MVP compartido en 2006 con el gran Kevin Durant en el McDonald’s All American, el partido que congrega a los mejores jugadores de baloncesto de instituto de Estados Unidos, siete temporadas en la NBA entre 2009 y 2016 con más de 400 encuentros disputados y 18 millones de dólares facturados, una temporada en la Euroliga y la Liga Endesa con el Baskonia y olímpico en París’24 representando al país de las barras y estrellas... en voley playa.
Así puede resumirse la peculiar trayectoria deportiva de Chase Budinger, quien a sus 36 años ha podido cumplir su sueño olímpico a los pies de la Torre Eiffel en una especialidad en la que aterrizó en 2018, una vez que decidió abandonar el deporte de las canastas, “mi primer y gran amor deportivo”, y reciclarse en una disciplina para la que ya había mostrado sobradas cualidades físicas y técnicas. El lunes debutó junto a su compañero Miles Evans con un 2-0 contra la pareja francesa, ayer cayeron derrotados por el mismo resultado contra los holandeses y el viernes se verán las caras con el combinado español formado por Pablo Herrera y Adrián Gavira.
Y es que Budinger, alero de 1,98 metros de altura y una gran capacidad de salto que le llevó incluso a competir en el concurso de mates de la NBA –perdió por un escaso 1% ante el anónimo Jeremy Evans en una edición cuyo vencedor salió de la votación de los aficionados– ya fue en edad escolar una gran promesa del voleibol. De hecho, el mismo año en el que compartió galones con Durantula fue elegido también mejor jugador de instituto del país en voleibol. Era la época en la que junto a su hermano Duncan –jugador profesional de voleibol como lo fue también su hermana mayor Brittanie– ejercía de pesadilla de los jugadores de voley playa de Moonlight Beach, cerca de su Encinitas natal en California. Universidades de primerísimo nivel como UCLA o South California le ofrecieron becas para seguir compitiendo en ambos deportes, pero Budinger decidió centrarse en los aros y recaló en Arizona.
Su primer año fue notable (15,6 puntos jugando de titular los treinta partidos) y llegó a declararse elegible para el draft de la NBA, entre rumores de que podía ser elegido entre los quince primeros, pero finalmente decidió seguir en los Wildcats. No progresó de la manera esperada y en 2009 su nombre no salió hasta la segunda ronda, número 44, del sorteo universitario. Le eligieron los Detroit Pistons y fue inmediatamente traspasado a Houston.
Sus cuatro primeras temporadas como profesional, las tres primeras en los Rockets y la cuarta en Minnesota, fueron buenas, con promedios siempre entre los 8,9 y los 9,8 puntos por cita y un máximo de 35 puntos en un encuentro. No era una estrella, pero sí un más que interesante jugador de rotación. Sin embargo, una operación de menisco en 2012 y una artroscopia un año después, ambas en la pierna izquierda, mermaron notablemente su explosivo físico. Aguantó en la NBA hasta 2016 con un ejercicio final repartido entre Indiana y Phoenix, pero se quedó sin sitio en la liga. Se dio una oportunidad en Europa, jugando con el Baskonia tanto en Liga Endesa como en la Euroliga, pero su rendimiento no fue nada del otro mundo (7,5 y 6,8 puntos, respectivamente), por lo que con 29 años tomó la complicada y arriesgada decisión de retirarse y darse una oportunidad en el voley playa.
La transición
“Fue difícil tomar la decisión de dejar un deporte que he practicado toda mi vida. Lo único bueno es que estaba planeado de esta manera. Lo más duro fue el momento de hacerlo. Estaba en una fase de mucha incertidumbre”, reconoció en Yahoo Sports. Para entonces, Sean Rosenthal, dos veces jugador olímpico de esta modalidad y con nueve victorias en el World Tour, ya había contactado con él para ofrecerle su colaboración en la siempre complicada transición de un deporte a otro. Fue su primer compañero y el cambio acabó teniendo final feliz. “La mayoría de los chicos, cuando terminan con un deporte, están un poco confundidos o perdidos a la hora de afrontar el siguiente viaje. Tuve la suerte de hacer la transición a un deporte nuevo inmediatamente y jugar al más alto nivel”, reconocía Budinger en 2018 en el podcast Sandcast.
Budinger y Evans, decimoterceros clasificados en el ranking mundial, consiguieron el pasado mes de junio su acceso a los Juegos Olímpicos, convirtiendo a Chase en el primer jugador de la historia en ser olímpico en este deporte tras haber jugado en la NBA. Una trayectoria sumamente peculiar por su carácter multidisciplinar.