Amás de 9.600 kilómetros de su hogar, Pascal Siakam (02-IV-1995, Douala) encarna en Toronto lo que los estadounidenses califican como el sueño americano, esa expresión que reza que cualquiera puede triunfar y alcanzar sus objetivos a base de esfuerzo y determinación. Porque en el guion vital de Siakam cuando crecía en Camerún la NBA no aparecía ni siquiera en su horizonte más optimista, pero el jugador de los Raptors no solo ha conseguido acceder a la liga estadounidense, sino que en su tercer año profesional está aporreando la puerta del estrellato, esa fina línea que separa a los muy buenos jugadores de los All Star. Este atlético ala-pívot de 2,06 metros, extraordinaria envergadura y brutal despliegue energético sobre la cancha se ha convertido sin que apenas nadie lo esperara en la segunda referencia ofensiva de un equipo aspirante al anillo de campeón y luce galones de lugarteniente de Kawhi Leonard en una plantilla que cuenta además con estrellas del nivel de Marc Gasol o Kyle Lowry.

Siakam acabó la temporada regular promediando 16,9 puntos y 6,9 rebotes por partido. En la primera ronda de play-offs ante Orlando Magic mejoró su aportación hasta los 22,6 puntos y 8,4 rebotes y en el choque inaugural de las semifinales del Este ante los Philadelphia 76ers se fue a los 29 puntos (12 de 15 en tiros de dos, 3 de 4 en triples) y 7 capturas. No está nada mal para un jugador de 25 años que no fue elegido hasta el puesto 27 en el draft de 2016 y cuyo primer contacto con el baloncesto organizado no se produjo hasta poco antes de cumplir los 18 años. Y es que en su niñez el futuro del camerunés no iba encaminado hacia el deporte, sino al sacerdocio. Por deseo de su padre, que era alcalde de la pequeña localidad de Makenene, Pascal ingresó en el seminario de St. Andrews a los once años. Pascal era un niño aplicado y obediente, brillante en las aulas y muy responsable fuera de ellas, pero con el paso del tiempo comenzó a rebelarse. A los 15 años, tenía claro que no quería ser sacerdote y comenzó a aborrecer el seminario, pero no quería defraudar a su padre, su gran referente. Llegó a ser expulsado temporalmente del centro, pero le obligaron a regresar. Finalmente, terminó su formación en 2012, aunque seguía sin saber por dónde iba a ir su futuro. Un año antes, había asistido a uno de los campus que el jugador de la NBA Luc Mbah a Moute organiza en su país natal. Más que por convicción, lo hizo por pasar el rato junto a sus amigos ya que su relación con el baloncesto se limitaba a los pocos días que en el seminario había elegido este deporte por encima del fútbol en la hora diaria que tenían para actividad física. La experiencia le gustó y regresó el año siguiente. Su técnica era pobre y su rango de tiro era escasísimo, pero su estatura, largos brazos, capacidad atlética y, sobre todo, su hiperactividad en cancha le hacían sobresalir por encima del resto.

Por eso, él fue el primer sorprendido cuando fue seleccionado para los Basketball Without Borders de 2012, los campus oficiales que organiza la NBA para las promesas de todo el planeta. Fue allí donde Masai Ujiri, presidente de operaciones de baloncesto de los Toronto Raptors, le vio en acción por primera vez y su nombre quedó apuntado en su agenda. Siakam fue reclutado por un instituto de Texas y en 2013 recaló en la universidad de New México State. Pasó su primer curso en blanco por una lesión, pero su mejora en los dos siguientes fue brutal (20,3 puntos, 11,6 rebotes de media), lo que le valió ser elegido en el draft de 2016 por los Raptors. En sus dos primeras campañas en la NBA -en la primera llegó a pasar por la Liga de Desarrollo- fue un jugador secundario, pero este año se ha convertido en un puntal del equipo. Su ética de trabajo se ejemplifica en su gran mejora en el tiro de tres puntos, pasando en dos años del 14% al 37% de acierto. Siakam no deja de mejorar. Su salto del seminario hasta la NBA todavía no tiene techo.