BILBAO - La vida del Bilbao Basket ha cambiado muchísimo en el último año, aunque mucho más en lo referente al ecosistema deportivo en el que se desenvuelve que en lo que tiene que ver con sus propias dinámicas. Hace doce meses, el conjunto vizcaino purgaba en la LEB Oro sus flagrantes excesos del pasado y en la categoría de plata del baloncesto estatal era algo así como el gran reclamo, la cancha que todos el mundo quería visitar por su gran afluencia de público, el rival al que todos querían derribar por su notable currículum reciente. A día de hoy, los hombres de negro han recuperado su lugar en la élite y por esa condición de recién llegados apuntaban a ser un equipo más, nada especial, uno de esos grupos humanos llamados a pelear por la supervivencia deportiva sin llamar demasiado la atención ni generar grandes titulares.

Pero ocurre que en un ecosistema muy distinto el conjunto de Miribilla ha mantenido sus exitosas constantes vitales. Transcurridas ya veinte jornadas de Liga Endesa, el conjunto que entrena Álex Mumbrú suma doce victorias, solo una menos que las que acumulaba en LEB a estas alturas de curso. Doce meses atrás, los hombres de negro llegaron a esa vigésima jornada con un triunfo por 81-70 ante el Lleida que colocaba su balance en 13-7, lo que les permitía ocupar la tercera plaza de la tabla empatados con el Oviedo, segundo, y el Huesca, cuarto, con el Betis ya totalmente fuera de órbita. A día de hoy, el balance de los bilbainos muestra un celestial 12-8 tras someter a domicilio a un conjunto de Euroliga como el Valencia Basket, lo que les permite ser sextos en la clasificación de la ACB y observar por el retrovisor a equipos muchísimo más potentes en lo deportivo y económico como Unicaja, Gran Canaria, Baskonia o el propio conjunto taronja. Ver para creer.

Lo que está consiguiendo en el presente ejercicio el cuadro dirigido por Mumbrú roza ya lo milagroso. No es solo que el objetivo de conquistar doce victorias, la barrera en la que suele colocarse la salvación, con el que se arrancó la temporada se haya conseguido cuando todavía quedan por disputarse catorce jornadas, sino que el equipo ofrece una sensación de seguridad, contundencia y brillo que debería ser impropia de un grupo humano repleto de jugadores jóvenes y con escasa o nula experiencia en estas lides. Para muestra, lo acontecido en la Fuente de San Luis el domingo. Llegaban los hombres de negro tras sufrir en la cancha del Gran Canaria su peor derrota del curso (-38), con la pésima noticia de haber perdido a su jugador más especial por diferente, Jaylon Brown, prácticamente hasta el final de temporada y con la ausencia también de la pieza de rotación llamada a ocupar su sitio, Tomeu Rigo, y lo que hizo fue plantear un duelo de tú a tú, sin ningún complejo, ante uno de los equipos más en forma de la Euroliga actualmente.

Poniendo toda la carne en el asador desde el primer minuto, el Bilbao Basket obligó al Valencia Basket a jugar incómodo desde el salto inicial. Fueron los visitantes los que colocaron a una altura elevada el nivel de intensidad y los de Jaume Ponsarnau no quisieron bajar al barro durante muchos minutos. La pizarra de Mumbrú les permitió lucir muñeca desde los 6,75 pero les minó todas las distancias cortas e intermedias y cuando se dieron cuenta de la necesidad de pisar a fondo ya era tarde. El Bilbao Basket se comportó con el aplomo de los equipos graníticos y de hechuras potentes. Exactamente con la misma solidez y eficacia que mostraba hace año en un ecosistema muy distinto y mucho más favorable.