HACE diez años, el Colegio Trueba de Artxanda consiguió reunir a un buen grupo de corredores para participar por primera vez como comunidad en Herri Krosa. La idea de pasar un domingo diferente se le ocurrió a Aritz Álvarez, un profesor de Educación Física de Secundaria que apenas llevaba unos meses trabajando en el centro bilbaino. La popular carrera le vino a la mente casi sin quererlo, de refilón; pero su propuesta tuvo tanto éxito que fueron repitiendo la experiencia año tras año. Cada vez se apuntaban más alumnos, más padres e incluso más personal docente, así que dentro de dos días, el Trueba estará celebrando una década con Herri Krosa con una participación de más de 120 corredores. “Hace diez años celebrábamos el 25 aniversario de la cooperativa de trabajadores, porque el Trueba es una cooperativa, y se aceptaban ideas para conmemorar el aniversario. Comenté que Herri Krosa era una buena forma de correr tranquilos y perfecta para reunir a las familias y los alumnos con la gente del cole. Entonces se hizo como algo puntual”, explica Álvarez echando la vista atrás. Sin embargo, aquel domingo diferente hizo mella en los aitas, que al año siguiente pidieron repetir. “Mandamos las inscripciones a todo correr, porque se acababa el tiempo, y volvió a ser un éxito. A partir de ahí vimos que podía ser algo habitual”, reconoce el profesor.

De esta forma, Herri Krosa se ha convertido en una carrera de culto para el Trueba, que vio en la prueba patrocinada por DEIA una oportunidad inmejorable para juntar a todos los activos del colegio fuera de las aulas: “Nos gusta buscar momentos de encuentro con el alumnado en un ambiente más distendido y Herri Krosa es magnífica para cumplir con la labor social del colegio de promover hábitos saludables. Para los chavales es divertido pasar la mañana corriendo con los aitas y ver al profesor fuera de clase también sudando. Por eso siempre tuvo tan buena acogida”, relata Álvarez. Porque diez años dan para mucho, el profesor de Educación Física reconoce que hay alumnos “que llevan repitiendo en esta carrera desde que eran pequeños”, pero como no todo el mundo tiene las mismas aptitudes ni el mismo entrenamiento y “los diez kilómetros de Herri Krosa parece que no pero se pueden hacer durillos”, desde el Trueba crearon los “puntos de incorporación”: “Como no todos quieren o pueden correrla completa, ponemos a responsables del colegio en diferentes lugares. Si quieres hacer tres kilómetros, hay una persona de referencia y una hora y un lugar de quedada para comenzar a correrla. Si quieres hacer seis kilómetros lo mismo, o incluso para los más txikis si solo quieren hacer 500 metros”, explica Álvarez.

Una buena iniciativa que va acorde con la idea de inclusión que promueve la popular carrera bilbaina. Aunque el Trueba la aprendió a base de errores: “La primera edición quisimos correrla todos juntos e irnos incorporando según pasábamos. Era bonito llegar todos juntos a meta y un año casi lo conseguimos, pero vimos que era imposible. Entonces, lo que hacemos es quedar todos después de la carrera para hablar de cómo ha ido, hacernos una foto de familia y este año daremos un pequeño regalo por las diez Herri Krosas”, dice el profesor.

pañuelo azul A pesar de las más de 7.000 personas que se congregan para Herri Krosa, los valientes del Trueba se pueden localizar a golpe de vista porque siempre van ataviados con pañuelo azul al cuello: “Es un distintivo para reconocernos porque a veces te juntas con un aita o una ama que yo, por ejemplo, no conozco porque no doy clase a su hijo; pero así veo que es del Trueba. Entonces le animas y le saludas”, explica Álvarez. Además, el profesor adelantó que todos aquellos que acaben la Herri Krosa de este año tendrán “un pequeño regalito”: “Este es el décimo año que participamos en la carrera entonces queríamos hacer algo berezi. Es una forma de agradecer el compromiso de las familias durante todo este tiempo”.