PROBABLEMENTE el carácter distendido y alegre que gasta, su sentido lúdico del ciclismo, su capacidad para relativizar el apogeo y la caída, recuperaron la sonrisa de Mikel Landa en la Vuelta, a la que llegó con el gesto torcido y el ánimo taciturno que le dejó el Tour que salió de Euskadi, en el que soñaba con el podio de París. La carrera francesa presenció un Landa gris, que nunca pudo asomarse a la competición como quería. El escalador que había comenzado la campaña con buenos resultados, que finalizó la Itzulia en segunda posición detrás del inaccesible Vingegaard, se trastabilló en el Tour. Le acompañó la pena y la desdicha. Tras un julio a contracorriente, Landa acudió a la Vuelta sin demasiadas pretensiones. Además, finalizado su periplo en el Bahrain, el de Murgia, que correrá al lado de Remco Evenepoel en el Soudal las dos próxima campañas, no parecía entusiasmado con la carrera española. Sin embargo, es difícil descifrar a Landa, siempre dispuesto a sorprender porque, inteligente, no se toma demasiado en serio.
En la Vuelta, Landa ofreció una notable respuesta para rematar su singladura en el Bahrain. El murgiarra concluyó en quinta posición la Vuelta y ofreció el mejor perfil entre los competidores de la general tras el monstruo de tres cabezas del Jumbo. Si bien es cierto que se metió en carrera con la fuga que compartió con Kuss camino de Javalambre, después supo manejarse en la carrera con dignidad y ambición. Tras contener grandes pérdidas en la crono, –aunque cayó de la 5ª plaza de la general a la 11ª– Landa supo estar con los mejores en su terreno, algo que no logró en el Tour. El de Murgia fue escalando en la clasificación a medida que la Vuelta adquirió altura y sedimentó días de competición. En el Tourmalet fue séptimo. A partir de ahí continuó remontando hasta avanzar a la quinta plaza. Su actuación en el Angliru le subrayó. Fue cuarto en la cima. Llegó junto a Kuss. Sólo Roglic y Vingegaard se mostraron más fuertes que el alavés. De hecho, Landa fue el único entre los nobles que intentó derrotar a la aristocracia del Jumbo. Apostó por él. Landa superó a Mas en la general y se quedó a apenas 19 segundos de Ayuso en la general sin preparar a conciencia la Vuelta. Eso remarca su capacidad para estar con los mejores.
Escasa huella
Landa fue la buena noticia de la participación vasca en la Vuelta. Salvo el de Murgia y la determinación de Jon Barrenetxea y Ander Okamika buscando protagonismo a través de la fuga, la huella del resto fue más bien escasa. Imanol Erviti, reclutado a última hora, le tocó trabajar en favor de Mas aunque lo probó en alguna escapada. Esa misma tarea desarrolló Oier Lazkano. El gasteiztarra, que está completando una gran campaña, rindió por debajo de lo esperado. A Jonathan Castroviejo, que también se filtró en fugas, y Omar Fraile les tocó arrimar el hombro en el Ineos, con escaso vuelo en la Vuelta.