zumarraga- Pedro Horrillo, exciclista y ahora director técnico de la Itzulia. ¿Cómo comenzó?

-El año pasado entré a colaborar con la organización. Como excorredores, conocemos sitios que igual los directivos no saben que existen. Así que me ofrecí en su día para aportar cosas distintas a los recorridos. En mi grupo de entrenamiento, cuando planeaba yo la ruta del día, el resto se echaba a temblar (risas). Siempre había alguna emboscada.

¿La Itzulia de 2018 llevó su sello?

-Pude meter mano en algunas cosas, pero me encontré con que otras ya estaban cerradas de antemano. En esta edición hemos partido de cero y ya he disfrutado de más libertad, dentro de unas premisas previas en cuanto a dónde tienen que empezar y terminar las etapas.

El año pasado ya se dio una vuelta de tuerca a la carrera.

-La Itzulia tenía un esquema bastante institucionalizado, pero siempre sin un punto especialmente decisivo, y el potencial de nuestra geografía se veía desaprovechado. Eran jornadas de selección, en las que lo habitual era que llegase a meta un grupo de 25-30 corredores que se defendían bien cuesta arriba y que se la jugaba al esprint. La emoción de la general quedaba para la contrarreloj del último día, lo que bloqueaba la carrera. El año pasado quisimos romper con todo esto poniendo la crono en mitad del recorrido y dotándole de un perfil llano.

¿Por qué vuelven a cambiar?

-No hemos querido dormirnos en los laureles. Buscamos que estas nuevas variaciones vuelvan a funcionar, para hacer una carrera más atractiva si cabe. En cualquier caso, de la Itzulia de 2018, hubo una circunstancia que no se dio como esperábamos?

¿Cuál?

-La crono llana de Lodosa debía significar un contrapunto a las jornadas de montaña y media montaña. Resultó, sin embargo, que el dominador de la contrarreloj, Roglic, fue también el más fuerte cuesta arriba.

¿Qué buscan este año con la crono inicial de Zumarraga?

-Creo que, tras la contrarreloj, tendremos a un grupo de unos 15-20 corredores en unos 20 segundos. Y a partir de ahí, contando con que en todas las etapas restantes habrá bonificaciones, tanto en las metas volantes como en la llegada, los favoritos deberán involucrarse en el día a día.

Comenzando por el final de Gorraiz al día siguiente, en la etapa del famoso ‘sterrato’.

-La meta está situada en una subida de 800 metros al 6%. No hablamos de una cuesta que pica hacia arriba y ya. Hablamos de un repecho bueno. ¿El sterrato? Es una propuesta del Ayuntamiento de Sarriguren, probada con éxito el año pasado en la Vuelta a Navarra. Su carácter decisivo, más que en la gravilla, puede residir en la estrechez de estos caminos, así como en la tensión previa a entrar en ellos y en la subida de la meta, claro.

El final en Estibaliz también se sitúa tras una pendiente.

-La subida a la que te refieres es de dos kilómetros, pero al 4%. Se trata de rampas más asequibles, pero los favoritos tendrán que implicarse de nuevo. En los últimos 40 kilómetros bordearemos el pantano de Uribarri, y llegará luego un tramo final más complicado de lo que parece sobre el papel. Me habría gustado diseñar una jornada algo más dura.

¿Qué me dice de la cuarta etapa, con final en Arrigorriaga?

-Algo parecido a lo de la tercera. Para empezar, se sube Bikotz Gane. La cima está a 35 kilómetros de meta. Pero hablamos de un puerto serio, que puede hacer mucho daño si hay velocidad. Desde allí hasta meta te plantas enseguida en Arrigorriaga, con una subida final que se antoja pequeña en el perfil pero que puede establecer diferencias entre los mejores, ya con cierto desgaste acumulado en las piernas.

La quinta invierte el orden habitual de ascensiones a Arrate.

-Por un lado, adelantamos la subida que de verdad hace daño, por pendiente y estrechez, que es la de Matsaria. Queremos que la ascensión deje huella en las piernas de los corredores, que establezca diferencias y grupos. Hasta la subida final a Arrate, hemos buscado un terreno intermedio apto para la batalla, incluyendo Trabakua en lugar de San Miguel. Esto da pie a pasar por dos piquitos que se ven en el perfil, las subidas a San Pedro y Areitio, que van a suponer mucho castigo. Luego sí, llegará la subida a Arrate por la carretera clásica. Con el paso de los años, esta ascensión ha perdido fuerza, pero si existe un desgaste previo, puede generar diferencias.

La traca final llegará el sábado con final en Eibar.

-Hemos buscado una etapa corta y nerviosa. Me hubiese gustado que el kilometraje fuera menor. Queremos es una carrera viva desde el kilómetro cero. Y el perfil, un constante sube y baja, puede llevarnos a ello. Respecto a 2018, repetimos paso por Azurki. Subimos por primera vez a Karakate, una ascensión por pista de cemento que no tiene rampas imposibles. Accederemos a Asentzio desde Angiozar, donde habrá un sprint intermedio con sus bonificaciones. Espero que se vea ciclismo del bueno.

Los ciclistas tendrán mucho que ver con esto último. ¿Qué me dice del cartel de participantes?

-Alaphilippe, digamos que el hombre del momento, puede ganar cualquiera de las seis etapas. La tricefalia del Movistar, con Landa, Nairo y Soler, también promete. Es bonito contar con el actual ganador del Tour, un Geraint Thomas que todavía no ha dado muestras de estar en forma pero que ya debe empezar a asomar. Siguiendo con el Sky, a ver si nos dan una sorpresa y anuncian a Egan Bernal. Es cierto que faltará Roglic, pero el Giro es su objetivo número uno. La buena participación está asegurada. Por situación en el calendario y porque el recorrido implica batalla sí o sí.

“El anterior esquema de la Itzulia bloqueaba la carrera, y el potencial de nuestra geografía se veía desaprovechado”