GHANA: Kingson; Inkoom, Addy, Vorsah, Sarpei, Ayew, Agyemang-Badu, Opoku (Min. 88, Addo), Kwadwo Asamoah, Annan y Gyan (Min. 86, Ahmed Eid).
EGIPTO: Al Hadari; Al Muhammadi, Said, Gomaa, Moawad (Min. 56, Abdul-Shafi), Fathi, Abd Rabou, Ahmed Hassan, Ghali, Zidan y Meteeb (Min. 70, Nagy Gedo).
Gol: 0-1: Min. 85; Nagy Gedo.
Árbitro: Koman Coulibaly (Colegio Mali). Amonestó al ghanés Opoku, y a los egipcios Moawad, Al Muhammadi y Ghali.
Incidencias: Estadio 11 de noviembre de Luanda (Angola).
LUANDA. Egipto se convirtió ayer en heptacampeón (siete títulos en su palmarés) de África al conquistar su tercer entorchado consecutivo, única selección que tiene este último honor desde que en 1957 arrancara este torneo. Y lo logró con un solitario gol de Nagy Gedo en el minuto 85, cuando todo apuntaba a la prórroga. La acción del tanto, una obra maestra de toque entre sus dos mejores futbolistas: Zidan, el delantero del Rennes, y el citado Gedo, quien recibió una asistencia majestuosa para resolver con clase, colocando la pelota cruzada, lejos de los guantes de Kingson.
Fue lo mejor de un engorroso duelo que resultó menos atractivo de lo esperado, pero que no careció de emoción pese al sopor de los primeros 45 minutos. Un disparo de Asamoah fue todo lo que pudo rescatar el realizador de televisión para resumir la primera parte. Algo que carcomió el espectáculo entre dos equipos atenazados por el miedo a perder. Y eso fue precisamente lo que sucedió sobre el césped del 11 de Noviembre, por lo que el encuentro se hizo excesivamente táctico, sin ese punto de belleza que nace de la alegría del atrevimiento. Egipto necesita tocar y tocar para hacer daño. Se despliega en el campo con dos carrileros a la antigua usanza, Al Muhamadi y Moawad, que sin ese punto de reposo que acostumbra a ofrecerle el medio campo, justo lo que trató de negarle Ghana, recorren demasiados metros al tuntún. Cada una de sus galopadas por las bandas obliga a todo el equipo a bascular para cubrir terreno. Pero cuando enfrente hay un adversario como Ghana, espartano en defensa pero anárquico a la contra, un bloque formado por atletas de pierna fuerte que arman contras terribles en un pestañeo, cualquier pérdida inocente puede ser una condena.
sin disparar Así, el juego se trabó. Ghana, cerrada como una ostra, y los Faraones, recurriendo sin escrúpulos a faltas tácticas cuando sus rivales querían correr y dar tiempo a sus carrileros a regresar. La consecuencia fue que los muchachos de Milovan Rajevac, el conjunto más joven de la historia en llegar a una final, con 23 años de media, recurrieron demasiadas veces al fútbol combinado, sacrificando su baza, con la que más disfrutan y la que los hace distintos: el contraataque. Egipto acabó la primera parte sin disparar entre los tres palos tras cometer diez faltas. El mundo al revés.
En la segunda mitad el partido se fue desatando, entre otras cosas porque Shehata movió el banquillo, sentando a Maowab y dando entrada a Andel-Shafi. Las especulaciones sesudas dejaron paso a la víscera, y en ese intercambio de golpes Ghana comenzó a mostrarse superior y a rondar la portería de El Hadary. La tuvo Gyan en un disparo lejano desde el vértice del área, lo intentó Annan tras un centro de Inkoon, e incluso Ayew, que cayó ante Said reclamando penalti. Pero siempre con poca imaginación.
Exactamente la que sí tuvo Egipto en la recta final, con la acción que le dio a Gedo, quien llevaba un cuarto de hora en el campo, su quinto gol, el galardón de máximo artillero y la gloria. La venganza por faltar al Mundial de Sudáfrica. El fútbol, esta vez, fue justo.