El avance de la ultraderecha es uno de los principales retos a los que se enfrenta la UE. A las puertas de las elecciones europeas, el empuje de las fuerzas ultraconservadoras y populistas en varios de los países que conforman el bloque comunitario llevan a pensar que en estos próximos comicios estos partidos podrían aumentar de forma muy importante su peso en el seno de la Unión, amplificando de manera muy importante sus mensajes extremistas. 

Pese a que hasta el momento no han logrado obtener amplias mayorías y su capacidad para aplicar sus agendas políticas en el Ejecutivo comunitario ha sido limitada, sus discursos están calando cada vez más entre los votantes y han empezado a influir en las políticas de los considerados partidos ‘tradicionales’. Una relevancia que puede verse incrementada tras estas próximas elecciones europeas, donde las encuestas les otorgan un importante crecimiento. De hecho, a estas alturas de la campaña los sondeos dan a las fuerzas de ultraderecha como favoritos en países como Francia, Italia, Austria, Bélgica, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Países Bajos, Rumanía y República Checa, mientras que en otros como Alemania, el Estado español, Bulgaria, Finlandia, Suecia, Estonia, Portugal o Letonia les sitúan en segunda o tercera posición.

Todo ello da una perspectiva del importante impulso que pueden tomar en estos comicios las fuerzas de extrema derecha, cuyo ideario está cada vez ganando más fuerza entre un electorado que parece haber perdido el miedo al discurso incendiario de los partidos que conforman este espectro político.

GRUPOS EN LA EUROCÁMARA

El Partido Popular Europeo ha sido en esta pasada legislatura la fuerza más representada en la Eurocámara, tras obtener 182 escaños en las elecciones del 2019, seguido por el Partido Socialdemócrata Europeo, con 154 representantes. En aquellos comicios, los liberales de Renovar Europa se colocaron como tercera fuerza, con 108 escaños, por delante de Los Verdes (74) y de los dos grupos que ostentan la representación de la ultraderecha: Identidad y Democracia (ID), que consiguió 73 representantes en la Eurocámara en 2019 y que aglutina a formaciones como la Agrupación Nacional de Marine Le Pen o la Liga de Matteo Salvini; y el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE) -en cuyas filas se integran, entre otros, Vox, Hermanos de Italia o Ley y Justicia-, que lograron 62 eurodiputados en las elecciones celebradas hace cinco años.

Ahora, en estos próximos comicios europeos cerca de 400 millones de europeos están llamados a las urnas para elegir a 720 eurodiputados -61 de ellos en el Estado español-, en una cita que puede dar un importante vuelco a la actual composición de la Eurocámara. La última proyección de Europe Elects para Euractiv otorga a cada uno de los dos grupos de ultraderecha 83 diputados, un importante impulso frente a los resultados cosechados en 2019 que les acerca a la tercera posición que hasta ahora han ocupado los liberales, que se desploman desde los 108 escaños de esta pasado legislatura a 85. 

De esta forma, un potencial grupo único de ultraconservadores, populistas y extrema derecha, con 166 escaños, se quedaría cerca del grupo mayoritario, el Partido Popular Europeo, a quien este sondeo concede 182 escaños -los mismos que en 2019-, por delante de los socialdemócratas, con 134 eurodiputados -20 menos que los logrados hace cinco años. Una posible alianza entre los grupos de ID y CRE parece más que improbable, como han demostrado varios intentos de cooperación estructurada habidos en el pasado. Esto es así por la amplia amalgama de fuerzas que integran estos grupos de extrema derecha, su diversidad de intereses, sus diferencias en cuestiones clave como la invasión rusa de Ucrania y las luchas de egos entre los líderes de algunos de estos partidos para capitanear esta eventual entente. 

No obstante, sí parece evidente que el mayor peso de estos grupos dentro de la Eurocámara les hará ganar capacidad de influencia y formaciones como las que lideran Giorgia Meloni o Marine Le Pen han redoblado sus aspiraciones para ganar cuotas de poder dentro del bloque comunitario.

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, presidenta del grupo de los Conservadores y Reformistas de la Eurocámara. EP

En cualquier caso, resulta importante subrayar que todos los vaticinios que se puedan hacer a día de hoy son meras conjeturas, ya que las quinielas se están diseñando en base a los grupos constituidos en la Eurocámara en la pasada legislatura, que nada pueden tener que ver con lo que ocurra durante este próximo mandato. Y es que tras estos comicios los siete grupos del Parlamento Europeo saliente pueden perder delegaciones y miembros o ganarlos, pero también pueden desaparecer o aparecer otros grupos nuevos, tal y como ha demostrado la abrupta expulsión durante la campaña electoral de Alternativa para Alemania del grupo de Identidad y Democracia. 

