LA primera vez que Guillem Rubio (Terrassa, 14-10-1982) se enfrentó al Bilbao Basket era septiembre de 2001, la segunda temporada de existencia de la LEB 2, y el jugador catalán era entonces un joven pívot de la cantera del Manresa que jugaba cedido en el Valls y que ya había debutado en la ACB, con 17 años y apenas solo dos después de haberse iniciado al baloncesto. En aquel partido ante el conjunto vizcaino, también estaba Javi Salgado que había regresado poco antes a Bizkaia. Los dos jugadores compartieron vestuario en el Gipuzkoa Basket de la campaña 2012-13 a las órdenes de Sito Alonso y casi dos décadas después de su primer enfrentamiento ambos son dos de los jugadores más veteranos de la LEB Oro, en la que están dejando su sello esta temporada.

Tras lograr su tercer ascenso a la ACB con el Breogán, en el que coincidió con el ahora hombre de negro Leonardo Demetrio, Rubio no pudo renovar con el equipo lucense y ampliar su cuenta de 288 partidos en la máxima categoría. Decidió aceptar la oferta del Covirán Granada, recién ascendido, que quería completar su plantilla enteramente nacional con la experiencia y la calidad del catalán, quien a su vez quiere seguir compitiendo y teniendo protagonismo “hasta que el cuerpo aguante”.

Ni a una ni a otra parte les ha ido mal ya que el conjunto nazarí sigue peleando por entrar en la lucha por el ascenso y Guillem Rubio es el jugador con más puntos, más rebotes y mejor valoración del equipo de Pablo Pin y uno de los más destacados de la competición. Cumplidos ya 36 años, el de Terrassa no se ha perdido ningún partido y está promediando casi 26 minutos de juego para 12,2 puntos y 7,3 rebotes, mejores números que el año pasado en el Breogán, donde su rol era distinto, y que hace 16 temporadas en el Plasencia, equipo que fue un duro rival del Bilbao Basket en la temporada de ascenso a la ACB.

En la octava jornada Rubio llegó a alcanzar los 41 puntos de valoración, su récord en la LEB Oro en la que ha jugado con el Manresa, el Plasencia, el Valladolid, el Breogán y ahora el Granada, en el que ha sabido encajar dentro de una plantilla que mantuvo a ocho jugadores de la temporada anterior. “Somos un caso un poco atípico en estos tiempos, pero se demuestra que la confianza en el jugador nacional puede dar resultados”, apunta el veterano pívot de 2,03 metros, que llegó a ser internacional absoluto, pero quizás se quedó pequeño para jugar por dentro en la ACB actual. Sin embargo, su clase le permitió salir al extranjero y tener tres positivas experiencias en las filas del Koroivos Amaliadas y el AC Doukas griegos y el VEF Riga letón, con el que disputó la potente VTB League.