A sus 44 años, Tom Brady regreso en la noche del lunes a Foxboro, el escenario en el que se convirtió en gran leyenda del fútbol americano enfundado en la equipación de los New England Patriots, y en un duelo que levantó enorme expectación por su enfrentamiento con su anterior entrenador, el genial Bill Belichick, se llevó la victoria al mando de los Tampa Bay Buccaneers (17-19), a los que comandó hasta el título de la NFL el pasado curso. No fue un partido especialmente brillante del quarterback de San Mateo, pero en el primer cuarto batió la marca histórica de yardas de pase de la NFL (lo ha dejado en 80.560) superando a Drew Brees.

Llegando a la liga por la puerta de atrás -selección número 199 del draft de 2000-, Brady construyó junto a Belichick una auténtica dinastía en los Patriots (seis de sus siete anillos de campeón, tres veces elegido MVP) durante veinte temporadas antes de romper su unión el pasado curso para recalar en los Buccaneers, con los que volvió a tocar el cielo de los elegidos. Por eso el choque del domingo fue tan especial. Y no defraudó, ya que tuvo emoción e incertidumbre hasta el último segundo, con los Patriots del novato QB Mac Jones dando la cara e incluso llevando la iniciativa durante varias fases de la contienda. Los anfitriones tuvieron incluso la oportunidad de llevarse la victoria con un lejano field goal de 56 yardas de Nick Foles, pero su chut impactó en el poste y fue Brady el que acabó celebrando el éxito ante su antigua afición. Al final, Brady y Belichick se saludaron en el centro del campo con un educado pero frío abrazo de leyenda.