Jon Rahm, como sucedió hace tres años en Paris, abrirá hoy viernes la Ryder Cup en el formato de foursomes junto a Sergio García, como se desveló ayer jueves tras la ceremonia de inauguración. Sus rivales a partir de las 14.05 horas de Euskadi serán Jordan Spieth y Justin Thomas, una pareja que ha logrado muchos puntos para Estados Unidos. Completan la primera tanda de partidos Casey-Hovland contra Johnson-Morikawa, Westwood-Fitzpatrick contra Koepka-Berger y Poulter-McIlroy contra Cantlay-Schauffele. "Ahora me siento menos intimidado, ya no soy un novato y entiendo mejor cómo funciona todo", dijo Jon Rahm antes de conocer una pareja que se venia barruntando y que Padraig Harrington pondrá en el campo a las primeras de cambio.

El de Barrika es uno de los jugadores a seguir, no puede ser de otra manera cuando se trata del número 1 del mundo. "A París llegué como número 3, pero ahora he ganado un major y he crecido mucho en todos los aspectos, también como persona", añadió quien se espera que sea una de las referencias del equipo europeo junto a Rory McIlroy, Sergio García y Ian Poulter. Por detrás de Rahm en el escalafón mundial, está todo el equipo estadounidense, jugadores con los que está acostumbrado a batirse en los grandes torneos.

"No voy a salir ahí y decir que soy el líder del equipo, no tengo tanto ego", apuntó Rahm, que se siente rodeado de "muchos buenos jugadores que pueden ser protagonistas porque tienen mucha más experiencia". "Yo solo dejaré que hablen mis palos para aportar todo lo que pueda. Al fin y al cabo, esto es un trabajo de equipo", añadió. El campo de Whistling Straits, inspirado en el diseño de Pete Dye en los links británicos, va a estar largo tras las lluvias caídas los días anteriores y hará falta pegarle fuerte a la bola para que ruede por las calles. Con mil trampas de arena y unos contornos amenazantes, el juego de tee a green es fundamental y esa es, justamente, una de las virtudes del barrikoztarra.

un año maravilloso

Jon Rahm, a quien acompañan su mujer, su hijo y sus padres en estos días en Wisconsin, ha vivido una montaña rusa de emociones desde que fue padre en abril. Luego, pasó dos episodios de positivo por covid, uno le impidió ganar The Memorial y el otro le dejó fuera de los Juegos. Entre medias, ganó el US Open, su primer major, y acabó el curso a un golpe de llevarse el PGA Tour. "Han pasado tantas cosas desde entonces. Los buenos momentos, las grandes experiencias, la felicidad supera ampliamente los contratiempos, y eso es todo lo que puedo decir de este año maravilloso. Ganar la Ryder sería un final muy bonito, sin pensar en qué más podría haber logrado", aseguró. Rahm recordó que la victoria de 2018 en París "creó un vínculo inolvidable en el equipo y sería una sensación muy buena poder ganar otra Ryder en suelo estadounidense. Es algo que todos queremos de verdad".

Jon Rahm habló también de nuevo del legado que en el torneo, que cumple ya 43 ediciones, dejaron Seve Ballesteros y Txema Olazabal y que continúa Sergio García, que suma tantos puntos en su carrera como todo el equipo estadounidense de 2021. El de Barrika quiere unirrse a esa especial relación con la Ryder Cup, con una semana en la que todo es diferente a lo habitual. De hecho, él juega al golf porque su padre Edorta se enganchó a este deporte tras asistir a la edición de 1999 en Valderrama y esa afición la transmitió a su hijo, que ahora es el número 1 del mundo y uno de los nombres destacados del torneo.

Desde 1979, cuando la Ryder Cup se abrió a los jugadores de todo el continente, Europa ha sumado doce triunfos y Estados Unidos quiere romper el dominio de los europeos, que han ganado cuatro de las últimas cinco ediciones. El triunfo de los de las barras y estrellas llegó en 2016 en Hazeltine, Minnesota, y en 2012 se produjo el mítico Milagro de Medinah con la gran remontada de los capitaneados entonces por Olazabal. Hoy arranca la edición más incierta, la que tuvo que aplazarse por la pandemia y tras mucha incertidumbre podrá disputarse con público, aunque sea todo local.