Se está constatando a diario la preocupante evidencia de cómo pretende configurar el panorama internacional la nueva Administración de Donald Trump mediante una estrategia diplomática unilateral que no conlleva garantía alguna de éxito en sus empeños en Oriente Próximo y Europa Oriental pero que es actualmente un factor de inestabilidad grave. La estrategia de anuncios grandilocuentes da paso a acciones concretas que responden a los intereses del presidente estadounidense pero cuyo calado es superficial. El encuentro anunciado en Riad entre las diplomacias de Washington y Moscú solo sirvió para constatar que no hay mimbres para una mínima aproximación en la guerra de Ucrania entre invasor e invadido, pero que da aire al régimen de Vladímir Putin y rompe la inestable unidad de acción internacional que se había consensuado para frenar el expansionismo ruso. El único efecto de la cita es un deterioro de los intereses europeos en materia de estabilidad. En paralelo, se está fracturando todo atisbo de unidad de acción entre los socios europeos de la UE y la OTAN, pese a los intentos por compartir una posición firme que ha protagonizado estos días el presidente francés, Emmanuel Macron. No se ha revelado ningún elemento que no fuera obvio antes de estas citas pero sí ha adquirido carta de naturaleza el desmarque de Italia –donde la extrema derecha de Giorgia Meloni se muestra alineada no solo con la postura laxa frente a la invasión rusa de Trump– de una posición coordinada en el seno de la UE. En estas circunstancias, se antoja difícil de anticipar una reacción colectiva frente a la unilateralidad de Washington en asuntos que afectan a la propia Europa y su área de influencia. Estados Unidos está desmontando los ejes de una asociación estratégica con Europa mientras levanta un muro de pugna económica que no tiene con Moscú pero sí con la UE. En ese sentido, ha dejado de ser un aliado fiable y sus intereses ya no son coincidentes. La quinta columna ultra que ha penetrado la opinión pública –y varios gobiernos– europeos es un factor de descomposición preocupante. Se ha venido fraguando sin ningún secreto y, sin embargo, no ha sido frenada ni respondida con contundencia por los gobiernos y las instituciones comunes. Los errores del pasado están gestando otros nuevos.
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