Por otra parte, una de las grandes incógnitas que se deberán despejar tras los comicios será el papel de Fidesz, el partido del primer ministro húngaro, el populista Viktor Orbán. Tras romper con el Partido Popular Europeo, todo parece apuntar que esta formación -que en 2019 logró 13 eurodiputados- se integrará en las filas de los Conservadores y Reformistas Europeos, aunque no se descarta que pueda dar también un paso adelante para formar un nuevo grupo ultraconservador dentro de la Eurocámara que pueda absorber diferentes formaciones hoy en día bajo el paraguas del propio CRE o de ID.

TEJER ALIANZAS

De la capacidad que tengan las fuerzas de extrema derecha para tejer alianzas, de la fuerza de estos acuerdos y de cómo se configuren los grupos políticos durante lo que queda de junio y la primera mitad de julio -el 15 de julio es el último día para presentar los grupos políticos del Parlamento Europeo antes de la constitución, un día después, de la Eurocámara-, dependerá en buena medida la influencia en la política comunitaria que pueda llegar a tener la ultraderecha en esta nueva legislatura.

EL 'CORDÓN SANITARIO' A LA EXTREMA DERECHA SE RESQUEBRAJA

Mientras en las primeras elecciones europeas celebradas en 1979 (UE-9) los escaños de la extrema derecha representaban escasamente un 1% de la Eurocámara, con los cuatro diputados que en aquellos comicios consiguió el partido neofascista Movimento Sociale Italiano - Destra Nazionale, su crecimiento hasta entonces ha ido 'in crescendo'. En este sentido, solo en las elecciones de 1999 las formaciones de ultraderecha experimentaron un retroceso, aunque desde entonces estas fuerzas han pasado de una representación del 3,4% del Parlamento Europeo (UE-15) hasta el aproximadamente 18% con el que han contado en este última mandato (UE-28). De hecho, hasta 130 eurodiputados de la Eurocámara saliente se pueden catalogar como de extrema derecha, una cifra aún mayor antes de la salida de los diputados británicos una vez consumado el Brexit.

Ahora, las encuestas apuntan que las formaciones de extrema derecha y populistas, agrupadas dentro de Conservadores y Reformistas Europeos e Identidad y Democracia, podrían llegar a reunir hasta a uno de cada cuatro europarlamentarios. Ambos grupos reúnen a una variopinta mescolanza de fuerzas que comparten su discurso contra la inmigración o su negativa a ceder más soberanía a Bruselas, aunque también mantienen notables diferencias entre ellas en otros aspectos, lo que hace difícil vislumbrar si serán capaces de llevar a cabo un frente común de acción en la Eurocámara si se confirma el crecimiento de su representación que apuntan las encuestas. A estos partidos, además, hay que sumarles varias formaciones integradas dentro de los no inscritos, con diputados del Parlamento Europeo que no pertenecen a ninguno de los grupos parlamentarios organizados de la Eurocámara. 

De confirmarse este viraje del electorado europeo hacia la derecha y, en especial, hacia las posiciones más radicales, habrá que ver qué efectos tiene en el seno del bloque comunitario, en un momento de gran polarización y con importantes retos y desafíos por delante como la amenaza rusa, el cambio climático, la recuperación económica, la inmigración, la transición verde y digital o el conflicto entre Israel y Palestina.

A estas alturas, ninguno de los sondeos difundidos pone en duda que el Partido Popular Europeo (PPE), los conservadores tradicionales, serán la fuerza más votada, con una horquilla de entre 163 y 183 escaños, lo que le permitirá confirmar su mayoría relativa en el Parlamento Europeo. Hasta hace escasos meses, la posición de este grupo era bastante clara, tejiendo alianzas con socialdemócratas y liberales -y con apoyos puntuales de verdes e izquierda- y manteniendo un ‘cordón sanitario’ respecto a la extrema derecha. No obstante, los conservadores han ido variando últimamente esta estrategia, y han empezado a ‘cortejar’ a las fuerzas ultras -de la mano de su ascenso electoral en varios países-, lo que genera incertidumbre sobre lo que hará el PPE una vez configurada la nueva Eurocámara. 

De esta forma, el ‘cordón sanitario’ se ha ido resquebrajando de la mano de varias de las fuerzas integradas dentro del grupo de los populares europeos. Primero fueron los acuerdos regionales y estatales, pero ahora la amenaza de la extrema derecha se cierne sobre el mismo corazón de la Unión Europea. Este viraje sobre la configuración de futuras las alianzas políticas lo ha expresado de forma bastante clara -para lo que suele ser habitual entre la clase política en periodos preelectorales- la candidata del Partido Popular Europeo (PPE) y actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que en las últimas semanas ha abierto la puerta a llegar a acuerdos con la extrema derecha. De hecho, en un reciente debate en la Eurocámara tendió la mano a la líder ultraderechista italiana Giorgia Meloni, a quien ha invitado a trabajar conjuntamente en la próxima legislatura.