El Campeonato del Mundo de Fórmula 1 rebasa su ecuador y las esperanzas de unos crecen como las ilusiones de otros menguan. Es la irreverente lógica del transcurso del tiempo, que va dando forma a la realidad. El Gran Premio de Francia, duodécima estación del calendario, tuvo especial incidencia en la clasificación. Max Verstappen, habida cuenta de su séptima victoria de la temporada y del abandono de su inmediato rival, Charles Leclerc, elevó su ventaja hasta cotas sumamente preocupantes: 63 puntos.   

No obstante, el triunfo del neerlandés se celebró con la boca chica. Sin gran euforia, sin estridencia. Muda, de algún modo. Porque la carrera ofreció dos partes que dan para cuestionar la realidad, para reflexionar sobre lo hubiera podido ser pese a que no lo fue. Además, Verstappen también quiso mostrar deportividad en lugar de hurgar en la herida de Leclerc. El neerlandés prefirió sembrar dudas sobre el resultado que hubiera deparado la carrera de haber permanecido el monegasco en liza, en lugar de apelar a un discurso que quizá se hubiera asemejado más a la realidad. Y es que Leclerc abandonó por un error provocado por Verstappen, que forzó al piloto de Ferrari, quien trataba de evitar un undercut, hasta conducirle a cometer un error gravísimo.

En la vuelta 18 de las 53 programadas, Leclerc ocupaba la cabeza de la carrera después de proteger su condición de poleman. Si bien, prácticamente durante todo ese lapso el monegasco podía sentir en su cogote las revoluciones del monoplaza Red Bull de Verstappen. Mad Max atosigó insistente, sin cuartel, a distancia de DRS. “Nunca he podido realmente intentar adelantar, excepto una vez en la curva 11, confesaría Verstappen sobre su acecho a la primera posición. “Hemos optado por calmarnos y seguir a Charles de cerca”, ahondaría. La idea resultó magistral.

Entonces Red Bull actuó en consecuencia. Aplicó la iniciativa. Mandó a Verstappen a sustituir sus neumáticos para tratar de ejecutar el undercut. Leclerc, que permaneció en pista planteando una estrategia diferente, se vio obligado a apretar, a aumentar el ritmo para defenderse de la maniobra de su rival. En esa señalada curva 11, Leclerc abrió gas en exceso, su tren trasero patinó y perdió el control del Ferrari. El pecado le llevó contra las protecciones. Aunque en un primer momento y al calor del accidente el monegasco culpó de la acción al pedal del acelerador –que en la prueba anterior se quedó atascado–, a la postre reconoció un fallo de pilotaje. “Con estos errores no podemos luchar por el campeonato”. Rotundo. Contundente. Desde luego, tenía ritmo y posibilidades de triunfar. Desaparecido Leclerc, lo de Verstappen fue un paseo idílico hacia la gloria. No perdona regalos.

Visitan a la memoria situaciones como las de Barcelona, Bakú, Mónaco o Francia, escenarios en los que Leclerc, liderando y con serias opciones de ganar, perdió las victorias. Ya es un hábito que propicia que el monegasco sume tres conquistas por las siete de su gran oposición.

Verstappen, sin embargo, camina sólido por la parrilla. Sergio Pérez, que llegó a verse segundo en el campeonato, llegando incluso su discurso a ser más osado, en el circuito Paul Ricard terminó cuarto, por detrás de los enriquecidos Mercedes, que este año no habían visitado el podio por partida doble. Lewis Hamilton, segundo –mejor resultado del curso–, subió al cajón por cuarta carrera consecutiva y George Russell, tercero, regresó después de tres citas sin pisarlo. Mercedes capitalizó sus opciones. No obstante, la escudería sigue aún alejada del potencial de Red Bull y Ferrari. No alcanza para victorias.

Todo ello hace que la competencia de Verstappen vaya perdiendo enteros en el debate por la corona de la Fórmula 1. “Quedan muchas carreras donde hay que puntuar”, advierte el campeón, nada propenso a alardes de micrófono. “Es una buena brecha, pero hay que mantenerse centrados; los Ferrari son rápidos y tenemos que mejorar a una vuelta”, comenta ambicioso, y con razón: así como las victorias se reparten 7-3 entre Verstappen y Leclerc, en las poles sucede algo inversamente proporcional. El conformismo está extinto. El constante desarrollo es obligado.

Carlos Sainz, elegido Piloto del Día

El público nombró a Carlos Sainz como Piloto del Día merced a su remontada desde la decimonovena posición hasta la quinta. Su ritmo fue endiablado. La conservadora propuesta de Ferrari aseguró el quinto puesto pero quizá evitó una tercera plaza que el madrileño llegó a tener en su poder. El equipo decidió realizar un segundo cambio de calzos para evitar los riesgos de un reventón. Piloto y equipo se quedaron con la incógnita sobre los límites de la resistencia de las gomas que portaba Sainz. 

Fernando Alonso, por su parte, selló el sexto lugar para confirmar un ligero paso adelante en el progreso del Alpine. El asturiano ganó la carrera de la clase media. Los podios, hoy por hoy, son unicornios azules.