EL Bilbao Basket viajó a Gran Canaria para adentrarse en un agujero negro del que no pudo salir durante cuarenta minutos que se hicieron interminables y eternos. Entre todo lo que habían mostrado los hombres de negro durante esta temporada que sigue siendo exitosa y lo que sucedido ayer hay una distancia tan enorme que solo los protagonistas podrían explicarlo. Y, seguramente, ni eso. Son esas cosas que tiene la competición y que provocan que un equipo que llevaba seis victorias consecutivas y mostraba un alto nivel de confianza y solidez regrese a una isla más maldita que nunca con la cuarta derrota más abultada de su historia. Con todo, no fue lo más negativo ya que la lesión de Jaylon Brown trastoca los planes del club a corto plazo. Porque si lo peor del deporte no había aparecido aún por Miribilla, fue ayer cuando todo aquello que podía salir mal salió mal.

Probablemente, se juntaron en el Gran Canaria Arena el hambre de un equipo como el local necesitado el triunfo y al que Fotis Katsikaris exigía intensidad incluso cuando iban ganando por cerca de 40 puntos y otro con cierta sensación de saciedad después de todo lo vivido hasta ahora. Desde los primeros minutos se vio que el partido tenía mala pinta para el Bilbao Basket y por más que Álex Mumbrú se diera cuenta de que a sus jugadores les faltaba tensión e intensidad no hubo manera de corregir el rumbo y la cosa acabó como acabó.

Suele decirse que estos partidos son para olvidar, pero Mumbrú no dejará que eso suceda porque puede servir como toque de atención y, seguramente, de esa manera lo manejará el técnico. No hay que hacer dramas, pero sí destacar que cuando en la Liga Endesa no sales al campo con la disposición correcta derrotas como la de ayer son probables. El Bilbao Basket no lo ha hecho hasta ahora y por eso ha conseguido todo lo que ya tiene. Y por eso debe mantener la misma actitud de las dieciocho jornadas anteriores porque conformarse no puede ser una opción. Los bilbainos pueden ser ahora mismo un rival a batir desde el punto de vista de la motivación ya que es el único equipo que apenas cubierta media temporada tiene su objetivo principal casi cumplido. Por eso, hay que buscar otros que tengan que ver con lo colectivo, nunca con lo individual, para mantener alta la tensión.

Ayer no salió nada de lo que intentó el Bilbao Basket y tampoco la temprana salida de Brown ayudó a que el plan saliera como estaba previsto. Hubo jugadores fuera del partido, otros obligados a tomar roles poco habituales para suplir la aportación del escolta de Indiana y desde el inicio el equipo mostró una defensa poco decidida que dio demasiado espacio a los tiradores del Gran Canaria. Quizás se buscó jugar con la ansiedad de quien tenía la presión, esperar su error, pero a medida que los locales, empezando por el incontenible Demonte Harper, encontraron el acierto los puntos fueron cayendo como losas sobre la escasa consistencia del Bilbao Basket, que volvió a sufrir cuando le hicieron grande el campo.

Para compensarlo, los vizcainos debían sumar mucho en el otro lado, pero les salió el peor día en ataque de toda la temporada en el que hubo desorden, selecciones de tiro discutibles y, como consecuencia, horribles porcentajes. El quinteto inicial parecía buscar un partido abierto, pero la inspiración se quedó en el vestuario. Con solo dieciocho canastas en juego, es imposible ganar, menos aún en la cancha que peor se le da al Bilbao Basket y ante un rival que no quería hacer prisioneros. Cada fallo no hizo más que agrandar la herida, por la que en el último cuarto manó la sangre a borbotones desde que Stan Okoye salió con ganas de reivindicarse, y al final el Gran Canaria se encontró con una victoria mucho más plácida de lo esperado.