River-Boca, paranoia final
River y Boca jugarán mañana el Superclásico que ha transformado en Superfinal la Copa Libertadores. La autoridad advierte: si gana Boca, nada de vuelta al campo. Ducha rápida y desalojo inmediato del Monumental
VA para dos semanas del partido de ida jugado en La Bombonera (2-2) y los últimos días se han consumido entre una discusión bizantina sobre la necesidad de adelantar en una hora el inicio de la Superfinal del Superclásico, porque así de hiperbólica se contempla en River-Boca en Argentina. Sucede que los dirigentes de ambos clubes y las autoridades del país pretendían que el gran evento que tiene Buenos Aires en vilo pudiera terminar antes del anochecer por una cuestión de intendencia y seguridad, pero la Conmebol rechazó la propuesta.
En Argentina está prohibida la entrada de la afición rival en los estadios desde 2013 a causa de la violencia, pero este es un encuentro demasiado especial. Cuando acabe, habrá un ganador, como es lógico, y a su capitán se le entregará la Copa Libertadores. En el estadio Antonio Vespucio Liberti, más conocido como Monumental, tan estarán 66.000 gargantas que solo animarán a River. Pero, ¿y si gana Boca? Si gana el equipo xeneize, que está invicto como visitante en la actual Copa Libertadores y su técnico, Guillermo Barros Schelotto, nunca ha perdido en el campo de los gallinas (un empate y dos victorias), se aplicará rigurosamente el protocolo de la Conmebol. La entrega del trofeo y las medallas. Desde luego, nada de vuelta olímpica. Corriendo a los vestuarios. El ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, ha pedido a Boca Juniors que sus jugadores “se bañen rápido”. “Queremos sacar a los jugadores visitantes lo más rápido posible”, dijo un portavoz del ministerio. Las puertas del Monumental se abrirán cuatro horas antes y un despliegue de 2.000 policías, entre otros operativos, vigilará que todo transcurra por cauces de normalidad.
Después la comitiva de Boca se desplazará al estadio Alberto J. Armando, la legendaria Bombonera, para celebrar con su hinchada, si procede, evitando en lo posible que el jolgorio se derrame por las calles para evitar un encuentro con el consternado bando perdedor.
Ayer hubo un ensayo general en la Bombonera, donde entrenaron los jugadores de Boca. Tal fue la expectación que miles de hinchas no pudieron entrar en el recinto, con la consiguiente tensión en las inmediaciones.
La pasión es tan alta que los reventas tienen asegurado el negocio, por mucho que la Fiscalía haya montado un gran dispositivo para perseguirlo. Se calcula que el 25% de los aficionados que asistió a La Bombonera en el partido de ida lo hizo comprando los boletos en la reventa. Pero el principal temor ahora es que al estadio entren personas sin localidad, previo pago de un oportuno peaje a los encargados de los controles.
La ausencia de Macri Resalta en la paranoia que provoca un Superclásico que además es Superfinal la situación en la que está Mauricio Macri, el presidente de Argentina y expresidente de Boca entre 1995 y 2007, lo cual le inhabilita a presenciar el partido en el Monumental de Núñez en su condición de hincha del equipo rival.
A modo de desagravio, Macri organizó el pasado miércoles en la Quinta de Olivos, la residencia presidencial, un Superclásico doméstico, con funcionarios y exjugadores de Boca y River mezclados, pero vestidos con la indumentaria de la selección argentina, la oficial y la suplente, para lanzar un mensaje de distensión ante lo que se avecina. Ya lo dijo Macri en vísperas del partido de ida: “El que pierda tardará veinte años en recuperarse”.
El encuentro se disputará a las 21.00, hora de Euskadi, podrá verse aquí por televisión a través de Movistar (canales 8 y 45), y tiene un reglamento particular, donde los goles anotados en la cancha contraria no tienen valor doble en caso de empate. Si acaba con el marcador igualado, se disputará una prórroga de treinta minutos, tiempo durante el cual se podrá realizar un cuarto cambio, y si es necesario se recurrirá a la tanda de penaltis. En esta suerte, y para evitar cualquier suspicacia, estará muy atento el VAR, no solo para certificar que la pelota traspasa la línea de gol, sino para determinar si los porteros se adelantan en sus movimientos antes de que lance el jugador rival.
Es la Superfinal del Superclásico. Y los psiquiatras argentinos ya se están frotando las manos.