LA enmienda presentada ayer por el PNV a la Ley del Deporte que se aprobó ayer en el Congreso de los Diputados y que permitirá que varias selecciones vascas –las de pelota y de surf ya cumplen las condiciones– puedan participar de manera oficial en competiciones internacionales supone un histórico paso adelante para el deporte en Euskadi, aunque no es una estación de llegada. La medida logra el reconocimiento de la oficialidad de nuestras selecciones, una reivindicación histórica y mayoritaria en el país. Esta plasmación tiene la virtud de introducir en el ordenamiento jurídico una interpretación que no existía y que supone una base sobre la que seguir trabajando desde Euskadi. No tiene sentido mantenerse en un escenario de todo o nada si hay ámbitos del deporte en los que las y los deportistas vascos pueden empezar a dar visibilidad a una realidad sociocultural, política y deportiva que se desarrolla bajo la ikurriña. Por supuesto que queda un largo camino por recorrer pero solo podrá hacerse desde el establecimiento de cimientos legales como el ahora logrado. La mera voluntad o el proceso meramente reivindicativo no permiten materializar algo que no tenga sustento normativo o que, lo que sí lo tiene, resulte sistemáticamente excluyente de iniciativas deportivas internacionales propias, como dictó el precedente del Tribunal Constitucional. El pragmatismo con el que desde EH Bildu se argumentan otras iniciativas en busca de acuerdos en Madrid debería haber estado presente en este caso y no limitarse a que las iniciativas ajenas no cuenten con su apoyo por el mero hecho de no ceder protagonismo al Grupo Vasco en el Congreso. Es obligado recordar que la aprobación de esta enmienda ahonda en el cumplimiento de uno de los puntos del acuerdo de investidura firmado por el PNV y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Por otra parte, es precisamente la representación jeltzale, tanto en Euskadi como en Madrid, la que ha mantenido este asunto siempre en su agenda posibilista mientras otros no la han incorporado, conscientes de su dificultad y de la imposibilidad de casarla con las posiciones maximalistas que defienden. El paso dado sienta un precedente por la única vía con visos de materializarse. No es el final del camino pero sí un precedente clave para seguir recorriéndolo.