“Mi padre empezó con la explotación y hemos llegado hasta aquí”, dijo Félix Aras en su bienvenida a las autoridades a su granja El Molino, ubicada en el barrio carranzano de Manzaneda de Sierra. Antes de las intervenciones para presentar el Consorcio para la Transformación Sostenible de la Ganadería Familiar y Cooperativa pudieron visitar las instalaciones, equipadas con la última tecnología.

“Digitalización, eficiencia energética y bienestar animal” constituyen los pilares en su día a día, según resumió Iñigo Aramburu, gerente de la cooperativa Kaiku. Practican la “recría propia, de forma que las futuras vacas nacen y crecen aquí” en cincuenta hectáreas de prados, con doce dedicadas al “maíz forrajero para alimentación”.

Desde hace ocho años disponen de tres robots para ordeñar a las “180 vacas frisonas que dan 6.200 litros de leche al día”. Gracias a esta herramienta “les quitamos todo el estrés del proceso”. Pueden acercarse a ellos “cuando quieran”. “Cada vez que vienen les cae un poco de pienso y la máquina comprueba si les toca o no”. Una ayuda que “nos proporciona muchos datos para la gestión”. La leche va a un tanque de frío y, la temperatura se regula: “El agua fría de la red enfría la leche y la leche aumenta la temperatura del agua, que va a los bebederos de los animales”.

Además, las vacas portan un collar que monitoriza su actividad: “Minutos de rumia, temperatura, grasa, proteína y recuento celular”, detalló el ganadero Pedro Barreras. Más de lo normal “detecta el celo e indica el momento de la inseminación” y menos “puede destapar una enfermedad”.