Años atrás, Bernard Hinault, refractario a los halagos, vaticinó que Jan Ullrich, vencedor del Tour de 1997 a los 23 años, podría ganar diez ediciones de la Grande Boucle. Se equivocó el ceñudo bretón. Ciclista descomunal, nunca recuperó aquella gloria el alemán. Jan, el hombre, se perdió por el camino. A Ullrich, el competidor, se lo comieron las termitas del desasosiego, lacerado por su propio personaje, por su naturaleza. No fue capaz de reponerse a su propias expectativas. De Ullrich siempre se dijo que exudaba talento. Era cierto, pero bajo su portentoso físico convivía una persona vulnerable y un alma frágil.

Después de protagonizar varios oscuros episodios en los últimos años, daba la impresión de que Ullrich había encontrado al fin la paz interior, que había apagado sus demonios. Sin embargo, el precario equilibrio que mantenía, se ha quebrado nuevamente. El alemán ha vuelto a despeñarse. El excampeón del Tour se encuentra hospitalizado en México al sufrir una recaída en su estado de salud, relacionada con su adicción al alcohol y las drogas. En un reciente viaje a Cuba, donde celebró su cumpleaños, a Ullrich le agarró el vacío y se hizo añicos. Roto por dentro y desamparado tras la separación de su última pareja, el alemán se aferró a sus adicciones como tabla de salvación. Una huida hacia delante.

Ullrich se había repuesto de una grave depresión. Había vuelto a sonreír y su aparición en una clásica cicloturista en Mallorca hace apenas dos meses confirmaba la mejoría del ciclista de Rostock. "Hace unos años dejé las drogas y ya no bebo alcohol. Durante mucho tiempo no supe lo que era bueno para mí. El ciclismo siempre ha sido beneficioso, también ver a mis amigos y pasar el rato con mis hijos y mi familia. Pero me había olvidado de todo eso. Era mi problema " , explicó el alemán en un podcast compartido con Lance Armstrong.

Criado en Alemania del Este, pupilo de la escuela soviética que adoraba la disciplina tanto o más que la ausencia de emociones de sus deportistas, el talento de Rostock se coronó en los Campos Elíseos de París en 1997. Se anunciaba el campeón de una década, pero incapaz de digerir su estatus, de gestionarse a sí mismo, fue perdiendo el brillo de su estrella. No volvió a ganar el Tour y su competitividad fue decreciendo, si bien su talento le alcanzó para sostenerle con decoro a pesar de sus usos y costumbres. La decadencia se fue apoderando de él.

Ullrich no se cuidaba como un profesional y ese comportamiento errático fue laminándole por dentro de tal modo que su nombre acabó en el frigorífico de Eufemiano Fuentes. La Operación Puerto delató al Hijo de Rudicio. El alemán se retiró a los 33 años, en 2007, después de que el ADN le relacionara sin genero de dudas con las bolsas de sangre que reposaban en el frigorífico. Ullrich, uno de los deportistas más venerados en Alemania y el primer y único germano en ganar el Tour, apagó su biografía deportiva en 2007.

EPISODIOS OSCUROS

Descolgado del ciclismo, los problemas personales fueron colonizando a Ullrich, al que apolillaron el alcohol y las drogas. Atrapado el alemán en la espiral de sustancias estupefacientes, padre de tres hijos, se separó de su segunda mujer sumido en una depresión. En ese tiempo protagonizó capítulos sórdidos. Fue detenido por allanamiento de morada. Más tarde, traspasó otra línea roja. La policía detuvo a Ullrich por violencia machista. Golpeó y trató de asfixiar a una escort de lujo.

El ingreso en una clínica de desintoxicación y la ayuda psiquiátrica restablecieron al alemán, que encontró el cobijo de la comprensión en antiguos compañeros de pelotón, como Armstrong. "Ya conoces mi historia, hace tres años estaba muy mal. Vinisteis a verme y yo estaba en el mismo camino que Marco Pantani, casi muerto. Y luego me recuperé y tengo buenos amigos, incluyéndote a ti, que me devolvieron la vida. Ahora estoy muy feliz", confesó Ullrich hace un par de meses. Cuando parecía rehabilitado, el alemán se ha estrellado nuevamente. El calvario de Ullrich continúa.