El actual verano, el primero en tres años sin restricciones pese a que la pandemia sigue golpeando con fuerza, está asistiendo a la recuperación del gasto de las familias en conceptos habituales de esta época, como las rebajas, las vacaciones, las fiestas populares o los festivales culturales. A la hora de hacer frente al abono correspondiente, el uso del dinero de plástico -tarjetas de débito o crédito - se ha incrementado en los últimos años, sobre todo desde la irrupción del coronavirus. No obstante, el uso del dinero en efectivo no ha experimentado el declive que muchos analistas sospechaban. Es más, la defensa por el metálico ha crecido, a raíz sobre todo de la reducción de sucursales y cajeros automáticos. Una medida que cada vez preocupa en mayor medida por lo que supone como perjuicio a la inclusión financiera y la igualdad de oportunidades en la sociedad. 

A finales de mayo, entró en vigor la reforma de la Ley para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, que garantiza los pagos en efectivo en los establecimientos. De esta manera, todo tipo de comercios están obligados a ofrecer la posibilidad de abonar el importe correspondiente en monedas y billetes. El Gobierno, no obstante, ha optado por mantener el límite de 1.000 euros como cantidad máxima para los pagos en efectivo de operaciones, ya que considera que de esta manera se combate mejor el fraude fiscal y la economía sumergida. Fue, precisamente, este objetivo el que marcó la propuesta del PSOE en junio de hace dos años cuando, al calor de la pandemia y de especulaciones no contrastadas que vinculaban el uso de monedas y billetes a una mayor posibilidad de contagio de covid, el partido que lidera el Ejecutivo propuso “la eliminación gradual de los pagos en efectivo, con el objetivo de su desaparición definitiva”. Días después, ante las críticas de numerosos colectivos y organizaciones, los socialistas dieron marcha atrás.

Sin embargo, el uso del dinero en metálico no ha retrocedido. Un informe del Banco de España muestra como la retirada de efectivo en cajeros creció un 8,7% en 2021, con una media de 175 euros en cada retirada, una cantidad que casi dobla a los 91 euros que se extraían en 2002. El efectivo está siendo un pilar más en la recuperación y puede, como destacan los expertos, contribuir a que los ciudadanos gestionen de manera más hábil el problema de la inflación, puesto que así el consumidor es más consciente de sus gastos. Y, aunque el porcentaje de la comisión bancaria se ha reducido hasta oscilar entre un 0,3% y un 0,4% de cada operación, el pequeño comercio también se ve beneficiado por el uso del efectivo sobre la tarjeta. En cualquier caso, sí parece generalizarse el empleo de la tarjeta para compras superiores a 100 euros.

  • El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) ha publicado un completo informe sobre la inclusión financiera en España. En él, se explica como la red de oficinas bancarias ha pasado, desde septiembre de 2008 a diciembre de 2021, de un total de 45.707 a 19.015. En Euskadi han caído de 715 a 410 (-42,7%) y en Navarra han descendido de 1.352 a 543 ( -59,8%). En el caso de la red de cajeros automáticos, el descenso no es tan acusado, ya que el cierre de sucursales no siempre implica el de la terminal exterior adyacente a la oficina. Así, el total de cajeros instalados en España (incluyendo los que no son de entidades) ha caído un 23% de 2008 a 2021 al pasar de 61.714 a 47.639.

Estas noticias llegan en un contexto de reducción sostenida de cajeros, especialmente en zonas rurales y poblaciones de tamaño medio. El año pasado, el porcentaje de terminales bajó un 3,7% a nivel estatal. La pandemia impulsó la digitalización, pero no ha frenado la utilización de monedas y billetes. El Banco de España ha constatado en un estudio que los jóvenes entre 18 y 24 años y las personas de más de 65 años son las que hacen un mayor uso del efectivo, mientras que la franja de edad entre los 30 y los 50 años es la más proclive al dinero de plástico y el comercio online.

A favor del dinero en efectivo juega su papel como facilitador de la inclusión financiera, pues las tarjetas bancarias pueden dejar fuera a colectivos vulnerables, como inmigrantes o personas de bajos recursos, así como a grupos sociales con menos conocimientos tecnológicos. “Debe tenerse presente que la posibilidad de pagar en efectivo sigue siendo muy importante para determinados grupos sociales que, por diversas razones legítimas, prefieren utilizar el efectivo en lugar de otros instrumentos de pago”, advirtió en marzo el BCE, que recuerda asimismo que “facilita al pagador el control de su propio gasto”. Los expertos advierten de que eliminar el uso del efectivo para combatir la evasión de impuestos es una medida radical que no se adapta bien a la cultura financiera mediterránea, muy contraria a la realidad nórdica:en Suecia, por ejemplo, el 95% de la compras al por menor se hacen ya sin efectivo y muchas sucursales no aceptan ni ofrecen billetes.