Bilbao - Con la esperanza de que la historia no se repitiera tres años después en el imponente frontón Bizkaia, donde en 2016 un lanzado Iker Irribarria se convirtió en el campeón manomanista más joven de la historia, Mikel Urrutikoetxea intentó lanzar ayer un guiño al destino. Lo hizo, en su feroz deseo de revalidar el campeonato conquistado en 2015, con una decidida y efectiva puesta en escena que no obtuvo el impacto deseado en transcurso de una titánica e “igualada” final, tal como acertó a definirla el delantero de Zaratamo, “apenado” tras la dura derrota sufrida en un encuentro que “cualquiera de los dos podía haber ganado”. “El partido se ha decidido por pequeños detalles y es duro quedarse a dos tantos del título más preciado, pero me quedo con el trabajo que he hecho”, agregó ante los medios de comunicación el propio Urrutikoetxea, que se vio superado por el martillo de Irribarria en una contienda en la que el de Arama lució su indomable zurda.

Al guipuzcoano, eso sí, le costó coger el punto a un duelo en el que fue Urrutikoetxea quien golpeó primero y quien disfrutó de la mayor ventaja que reflejó el marcador (15-10). En la primera parte de la final, no en vano, el vizcaino se sintió “a gusto” y “disfrutando con el resultado a favor”, pero los detalles, tan relevantes siempre cuando reina la igualdad, dieron la espalda a un Urrutikoetxea que no supo señalar la clave de su derrota. Reconoció, no obstante, que “con el 18 iguales he cometido dos errores clave y a falta de dos tantos el margen de recuperación era muy pequeño ya. En el último saque tampoco he acertado, pero lamentarse ahora es en balde y no sabría decir cuál ha sido la clave real del partido, porque ha sido una final muy igualada”. “No me consuela que haya sido una buena final, pero si ha sido del gusto de la gente, me alegro. Era uno de los objetivos, aunque quería ganar y no haberlo conseguido me deja con esa pena”, agregó asimismo el de Zaratamo, quien reivindicó en la sala de prensa del Bizkaia que “seguramente habré hecho unas cosas bien y otras mal, pero jugando a ese ritmo era normal. Ha habido tantos de todo tipo por parte de los dos, quizás tenía que haber acertado más con mi saque, pero ahora no valen para nada los lamentos”.

Cuestionado por lo acontecido tras el 15-10, momento en el que la final cambió de color, Urrutikoetxea no dudó en alabar la reacción de Irribarria al apuntar que el de Arama logó dar la vuelta al partido “a base de jugar bien”. “Me voy como subcampeón a casa y me da pena, pero estar en una final de mano a mano siempre es especial y me quedo también con la carrera que llevo”, aseguró el vizcaino, quien recordó que el año pasado lo pasó “muy mal” durante el tiempo que tuvo que estar parado, sin competir.

SIN EXCUSAS Poder desafiar ayer a Irribarria en una nueva final del Manomanista, así las cosas, fue un motivo de satisfacción para un Urrutikoetxea que piensa ya en el futuro en busca de nuevas conquistas. La derrota de ayer, con nuevas dosis de aprendizaje envueltas en un “gran ambiente”, se consumó sin excusas de por medio. La mano izquierda del pelotari de Zaratamo, sin ir más lejos, respondió favorablemente. “Ya dije que la mano no iba a ser ninguna excusa y no lo ha sido, porque me ha respondido bastante bien”, se encargó de subrayar Urrutikoetxea, que cayó con todos los honores en una vibrante final que reflejó hasta siete empates en el luminoso -2-2, 3-3, 4-4, 7-7, 15-15, 17-17 y 18-18- antes de tocar a su fin con los dos pelotaris tumbados en el suelo y fundidos, instantes después, en un deportivo abrazo a la espera de otra cita de altos vuelos en la que verse las caras.