NI en los sueños, el territorio de la infancia la imaginación y los imposibles, pensaba Alejandro Valverde acceder al podio de la Vuelta. A los 39 años, el ciclista que nunca termina, el que siempre está ahí, accedió al cajón de la Vuelta diez años después de su triunfo en la ronda española. En Madrid elevará el mentón con el segundo puesto, solo por detrás de Primoz Roglic, el vencedor de la carrera. A su lado, un chiquillo, Pogacar, acompañará al murciano y al campeón. “Estoy muy satisfecho; no soñaba con un segundo puesto ni de lejos, quizás sí con ganar alguna etapa”, apuntó Valverde en la Plataforma de Gredos, donde rescató el escudo de su experiencia para no claudicar ante le empuje de Pogacar, la irrupción más estruendosa que se recuerda en la Vuelta.

“No tenía ninguna referencia con Pogacar. No sabía nada, porque con el agua escuchaba muy flojo y creo que tocándome el pinganillo he cambiado de canal. Al final me he puesto a tope hasta arriba y he podido mantener el segundo”, analizó Valverde. El murciano contó que fue el público el que le ofreció a viva voz las referencias de tiempo con el esloveno. “El público de las cunetas me ha dicho ¡está cerca de los dos minutos, tienes que ponerte a tope Alejandro! y he intentado minimizar los tiempos”, argumentó el líder del Movistar. Con el logro de la presente edición de la carrera, Valverde alcanza su noveno podio en las tres grandes. Siete de ellos corresponden a la Vuelta a España.

En ese cajón se enroscó Pogacar tras una memorable actuación. El esloveno también se hizo con el maillot de los jóvenes. Con apenas 20 años y tres etapas conquistadas, la aparición de Pogacar es una de las mejores noticias que deja la Vuelta. Su director, Josean Fernández Matxin, confiaba en el podio de su pupilo. “Ya dije al principio que para mí era candidato al podio. Parecía una bilbainada, pero no lo era. El equipo cree en él y él cree que en equipo”, cerró Matxin. - C. Ortuzar