H Bildu ha logrado los mejores resultados de su historia. Y no sólo de la reciente. Ni de lejos la izquierda abertzale había rozado en épocas pasadas un apoyo social tan importante como el que cosechó ayer noche. Hay que remontarse a 1998 para recordar aquellos 224.001 votos con un aumento del 34,8% en sus votos para obtener 14 parlamentarios, tres más que en ñla legislatura anterior, de Euskal Herritarrok. Así que, al César lo que es del César.

La coalición ha sabido rentabilizar, sin duda, la evidente fragilidad con la que se presentaba ante su electorado Elkarrekin Podemos y movilizar a un electorado que ha sido convencido por Maddalen Iriarte y no por la socialista Idoia Mendia.

Pero la victoria no puede ser sólo numérica. También se precisa una victoria moral sobre parte del pasado de sus principales dirigentes, quienes con tan buen resultado, pueden ver la oportunidad de poder volver a empezar.

Dentro de EH Bildu conviven muchas almas: Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Aralar (disuelto hace ya tres años, en 2017) y Sortu. Y son las voces de estos últimos las que buena parte de la sociedad vasca necesita oír decir que la violencia no debió estar nunca justificada. Porque, a pesar de los resultados, para nuestra propia construcción como país es de obligado cumplimiento lograr que el tiempo no borre las huellas del pasado.

Con su victoria de ayer, EH Bildu ha logrado poner en marcha una suerte de marcador a cero, como si la exigencia de memoria y condena a aquellos militantes que asumieron estrategias políticas violentas en el pasado ya no fuera necesaria. Y eso no es. no sería, una buena noticia para este país.

Su candidata, Maddalen Iriarte, supo durante la pasada legislatura en el Parlamento Vasco conjugar las almas que sostienen a EH Bildu y ha logrado un éxito que para la coalición soberanista puede calificarse de histórico.

Y ella, más que nadie por su condición de periodista, sabe bien de dar buenas y malas noticias. Decía su eslogan de campaña Egiteko prest (preparados para hacer). La mejor noticia que podrían darnos de cara a los próximos cuatro años sería la de que todos los dirigentes que hoy forman parte de la coalición abertzale están preparados para decir que la violencia estuvo mal. La peor, trabajar como si nada hubiera pasado. No es cuestión de escoger. Es cuestión de hacer.