La figura de Lebron James acapararía la inédita final de la NBA que comienza esta próxima madrugada (3.00 horas) en la burbuja de Orlando si no fuera porque de fondo aparece la del fallecido Kobe Bryant. En el año en que Los Angeles Lakers perdieron a una de sus grandes leyendas, existe una conjura para devolver el anillo a una franquicia que ganó el último hace justo una década, con la Mamba negra como jugador más valioso de la final ante los Boston Celtics. Ahora son los Miami Heat quienes aparecen en el camino en una curiosa relación entre el pasado y el presente, aunque la ausencia de público le quite morbo a uno y otro lado de Estados Unidos.

Los despachos de la franquicia de Florida los dirige Pat Riley, conductor de aquel showtime de los Lakers de los 80. Y Lebron sumó dos anillos y cuatro finales con los Heat, a los que encumbró a principios de esta década. Si el Rey, a sus 35 años, logra su cuarto título en su décima final, primera en la Conferencia Oeste, igualará a Bryant y logrará ganar con tres equipos distintos y se igualará con John Salley y Robert Horry, que también sumaron uno de sus anillos con los Lakers.

Sin embargo, en esta final surge una tercera figura que hasta ahora había pasado desapercibida. Se trata de Andre Iguodala, jugador de grandes partidos y que disputa su sexta final consecutiva después de cinco con los Golden State Warriors. El veterano de 36 años de los Heat, el único de su equipo que ha vivido estos momentos de máxima presión al margen del ya inutilizado Udonis Haslem, se convirtió en esas series casi míticas entre los Warriors y los Cavaliers en un excelente defensor de LeBron James y Eric Spoelstra, que conoce muy bien a su ahora gran rival, le encomendará esa tarea en sus minutos de rotación, compartida con Jae Crowder o Jimmy Butler, dependiendo de qué zonas ocupe la estrella de los Lakers, que ahora ejerce de base.

La mayor experiencia de los de púrpura y oro, aportada por Rajon Rondo, Danny Green o Dwight Howard, y el factor diferencial que supone Anthony Davis pueden inclinar los pronósticos del lado de los Lakers, pero los Miami Heat tienen mucho que decir en esta final, básicamente porque juegan muy bien, con y sin balón, y despliegan un entramado táctico en el que se pueden enredar los angelinos si no aciertan en sus tiros lejanos. Será, casi seguro, una final de small-ball, aunque cincos como Howard o Magee pueden ocuparse a ratos de contener a Bam Adebayo, el eje por el que pasan muchos ataques del campeón del Este y que puede presentar un duelo clave con Davis en los dos lados de la cancha.

Con todo, puede resultar esencial el rendimiento de Goran Dragic, otro veterano de muy buen ver para penetrar en la defensa de los Lakers, y de Duncan Robinson y Tyler Herro, dos tiradores espectaculares con cara de buenos y casi barbilampiños que sufrirán una defensa muy física para tratar de asustarles. Será una final sin ruido de fondo, pero con mucha materia en la cancha entre dos franquicias abarcadas en una década por LeBron James, que está en la misión de honrar el recuerdo de Kobe Bryant.