dE los tres equipos que el domingo se disputaron las dos plazas del descenso que faltaban por dilucidarse, conocido que el Levante ya lo estaba jornadas atrás, quien peor lo tenía era el Rayo. El Sporting debía ganar y encomendarse a la Santina, o lo que es lo mismo, esperar a que el Getafe, el único que dependía de sí mismo, no tuviera los arrestos suficientes para ganar al Betis, que nada se jugaba, o por lo menos nada tan gordo como perder la categoría.

Difícilmente se puede cuantificar la influencia de la Santina (la Virgen de Covadonga), pero lo que sí se puede analizar con cierto rigor es el influjo que ejercieron dos factores. El primero lo padeció el Getafe, que tuvo en el Benito Villamarín un público hostil y que exigió a sus jugadores vencer a los azulones.

Se la tenían guardada. No en vano el Getafe estuvo implicado en los dos últimos descensos del Betis (2009 y 2014) y esta temporada, en el partido disputado en el Coliseum (1-0), el sector más radical les dedicó un “a segunda, a segunda...”. Además el beticismo despedía a Jorge Molina, un futbolista muy querido, y también al técnico, Juan Merino, que será sustituido por el uruguayo Gustavo Poyet para la próxima temporada, y en su adiós puso a su equipo de gala, además, a disposición de su goleador Rubén Castro para intentar alcanzar a Aritz Aduriz en la carrera por el Trofeo Zarra al máximo anotador estatal.

Por si fuera poco, las aficiones bética y sportinguista están hermanadas y los jugadores verdiblancos tenían una prima de 40.000 euros si terminaban en la décima posición clasificatoria, como así ha sido, porque a su vez el Betis percibirá de la LFP unos 400.000 euros más y estará en mejor disposición por puesto en la tabla ante el reparto de los derechos televisivos de cara a la próxima temporada.

Se puede decir que el Getafe tuvo mala suerte al cruzarse en el partido clave de la temporada con el Betis. El Sporting, por ejemplo, ascendió a Primera la campaña anterior venciendo precisamente en el Benito Villamarín por 0-3, además de beneficiarse de otras carambolas. El Betis tuvo entonces otra predisposición, naturalmente.

Sin embargo y con todo, el Getafe ha descendido al cabo de 38 partidos y cuando dependía de sus fuerzas para evitar la tragedia.

la suerte del sporting El Sporting, en cambio, tuvo la buena suerte de cruzarse con el Villarreal, cuarto clasificado, que terminó la campaña con 25 puntos más que los asturianos. Es decir, los castellonenses tenían fundamentos futbolísticos de sobra para ganar en Gijón. Pero no. La paradoja es que el Villarreal perdió con claridad meridiana (2-0), provocando la ira de los otros dos agraviados (Getafe y Rayo), no por el hecho en sí de la derrota, comprensible cuando se enfrentaba un equipo con el agua al cuello y otro pensando en el agua, pero junto a una paradisíaca playa caribeña, sino por todo lo que ha rodeado este enfrentamiento, proclive a levantar la lógica suspicacia.

El pasado 8 de mayo, Marcelino García Toral, a la sazón entrenador del Villarreal, pero también asturiano de los de a mucha honra, exjugador y exentrenador del Sporting, y fama de bocazas, no se le ocurrió otra cosa que expresar sus vivos deseos de que el equipo gijonés se salvara, en vez de optar por la prudencia y la diplomacia, dada su condición de técnico del rival, o cuando menos abstenerse de opinar.

Al margen de las palabras, lo cierto es que son los hechos los que han dejado en evidencia a Marcelino, que alineó ante el Sporting a tan solo tres futbolistas de su equipo ideal (Mario, Rukavina y Jonathan Dos Santos).

Está claro que Marcelino sí influyó directamente en el partido, por mucho que después tratara de justificarse. “Hay que distinguir la profesionalidad de los sentimientos”, dijo luego en alusión a las críticas recibidas por advertir de antemano que quería la salvación del Sporting, y añadió que “lo importante es estar conforme con uno mismo”. Definió el encuentro como “el que enfrenta a un equipo que se lo está jugando todo con otro que llega con el objetivo cumplido” y añadió para justificarse: “Hubo un antes y un después del partido de Liverpool. Perder fue un golpe muy duro y es cierto que a partir de ahí no supimos competir como lo estábamos haciendo”, dijo Marcelino.

“Estará contento”, fue la respuesta lacónica, pero cargada de sorna, de Juan Eduardo Esnáider, entrenador del Getafe. Por su parte Raúl Martín Presa, presidente del Rayo, advirtió de que estuvo viendo el partido a través de una pantalla para cargarse de argumentos. “Yo respeto al Villarreal, pero puedo dar una opinión. No estoy diciendo, en absoluto, que el Villarreal se haya dejado ganar. Pero cuando se entrena poco, se viaja en el día... al final son muchos condicionantes que pueden influir”, declaró Presa.

Por si fuera poca la controversia desencadenada por Marcelino, Mar García Tuero, su mujer, dejó escrito en su cuenta de facebook: “Me voy de Asturias con el trabajo hecho!!! Os dejamos en Primera”.