BILBAO - La globalización económica y la digitalización han acelerado sobremanera los procesos de crecimiento de las empresas pero también han reducido su ciclo medio de vida. En pleno siglo XXI que una compañía vasca celebre sus primeros cien años de vida y siga viva fabricando el mismo producto que en sus inicios, tras adaptarse a los sucesivos cambios tecnológicos y requerimientos medioambientales, es una excelente noticia y este es el caso de Cementos Lemona.

Desde 2013 la compañía es propiedad del grupo irlandés CRH pero la sociedad Cementos Lemona fue fundada en tierras vizcainas el 30 de mayo de 1917, en medio de la I Guerra Mundial por, entre otros, Francisco Ozollo, Jerónimo Ochandiano, Juan Alberdi y Guillermo Saiz, pero pronto se ligó a la familia Gandarias-Ampuero hasta que fue adquirida mediante una OPA amistosa por Cementos Portland Valderrivas en 2006. Era la mejor época de la historia para la fábrica y el cemento, pero en 2013, por efectos de la crisis que hizo que el mercado español se redujese de 47 millones de toneladas a menos de trece millones, pasó al grupo irlandés CRH.

La empresa se constituyó para producir cemento, un elemento clave en el desarrollo económico, como el que ha vivido el País Vasco en estos cien años de vida. En sus orígenes, como en buena parte del proceso industrializador vasco, estuvieron las patentes extranjeras, en este caso de un técnico francés Julien Israel Blum, inventor de un sistema de hornos, molino y secado, con hornos verticales y molinos de bolas. Hornos que en sus orígenes eran, en parte, de madera.

Tras diversos problemas de puesta en marcha, en 1923 se puso en funcionamiento un primer horno rotativo, y en 1929, el segundo. En esta primera época el cemento de la entonces Portland de Lemona se utilizó para obras tan peculiares como la tribuna del campo de fútbol de San Mamés, en Bilbao, o el embalse burgalés de Ordunte.

Durante cien años, el cemento de la empresa vasca ha servido para construir buena parte de las infraestructuras más importante de Bizkaia y territorios limítrofes.

En 1926 fue obtenida la patente del cemento de escorias Neptuno, que constituyó una innovación en España. Las primitivas instalaciones de fabricación de clínker por el procedimiento de vía húmeda, después de diversas transformaciones y ampliaciones, fueron complementadas en 1964 con un horno Humboldt, de vía seca, con intercambiador de cuatro etapas y una producción de 450 toneladas diarias. Las instalaciones de vía seca acentuaron la contaminación por polvo en las inmediaciones de la fábrica que con el tiempo había quedado en medio de la localidad vizcaina de Lemoa. El polvillo blanco que recubrían los tejados de las casas fue una constante durante años hasta que se tomó conciencia medioambiental y a costa de importantes inversiones se puso fin al problema.

En 1964, la empresa acordó unas importantes ampliaciones de capital para facilitar el montaje de la maquinaria que formó parte integrante de esa nueva línea de producción.

El desarrollo económico de Euskadi en los años sesenta disparó el consumo de cemento. Fábricas, puentes, viviendas, etc. surgían sostenidas por cemento y la demanda creciente obligó a aumentar la capacidad de producción. En 1957 se puso en marcha un nuevo molino de cemento, y otro en 1963. En 1970, se instaló un tercer molino.

En 1970, se puso en marcha la instalación de otro horno Humboldt de 1.200 toneladas diarias de clínker acorde con los últimos avances de la técnica, alcanzándose una capacidad de producción total de 800.000 toneladas anuales de cemento.

En los años 80 se participó con otros cementeros en la construcción, en Estados Unidos, de dos terminales marítimas para recepción de cemento, y se adquirió Dragon, que poseía una fábrica de cemento en Maine, y una red de hormigoneras. En 1990, se procedió a la transformación del segundo horno Humboldt para aumentar su capacidad de 1.200 a 1.900 toneladas diarias. Para ello fue necesario instalar un nuevo intercambiador de calor con precalcinador RSP y tubería de aire terciario.

En 1981, como consecuencia de la crisis energética, se transformaron las instalaciones para utilizar carbón nuevamente como combustible tras unos años en los que se había usado fuel. Pero luego fue pionera en utilizar todo tipo de combustibles alternativos.

En 2004, se acometió una importante transformación en las instalaciones para reducir la emisiones a la atmósfera y configurar la fábrica actual, de las más modernas y eficientes del Estado. La caída del consumo interno ha hecho que Lemona se vuelque en el exterior con los próximos cien años en el horizonte.