenador”. “Está claro que iba por mí, me dio de lleno, aparte de que dentro del puño se notaba que llevaba algo metálico, no sé qué era, fue un golpe muy contundente”, explica el entrenador del Sestao juvenil, al que dirige desde el pasado verano y para el que el daño fue más moral que físico: “Sientes impotencia e indefensión. ¿Repeler la agresión? No me salía de dentro, estaba mareado y sangrando. No tenía ni rabia. Pero hay una parte que es peor incluso que el golpe, con toda la gravedad que tiene porque se me ve en la cara y lo estoy sufriendo. Es el tema moral (silencio). Incluso cuando yo estaba en el suelo sangrando, alguien me dice: esto te pasa porque te lo has buscado. Así de duro”.

“En la grada tiene que haber un delegado que sepa quién puede provoca esto, quién va a saltar y quién no”

El uruguayo, al que no se le nota el acento de su país originario, cambia de registro y se refiere a las medidas que se puedan tomar para evitar que vuelvan a producirse este tipo de lamentables sucesos, que las centra en evitar la entrada a los campos de esas personas de las que se conocen ciertos comportamientos violentos. “La prevención que yo entiendo que puede haber para controlar la grada, porque esta gente saltó de la grada, lo de dentro más o menos a lo mejor lo podemos controlar nosotros un poco, entrenadores, delegados, gente del fútbol... Tiene que existir la figura de una especie de delegado de grada, un señor que conoce prácticamente a su afición y sabe quién provoca, quién va a saltar, quién no va a saltar, porque más o menos se puede prevenir”, reflexiona Ocampo, quien también pone el acento en el matiz de la educación: “Eso viene ya de la base familiar, de la base educativa que tengamos a nivel general, y luego la base educativa que demos nosotros los entrenadores, si estás incitando muchas veces la violencia, te están expulsando día a día también, pues al final el ejemplo no es el más adecuado”.

Este lunes se ha reencontrado con sus jugadores en el entrenamiento en Galindo, no sin antes recordar que la denuncia que ha interpuesto, y que seguramente será ampliada por su club como parte afectada, no debe caer en saco roto. “Si no se denuncia, no existe, y partiendo de ese contexto, lo que se quiere conseguir es que nadie se vaya de rositas o diga esto es gratis, un día le doy un puñetazo, otro día le doy una apuñalada, entonces hay que denunciar, invito a que todo el mundo tenga este problema denuncie, que no tenga miedo. Sé que es difícil, que hay gente que tiene miedo, pero bueno, yo no lo tengo”, sentencia Marcelo Ocampo, protagonista inesperado de una lacra que sigue sin desaparecer en el fútbol modesto.