En ocasiones, los días que preceden al descanso tienen más peligro que un coloso que escupe fuego como el Etna, uno de los dragones del Giro. En los días raros suceden cosas extraordinarias. Raro fue que Juanpe López vistiera de rosa en la cima. El andaluz se enganchó a la fuga y resistió hasta los estertores. Eso le convalidó la mejor de sus conquistas. Pintado de rosa y oro. En la cumbre solo pudo con él Kämna, pero al alemán no le alcanzó para más. López, joven, 24 años, se bañó en el rosa en la montaña negra y volcánica. Es el nuevo líder del Giro. Habían pasado siete años desde que Contador, campeón de la Corsa rosa de 2015, en el que estalló Landa, decorara su armario con el maillot de campeón. De uno a otro han transcurrido dos generaciones ciclistas.

López heredó el ropaje que se le cayó a Van der Poel, desnudada su exuberancia en una montaña pantagruélica. Un asesino con silenciador. No tuvieron que exaltarse los favoritos. Firmaron un armisticio. No hubo acaloradas discusiones en el Etna. Los que ardieron, Dumoluin y Nibali, evidenciaron que eran hombres de paja. Entre las rocas no hubo choque. Tampoco chispas. Landa, Pello Bilbao, Carapaz, Almeida y Yates compartieron escenografía. Mandó la prudencia por eso de la incertidumbre que provocan los días extraños. La montaña despeñó entre sofocos a los más débiles. Las grandes cumbres son crueles a cámara lenta. No necesitan de histrionismos.

ABANDONO DE SUPERMAN LÓPEZ

En silencio se marchó Miguel Ángel López, que ni tan siquiera pudo encararse al Etna. El colombiano, con la cadera izquierda dañada de una lesión anterior al Giro, abandonó la carrera. El incandescente y fogoso Superman no volará más en la Corsa rosa, fundida a negro para el colombiano, gafado en Italia. Miguel Ángel López cuenta su cuarto abandono consecutivo en el Giro, maldito para Superman. Kryptonita rosa para él. Se estrelló de mala manera. "Tenía con una molestia que no fue posible recuperar, hice mi mejor esfuerzo para continuar, pero así es la vida y el ciclismo". El reencuentro con la competición después de pasar los lunes al sol también mordió a Simon Yates, que se golpeó la rodilla con el manillar en una caída. Las dudas se concentraron en la articulación del inglés, que pudo solventar la jornada sin más rasguños.

En el Ineos prefirieron eliminar cualquier incertidumbre y encapsular el azar, que no se deja prender. Los decoradores del equipo británico arrancaron el pan de oro que decora la bicicleta de Carapaz, campeón olímpico, porque la pintura dorada engorda en 100 gramos la montura. Al Etna, casi 23 kilómetros de agonía, conviene ir ligero de equipaje. Las piedras negras del Etna barnizaron la jornada. En ese ambiente de histeria colectiva, hasta el líder Van der Poel huyó un rato. Girmay también entró en pánico y le acompañó.

LA FUGA IDEAL

El caos amainó cuando se armó una fuga con catorce dorsales. Luego se erizó nuevamente porque tomaron una renta de altos vuelos. De ahí salió el idilio rosa de Juanpe López. Los opositores al trono de Verona tejieron una alianza. Ineos, Bahrain y Bike Exchange, acaudillados por Carapaz, Landa, Pello Bilbao y Simon Yates, afeitaron la renta en boca del Etna, el lanzafuegos de Sicilia.

Se maquillaron de rosa los pueblos, felices por el regreso de la carrera que tanto aman. Los vítores, con acento sureño, isleño, le dieron voz a la aproximación al ogro desde Biancavilla. Un pueblo blanco como frontera a una montaña negra. A la primera toma de temperatura con una carretera que fue colada de lava y fumarolas se personaron los fugados con la renta suficiente para triunfar a lo grande. Subir al Etna era bajar al centro de la tierra, a su corazón ardiente, de fuego.

La lava del esfuerzo quemó por dentro a Van der Poel, el líder. Desconectó el neerlandés, que puso en alquiler su maglia rosa. El Etna no es para él. Se plegó. Oldani se aventuró hacia la cima. Dejó atrás a sus compañeros de cordada, desgajada. Juanpe López se encoraginó. Le tocó el hombro, convencido de que se encontraba ante la oportunidad de su vida. Käma, Vansevenant y Moniquet le rastreaban.

DUMOULIN Y NIBALI CEDEN

Entre los favoritos se decantaron por la prudencia en el primer sorbo de una montaña eterna, sin final y vistas fantasmagóricas. El lado oscuro de la Luna. El Ineos se arremolinó. No querían la paz. Encendió el fogón. Se abrieron los maillots para ventilarse el agobio. Carapaz, a pecho descubierto. Landa, camuflado, buscó refrigerarse. Pello Bilbao estaba a su lado. Al igual que Simon Yates, con el maillot a dos aguas. Dumoulin era un libro abierto. Estaba agotado. Sin tinta para escribir en el Giro. Capituló en medio de la montaña. Solo. No tenía vuelo la Mariposa de Maastricht, otra vez oruga.

Nibali se quedó sin aleta dorsal. El Tiburón de Messina, asfixiado. Boqueaba el siciliano. A Nibali le caían años a medida que subía. Más arrugas. Otra víctima de las fauces del Etna, cruel e insaciable. Entró el viento y zarandeó las voluntades. El hambre mandaba en el diálogo entre Kämna y Juanpe. Se abrazaron en la agonía y se repartieron la gloria. Para López el rosa y para el alemán la etapa. Los patricios afilaron las miradas de desconfianza entre rocas negras. Balas de fogueo. Amagos sin pólvora. El fuego crepitaba en López, que entró en erupción en el Etna.