Existe un rasgo bastante común entre los conjuntos acostumbrados a moverse por la zona media-baja de la tabla de la Liga Endesa: la necesidad de reinventarse prácticamente año a año. La dinámica suele ser más o menos la siguiente. A presupuestos más bajos, más necesidad de asumir riesgos en el mercado de fichajes, de acudir a caladeros a los que los conjuntos más poderosos ni siquiera miran de reojo. Y claro, si el jugador en cuestión no ofrece el rendimiento esperado, lo lógico es que no siga en el club. Si lo supera, no tardará en llegar una escuadra más potente para llevárselo. Así es la difícil realidad de los equipos modestos y en ese ecosistema pocos han sabido encontrar más diamantes en bruto que el Monbus Obradoiro, conjunto que el domingo visitará al Surne Bilbao Basket

Con Moncho Fernández en el banquillo desde 2010 y, sobre todo, con José Luis Mateo en la Dirección Deportiva desde 2012, la entidad gallega llama la atención casi todos los años por sus acertados movimientos en el mercado. Evidentemente suman también errores, pero el cómputo de éxitos lo supera con creces, con una doble especialización -la liga universitaria estadounidense ofrece anualmente promesas interesantes que, sin embargo, suelen necesitar un tiempo para adaptarse al profesionalismo y este tipo de equipos necesitan rendimiento inmediato- y pívots.

Echando la mirada atrás, el curso 2012-13 fue un perfecto ejemplo. Aquel año llegó un desconocido pívot tunecino de 26 años del Antwerp belga que la siguiente temporada fue fichado por el Real Madrid para posteriormente completar cuatro campañas en la NBA: Salah Mejri. Junto a él, un alero procedente de la Universidad de Purdue, Robbie Hummel, que el siguiente ejercicio dio el salto los Minnesota Timberwolves. En la 2013-14, el acierto fue enorme. Aterrizó Mike Muscala, pívot de la desconocida Universidad de Bucknell cuyo rendimiento fue tan notable que no acabó el curso al ser reclamado por los Atlanta Hawks, que le habían elegido en la segunda ronda del draft.

En la campaña 2014-15, el Obradoiro dio la oportunidad a dos jóvenes valores europeos que no tardaron en revalorizarse. El ala-pívot alemán Maxi Kleber llegó del modesto Würzburg y un año después voló al Bayern Múnich para poner luego rumbo a Dallas, donde juega desde 2017. El tirador polaco Adam Waczynski no ha llegado tan lejos, pero fueron los gallegos los que le permitieron salir de la liga de su país. En la 2015-16 fue el turno de Angelo Caloiaro (en el Maccabi desde 2018) y, sobre todo, el gigante ucraniano Artem Pustovyi, con el que tuvieron una gran paciencia durante los tres años que pasaron desde su contratación del Khimik hasta su explosión y fichaje por el Barcelona (ahora milita en el Gran Canaria). En 2017 confiaron en el tirador de Iowa State Matt Thomas, que en 2019 ya estaba en la NBA tras hacer escala en Valencia, y en 2018 apostaron por el talentoso ala-pívot eslovaco Vladimir Brodziansky, desde 2020 en el Joventut, reclutándole desde Texas Christian University.

En la campaña 2019-20 aumentaron el riesgo al reclutar a dos rookies (Mike Daum y Fletcher Magee) que dieron buen rendimiento y la pasada campaña sumaron dos nuevos aciertos en el juego interior: el lituano Laurynas Birutis, que llegó a ser MVP del mes en la ACB y brilló con luz propia antes de enfermar por covid-19, y Steven Enoch, pívot de la Universidad de Louisville fichado el pasado verano por el Baskonia. Para el presente curso, la apuesta ha ido por otra vía: Henry Ellenson ala-pívot estadounidense de 24 años con una trayectoria decepcionante en la NBA tras ser elegido en la primera ronda del draft de 2016. Y por el momento no va mal la cosa, pues es el máximo anotador (14,6 puntos de media) y el jugador mejor valorado del equipo.