De mal en peor
El Bilbao Basket, con escaso espíritu y horribles porcentajes de tiro, se desploma tras el descanso, cae apalizado en el Palau y sus constantes vitales son cada día más preocupantes
Bilbao - Veinte minutos caminando sobre el alambre sin red de protección en lo que era la crónica de una muerte anunciada y otros veinte de sonado desplome, de carencias expuestas a la vista de todos, de constantes vitales que ya no es que no mejoren, sino que empeoran de manera preocupante. El Bilbao Basket fue ayer en el Palau Blaugrana un equipo empequeñecido, carente de argumentos físicos, tácticos ni mentales para oponer resistencia a un Barcelona revitalizado por la llegada de Svetislav Pesic, al menos en lo que a efusividad defensiva se refiere. La derrota en el duelo de ayer entraba en todos los pronósticos, pero son las formas las que más daño hacen a la vista. Y es que el conjunto vizcaino volvió a derrumbarse tras el descanso (parcial de 19-4) en otro ejercicio de absoluta impotencia, de incapacidad para poner sobre la cancha lo imprescindible para tener un rendimiento mínimamente regular. No es ya que la defensa no mejore -ayer volvió a encajar 90 puntos, 55 en los dos últimos cuartos), sino que el equipo cada vez ataca peor, entrando en barrena en el momento en el que el rival incrementa el listón físico.
Lo de ayer volvió a ser un fallo multiorgánico porque nada funcionó en las filas bilbainas. Ni los bases (ocho puntos entre Jonathan Tabu y Ricardo Fischer) ni los pívots (doce entre Mickell Gladness, Vasilije Vucetic y Axel Hervelle); ni los lanzamientos desde la línea de 6,75 (27%) ni los más cercanos (41%); ni el rebote (39 azulgranas por 22 bilbainos) ni la circulación de balón (26 asistencias de los locales, doce visitantes). Nada de nada. Dentro de su incapacidad, el conjunto de Veljko Mrsic ni siquiera supo hacerse valer en labores de retaguardia a base de cometer faltas personales. Un detalle ilustrativo: Petteri Koponen quedó eliminado tras cometer su quinta personal a 1:59 de la conclusión del tercer cuarto, cuando el Barça mandaba ya por 58-35; a esas alturas de la película, todos los hombres de negro sumaban siete faltas.
Y una vez más, la mejor noticia para los intereses de la entidad de Miribilla no llegó por méritos propios sino por deméritos de los conjuntos que ocupan el sótano de la tabla. El Joventut perdió el sábado en su visita a Andorra, el Betis cayó en la matinal de ayer en cancha del Estudiantes y el conjunto vizcaino alcanza el parón de Copa y de las ventanas FIBA manteniendo dos victorias de colchón sobre el descenso. Triste consuelo, pero así de árido es el presente de los hombres de negro.
El duelo arrancó ya trabado y pestoso, signos de identidad que se mantendrían constantes para los visitantes, porque el Barcelona compareció con la típica efusividad del equipo que cambia de entrenador y quiere agradar al nuevo inquilino del banquillo a base de esfuerzo y entrega. Bajo esos parámetros, al Bilbao Basket le costó muchísimo jugar en ataque. Lo sujetó sobre el alambre un buen arranque de Shane Hammink y un triple de Álex Mumbrú, pero del 7-6 se pasó en un abrir y cerrar de ojos a un 19-8 que complicaba mucho las cosas en un escenario ya de por sí difícil. Los anfitriones jugaban muy fácil, aprovechaban las pérdidas bilbainas para correr y en estático sacaban petróleo de la excesiva atención que generaba Heurtel, que encontraba situaciones muy cómodas para que Ribas, Moerman u Oriola fusilaran desde la línea de 6,75. La salida del banco de Lucio Redivo evitó que el demarraje de los de Pesic fuera definitivo (23-14 al término de los diez primeros minutos), pero demasiados factores jugaban en contra de los hombres de negro. Solo dos faltas cometidas, doblados en la lucha por el rebote (12-6) un triste 4-8 desde la línea de tiros libres y, sobre todo, un horrible 28% en lanzamientos de dos puntos. Demasiadas carencias para lograr un rendimiento sostenible. Sin embargo, con Mumbrú y Hervelle haciendo pareja interior para contrarrestar la apuesta de Pesic por Claver y Moerman, los visitantes arrancaron bien el segundo acto y se acercaron hasta el 23-18, aunque los anfitriones no tardaron en recuperar el timón. Al Bilbao Basket le seguían penalizando sus problemas a la hora de mover el balón en ataque. Demasiado estáticos, reteniendo muchísimo la bola y, además, fallones hasta el límite desde la pintura, sumar puntos se convirtió para los de Mrsic en una tortura, por lo que a los azulgranas, cuyos engranajes tampoco funcionaban de manera brillante, les bastaba con ir sumando en uno de cada dos o tres ataques para seguir manteniendo un colchón tranquilizador.
La mejor noticia para los intereses de la escuadra vizcaina, en cuya hoja de servicios llamaba la atención su triste 33% en tiros de campo y el hecho de haber cometido solo cuatro faltas, fue alcanzar el ecuador con una desventaja de solo ocho puntos (35-27), pero estaba claro que se necesitaba una mejora de prestaciones para que su caminar por el alambre no acabara en desplome. Esa mejora no se produjo y el batacazo no se hizo esperar. El Barcelona inauguró el tercer acto con tres canastas seguidas de Tomic, que dominó a su antojo a un Gladness aún lejos de su mejor momento tras su lesión, y un triple de Heurtel y se acabó lo que se daba. El 44-27 ya no tuvo vuelta atrás. En la segunda parte quedaron al desnudo todas las carencias del Bilbao Basket, un equipo que se movió por la cancha como una sombra, totalmente a merced de un Barcelona que hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso. El parcial del arranque del tercer cuarto se alargó hasta el 19-4 (54-31) y los hombres de negro no solo se supieron perdedores, sino que carecieron de argumentos para intentar fabricar una derrota honrosa. Cada canasta suya era una tortura, pura agonía, mientras que el Barça jugaba a placer, enlazando triples por aquí y mates por allá, metiendo hasta el 90-58 final el dedo en la llaga de un equipo que necesita resetearse pues sus constantes vitales van de mal en peor.