Afuerza de buscar remedios paliativos al irrefrenable desmoronamiento del Athletic, con diez jornadas sin ganar y cuatro derrotas consecutivas y ante la inminencia del partido copero de Granada, busqué refugio en el refranero y su poso de sabiduría macerada con el paso del tiempo: si días de mucho son vísperas de nada, ¿días de nada son vísperas de mucho? ¿La victoria de ayer frente al Villarreal es suficiente como para quitarle sentido a este adagio popular? ¿Acaso saltar con los brazos pegados, aunque asomando un codo esquinero, es motivo suficiente como para pitar penalti? ¿Ha dejado de serlo agarrar con estridencia al rival, pongamos por caso Iker Muniain, cuando el muchacho entraba con determinación en el área contraria? ¿El árbitro tuvo mala conciencia y quiso compensar un penalti por el otro no señalado? ¿Por qué la irrupción del Gran Hermano VAR no ha servido para rebajar los cabreos monumentales del hincha? ¿Es cierto que no hay mal que cien años dure? ¿La defensa de cinco ha pasado a mejor vida? ¿La súbita resurrección de Iñigo Córdoba tiene que ver con el regreso al clásico 4-2-3-1 o algo así?
En condiciones normales, ponerse transcendente por un partido de la vigésimo sexta jornada liguera y frente al Villarreal no tendría sentido ni razón, y hasta sería ridículo, pero resulta que el Athletic y sus circunstancias no atraviesan precisamente lo que se puede considerar como condiciones normales. Por ejemplo. Es absolutamente anormal tirarse diez partidos consecutivos sin llevarse una victoria a la boca y que dicha anomalía apenas tenga consecuencias entre la afición. Obnubilados unos por la inminencia de una final copera y abducidos los otros por esa obsesión, en ese trance fueron pasando las horas y acumulándose los pretextos, hasta que llegaron las vísperas de la gran cita, vísperas de mucho, con la ingrata sensación de vacío futbolístico (los resultados, que quitan y dan) y bajonazo anímico.
Llegados a este punto no hay coartadas ni subterfugios que valgan. El propio Gaizka Garitano admitió al acabar el partido las dudas que tuvo en la previa. ¿Hago rotaciones? Un argumento que había desnudado al Athletic en la Liga para priorizar la Copa, o voy con todo ante el Villarreal buscando el golpe moral que dan los triunfos. Finalmente, el técnico resolvió cambiar el dibujo táctico, prescindiendo en la zaga de un tercer central (Unai Núñez), y dando descanso a Iñaki Williams, probablemente el futbolista con más tralla de toda la plantilla. Como la apuesta salió bien, todo tuvo sentido.
Williams entró en lugar del evanescente Ibai Gómez en la segunda parte y revolucionó el partido. De un disparo suyo surgió el penalti pitado a Pau Torres por enseñar la punta del codo a destiempo y Raúl García lo transformó con maestría en el gol que finalmente definió el partido. Hubo un segundo penalti y Williams reclamó para sí el protagonismo. Su inocente lanzamiento acrecentó la figura de Sergio Asenjo, renovó las energías del Villarreal y sumió al Athletic en un mar de dudas. Fue un cuarto de hora de angustia para la hinchada, porque presentía la historia de siempre. La incapacidad para cerrar el partido. Las dudas que transmitió entonces el equipo, con episodios de pánico incluidos, presagiaban otra catástrofe las vísperas de mucho: la final de Copa, con la probable clasificación para Europa por la vía rápida, y la posibilidad de ganar un título de categoría 36 años después cotejando el perfil de los posibles contendientes.
El Athletic, en definitiva, supo capear el temporal, solo su mala puntería y Asenjo impidieron un marcador más justo, y la hinchada recupera la licencia para volver a soñar con algo grande. Pero ¡ojo al Granada! El sábado jugaron contra el Celta un encuentro ante un público enfervorizado. Si aquí hay ilusión, allá fluye la pasión. Han montado gradas supletorias en Los Cármenes para albergar más feligresía y Luis Salvador, su alcalde, llama a la ciudadanía para que engalane las calles, pide arrebato y habla de día histórico, fomentando un clímax de excepcionalidad.
Se intuye un partido áspero, está la ventaja del gol de Muniain y... sin duda será un gran día de fútbol.