EL de ayer fue un día en el que disfruté mucho. Recibí un montón de felicitaciones mientras transcurría la etapa en sus primeros 140 kilómetros y eso es siempre de agradecer. En esa primera pate fuimos charlando por carreteras anchas, junto al mar, acompañados de buen tiempo y de un perfil llano. Todo lo que no nos habíamos encontrado hasta ahora. Durante ese tiempo, la gente venía y me daba la enhorabuena por mi triunfo en L’Aquila. Recordamos momentos, hablando con compañeros que íbamos en aquella fuga. En caliente, alguno estaría más mosqueado, pero una vez pasado un día, comentamos la jugada con humor. Es algo curioso que tiene el ciclismo. Somos enemigos y compañeros al mismo tiempo. De hecho, la línea que nos separa no es muy clara. Por ejemplo, camino de L’Aquila se dio esa situación. Todos colaboramos pero solo podía ganar uno. Además, no sabes quién podrá ser tu compañero o quién dejará de serlo en el futuro. Una vez acabado el tiempo para las risas, llegamos a una final con zonas de mucho curveo y algunos tramos húmedos por algo de llovizna. Antes de la bajada hubo mucha pelea y tensión. Después, todo se calmó y el esprint lo ganó al fin Ewan. Tengo ganas de que llegue la crono. Se amolda a mis características. A ver qué podemos hacer.