EL Bilbao Basket rizó ayer el rizo ante el Valencia Basket en la Fonteta y se hizo con una victoria que le hace merecedor de algo más que la etiqueta de revelación. Después de veinte jornadas, todas las cartas están boca arriba en la mesa de la Liga ACB y a estas alturas ya nadie debería sorprenderse porque los hombres de negro fueran capaces de vencer por quinta vez a un equipo de Euroliga, por segunda de visitante, que lo hicieran sin dos de sus jugadores que ocupan la posición de escolta y que reaccionara con raza a una de sus peores derrotas de siempre. El trabajo de la semana volvió a dar sus frutos y Álex Mumbrú movió sus piezas con habilidad para disimular las ausencias y, como ocurrió en Burgos, sus jugadores demostraron que muchas veces menos es más, que llorar por lo que no están no sirve para nada y que la fe mueve montañas.

El protagonismo del triunfo se lo llevó Axel Bouteille, con el triplazo monumental que cerró el partido. Pero hubo otras cuestiones que contribuyeron a conseguir un resultado que obliga a cambiar la manera de mirar al Bilbao Basket. Y es que la victoria supone alejar a dos encuentros más el average particular al conjunto taronja, que es el que marca ahora mismo la frontera de la octava plaza. Los jugadores de Mumbrú cumplieron con una premisa básica en este tipo de duelos que es minimizar los errores, no permitir que el rival, más poderoso y armado, pueda anotar con facilidad. Los bilbainos acabaron con solo nueve pérdidas de balón y repartieron veinte asistencias, lo que indica que el balón se movió con fluidez. Mención especial merece Thomas Schreiner, que distribuyó con mucha calma y destreza y alcanzó los nueve pases de canasta.

Además, el Bilbao Basket estuvo muy inteligente en defensa, aunque en ocasiones pareciera que hacía demasiadas concesiones. Desde el principio, invitó a Bojan Dubljevic a lanzar de tres. El montenegrino aceptó el reto con mucho acierto, pero se olvidó de visitar el poste bajo donde podía ser más dañino. La consigna era clara: había que cerrar los caminos al aro y proteger los espacios intermedios para negar la circulación del balón. Así, un base tan clarividente como Quino Colom no pudo conectar con sus compañeros en los bloqueos directos y se quedó en solo dos asistencias. El Bilbao Basket, que destaca por la buena protección de su propia zona, mejoró ayer sus registros habituales y dejó al Valencia Basket en solo once canastas de dos puntos, con apenas un 35% de acierto. Los catorce triples que anotaron los de Jaume Ponsarnau entraban en lo asumible, por más que el último de Quino Colom estuviera cerca de forzar la prórroga.

muro defensivo Ondrej Balvin, pese a algunos toques de blandura en ataque, Ben Lammers y Emir Sulejmanovic formaron un muro en torno a su canasta y los jugadores locales chocaron muchas veces contra él. Apenas pudo anotar Dubljevic en un par de situaciones en el poste y algún que otro rebote que atrapó Louis Labeyrie. Por lo demás, el Bilbao Basket estuvo muy firme en defensa y más aún en los minutos finales cuando Sulejmanovic, cuya progresión destaca sobremanera y es consecuencia de un concienzudo trabajo diario, realizó un despliegue físico enorme y cerró el camino a la estrella del Valencia Basket cuando su equipo había puesto en sus manos la responsabilidad de rescatarle de la derrota.

Todo ese trabajo merecía un final feliz y de eso se encargó Bouteille, al que los balones no le pesan cuando se trata de sentenciar. Cinco victorias sobre rivales de Euroliga y ninguna por encima de los cuatro puntos ha logrado el Bilbao Basket. En ese terreno pantanoso sale a flote la calidad y en esta plantilla sin estrellas aparentes y sin contratos sobrepagados hay de sobra. Con casi dos tercios de la temporada consumidos, nada ocurre por casualidad y la clasificación no engaña.