ANTES de que comenzara el Tour escribí aquello de que Le Tour, c’est le Tour. La carrera francesa es traicionera. Siempre ocurre algo. La etapa, a priori, parecía sencilla, sin ningún tipo de preocupación para los de la general. Sin embargo, todo saltó por los aires. Fue el día en el que más diferencias hubo entre los favoritos del Tour. En cualquier momento, los vientos de la carrera cambian de dirección. El Tour nunca perdona. Es lo que tiene esta carrera. La jornada fue decisiva para la general. Thomas y Bernal salieron muy fortalecidos, mientras que Fuglsang, Porte, Urán y Pinot quedaron muy tocados después de los abanicos provocados por el Ineos y los equipos de los esprinters. Ese tiempo que perdieron es mucho para pelear por el Tour. Caso aparte merece Mikel Landa. La mala suerte se cebó con él al sufrir una caída porque Barguil, sin querer, le derribó. Landa perdió más de dos minutos. Demasiado. La otra cara de la moneda fue para Van Aert. El Jumbo celebró el cuarto triunfo. Tres individuales y el de la crono por equipos. Hoy toca jornada de descanso. Lo necesitarán después de diez días de desgaste.