A la espera de los alicientes que pueda ofrecer el equipo, en el Athletic el espectáculo está garantizado. Definitivamente, los dirigentes del club han asumido la responsabilidad de entretener a la afición y hacen gala de una amplia gama de recursos para no dejar a nadie indiferente. La última función (que promete nuevas entregas en breve, seguramente mañana mismo) merece ser comentada por su originalidad y también por la naturalidad observada en los actores que han intervenido, desenvueltos, consumados improvisadores.

Vaya por delante que el guión nos sitúa ante una historia que se ha de clasificar en el género de la ciencia ficción. Según reconoce Rafa Alkorta y para que luego digan que los jugadores no hacen nada, algunos miembros de la plantilla promovieron el pasado lunes, a escasas horas del cierre del mercado de fichajes, una operación en toda regla para forzar la contratación de Fernando Llorente. Podría decirse que en realidad pretendían rescatarle de su lánguida existencia allá en la punta de Nápoles porque el chico, bueno ya no tanto que va para los 36 años, les confesó que estaba como loco por volver al lugar del que se piró sin mirar atrás coincidiendo con su apogeo futbolístico.

Claro que no se trataba de una misión humanitaria a secas, pues en realidad los impulsores de la maniobra estaban pensando en el porvenir del equipo, en el beneficio que en plena época de vacas flacas generaría la formidable aportación del ariete que pacientemente fabricó Lezama.