BILBAO. Según ha informado el club catalán, el resultado de las pruebas han determinado la necesidad de que no tenga que ser intervenido quirúrgicamente y que se realice un tratamiento alternativo.
El jugador, que ha pasado la noche en un hospital barcelonés, se lesionó en el minuto 76 después de sufrir una caída en una jugada en la que no intervino ningún rival. La acción requirió su evacuación al hospital Lusíadas de Lisboa, donde le redujeron la luxación.
La reducción se realizó bajo anestesia y posteriormente se inmovilizó la zona para permitir que el jugador viajara de vuelta a Barcelona junto con la expedición del equipo.
Puyol, que recibió la visita en el hospital del presidente del club, Sandro Rosell, y del director técnico, Andoni Zubizarreta, ha mostrado su agradecimiento mediante su cuenta en 'twitter'.
"¡Buenos días! Siempre vuelve a salir el sol. ¡Gracias a todos por vuestros mensajes! Un abrazo", ha dicho el central en la citada red social.
La presente es la tercera lesión que ha sufrido desde el inicio de la temporada. Se había perdido la Eurocopa, porque tuvo que someterse a un artroscopia para limpiar la rodilla derecha y hubo de hacer la recuperación durante la pretemporada.
En la segunda jornada de liga se fracturó el pómulo en el Reyno de Navarra y se perdió dos partidos. A su regreso, el 15 de septiembre, sufrió una elongación del ligamento cruzado posterior de la rodilla izquierda ante el Getafe, tras la que reapareció ayer
LA CRÓNICA DEL PARTIDO
Las manos a la cabeza y los desencajados rostros de sus compañeros mandaron la solvente victoria en Lisboa al limbo porque en el suelo yacía Puyol con el codo a la virulé. Corría el minuto 76, pocos después de que Iniesta saltara también para probarse de cara al clásico, cuando el central -sin síntomas de flaqueza pese a retornar a las dos semanas de una lesión que se había cifrado en seis- se impulsó hacia el abismo, sin necesidad, en busca de un balón aéreo y cayó de bruces con todo su cuerpo sobre su extremidad izquierda. Blanco el jabato y aturdidos sus escuderos, el renacimiento de Alexis y Cesc, artilleros por obra y gracia de la inspiración de Messi, quedó relegado a un segundo plano porque, allanado el camino en Europa, el Barça perdía a su líder espiritual de cara a tratar de dejar noqueado al Real Madrid. Las luces y taquígrafos se dirigieron ya al hospital al que fue conducido, una muestra de la trascendencia que su figura tiene en esta tropa de artistas, como quedó plasmado también ante un estéril Benfica.
Abocado a ir a remolque y a golpe de corneta en este primer tramo de curso, Vilanova advirtió de que la cita de Champions adquiría mayor importancia que el choque liguero en ciernes, y tanto para ganar en contundencia ayer como para asegurar la presencia de su codiciada pieza el próximo domingo, apostó por Puyol de salida. Solo con su melena al viento, sus compañeros ganan en tranquilidad allí, en el filo de la navaja, donde más sufre la parroquia culé. Y es que aunque un zurdazo de Bruno César obligó a Valdés a estar ojo avizor cuando aún calentaba las manoplas, no tardó Messi en firmar una de sus correrías, asistir a Alexis y permitir que el chileno viese la luz del gol que tanto necesita. Otro futbolista reconciliado tras el reenganchado Villa y un Fàbregas que parece que, al fin, pisa el acelerador.
Lima, en un mano a mano que obligó a Valdés a ejecutar una salida efectiva, hizo saber a los azulgranas que debían conectar todos sus sentidos. Y lo hicieron como mejor saben, dormitando el balón a base de diagonales, cambios de dirección y circulando por los carriles. Al Barça solo se le olvido sentenciar, porque primero la tuvo Messi y luego, otra vez, Alexis. Sintiéndose superior, prestó un rato el cuero al Benfica y este, después de media hora en la cueva, lanzó tímidamente sus líneas, pero sin rotular una sola ocasión flagrante. El horizonte no varió tras el descanso y, tras errar Sánchez un gol cantado y amagar Lima con el empate, una nueva acción de laberinto del diablo rosarino permitió a Cecs ajusticiar al rival y confirmar su elevación a los altares barcelonistas.
Se exhibió Valdés ante Salvio pero lo peor estaba por llegar esperando a que cayeran las manecillas. Cuando Villa calentaba e Iniesta ya corría, quien se estrelló contra la felicidad culé fue Puyol. Hasta Busquets perdió la cabeza y fue expulsado. El codo luxado del capitán torció el gesto en la aldea donde todo era dicha.