LOS hombres alzaron los remos al cielo y se lanzaron al agua, emocionados, envueltos en sonrisas, sudor por el esfuerzo y lágrimas de felicidad. En la playa de la rampa se acercaban las mujeres para besarles, los amigos para abrazarles, el pueblo feliz para celebrarlo junto a ellos. La imagen no era la clásica porque la pandemia ha difuminado ese estampa habitual de La Concha: las aficiones entremezcladas y los elegidos para la gloria descalzos para meterse al agua, junto a los suyos. Ahora apenas permiten el paso a un puñado, apenas a los allegados.

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La victoria de la Sotera en La Concha en imágenes

Por eso la estampa que vengo a describirles cobra más fuerza: porque no había una marea humana que la tapase. De entre aquel alborozo de hombres felices salió uno de ellos, el más renombrado, el patrón de la Sotera Gorka Aranberri. Sorteó la delgada trinchera y de espaldas a la celebración, a media rampa ya desnuda, hincó las rodillas en tierra. Apenas le miraba nadie porque la fiesta estaba en la mar. Pero Gorka, con lágrimas en los ojos, sabía lo que hacía y para quien: abrió los poderosos brazos que habían guiado a los suyos hacia la gloria para abrazar a sus dos hijas pequeñas y solo se puso en pie, unos minutos después, para besar a su esposa "La mujer gracias a la cual puedo remar en Santurtzi", diría poco después en el carrusel de entrevistas. Lo había vivido antes en soledad y junto a las suyas. La estampa recordaba a la de un ídolo griego haciendo una ofrenda a sus diosas en la intimidad del santuario más sagrado del remo.

Santurtzi hace historia en La Concha. Vídeo: Pablo Viñas

Santurtzi hace historia en La Concha

Santurtzi hace historia en La Concha

¿Dónde estaba ese pueblo de Santurtzi que había acompañado a la Sotera hasta Donostia para acompañarle en las últimas paladas, 36 años después de la última Bandera de La Concha conquistada; esa sobre la que bromeaban en los preámbulos con el son de "solo tenemos fotografías en blanco y negro"...? Recuperando el color tras una regata se infarto en la que la Sotera sufrió hasta la última palada en una txanpa de vuelta que será recordada durante décadas.Sotera El GPS marcada la igualdad, un segundo arriba la Sotera, un segundo por delante la Ama Guadalupekoa de Hondarribia. Al paso por la isla la bandera estaba en manos de la trainera verde. A 400 metros, también. A 300 metros parece que ya no... ¡uf! Los cronómetros tocaron a Aleluyas en Santurtzi. Una ventaja morada de 48 centésimas de segundo hecha la suma de las dos jornadas. Los lamentos de Hondarribia por aquellos tres segundos perdidos en la primera jornada se escucharon por todo el Cantábrico...

¿Dónde estaba el pueblo feliz, preguntaba? Por el puerto corría Ander Zabala, bandera en ristre. ¿A dónde irá?, se preguntaban los más despistados. Una curva y... ¡zas! En la balconada sobre Portaletas estaba medio Santurtzi esperando a sus héroes al son del "Mírala, mírala, mírala, mírala" que sonaba como una banda sonora rescatada del ayer, de uno de aquellos vinilos de hace 36 años. ¿En la cara B, pregunta usted? Les recuerdo: "Sotera / es la trainera, / que quita el hipo / a Euskadi entera". Zabala ondeaba la bandera con las últimas fuerzas que le quedaban a ese compás.

La mañana, quizás por la cercanía, estuvo teñida del amarillo de Orio con mujeres bajo paraguas amarelos; los jóvenes remando en tierra firme y un escuadrón de mujeres Bikingas, dejándose la voz. También emparaguado asomaba un grupo de Zierbana por una esquina y más cantarín otro, por la otra. "A ver si pescamos en río revuelto", musita un tercero, a lo que le replicó un viejo del lugar que tuviesen cuidado con La Donostiarra, cuyo nombre también revoloteó por las quinielas en la ziaboga (la ciudad hubo de conformarse con la bandera femenina que logró, por primera vez en su historia, Arraun Lagunak...). Luego ya no. Luego ya se enzarzaron en el cara las dos traineras del año: la aristocrática Ama Guadalupekoa de Hondarribia y la Itsasoko Ama, la vieja trainera a la que el pueblo le reconoce como Sotera. La historia ya esta contada, con toda su crudeza y toda su emoción, con la figura del ídolo echándose en brazos de su diosas y el pueblo esperando la bandera a media tarde, cuando llegó a Santurtzi.

Gorka Aranberri salió de las aguas y de la multitud para arrodillarse ante sus hijas y su mujer, abrazándolas. Nadie les miraba...

La mañana se tiñó del amarillo de Orio pero se oyó la voz cantarina de Zierbana y los lamentos de Hondarribia por los 3 segundos perdidos