Bilbao - Quince minutos iniciales de notable factura, con fluidez y descaro en ataque y un trabajo de retaguardia destacable; diez minutos intermedios de resistencia cuando el flujo de puntos comenzó a decaer y quince minutos finales de auténtica pesadilla en los que el gigantesco Artem Pustovyi se convirtió en un arma de destrucción masiva que hizo trizas a los hombres de negro. Así puede resumirse la derrota de ayer del Bilbao Basket, una oportunidad perdida para marcar una distancia de tres victorias con la zona de descenso y un desenlace que interrumpe la sostenibilidad alcanzada como local. El Monbus Obradoiro, que llegaba a Miribilla con siete derrotas seguidas en su casillero, supo resistir el arranque imperial de los de Veljko Mrsic (18-4), fue poco a poco madurando el partido y cuando la zaga bilbaina se descuidó lo más mínimo encontró el camino para conectar con su poste ucraniano. Y en ese momento, se acabó lo que se daba. Con Mickell Gladness vestido de calle en el banquillo, nadie pudo hacer frente a Pustovyi en los quince minutos finales del duelo. El aislamiento al que supo someterle hasta entonces la defensa bilbaina se desplomó en un abrir y cerrar de ojos. Ni Devin Thomas, ni mucho menos Vasilije Vucetic ni tampoco las ayudas colectivas. Nada de nada. Pustovyi fue un faro para los suyos, un tormento para el rival y sus 19 puntos y 9 rebotes fueron el reflejo del dominio interior visitante.

El descomunal andamiaje del de Sofijiwka fue el punto de inflexión de la cita. Con sus 2,18 metros activos, todo fue más fácil para los gallegos, pues los Matt Thomas y Eimantas Bendzius encontraron situaciones más favorables desde la media y larga distancia y su dominio en el rebote acabó siendo superlativo (42 contra 26). Por contra, las filas bilbainas volvieron a sufrir uno de esos cortocircuitos que en absoluto son novedad. Un parcial de 3-17 en el tercer cuarto acabó descabalgando a un equipo que firmó un paupérrimo 38% en tiros de dos puntos y que en numerosas fases del duelo abusó del lanzamiento de tres puntos. El peso específico de los interiores en el juego de los de Mrsic fue residual y quedó claro que la ausencia de Gladness va a ser sinónimo de problemas serios, sobre todo en defensa. Thomas, notable en el arranque, se fundió tras el descanso; Vucetic volvió a demostrar que todavía no está para estas lides y los ala-pívots tampoco pudieron ayudar demasiado. Álex Mumbrú se llevó un par de broncas de Mrsic en el segundo acto por su trabajo defensivo y solo hizo daño desde la línea de 6,75, mientras que Axel Hervelle tuvo muy poca influencia en el juego.

Excelente arranque Como en sus últimos compromisos, el Bilbao Basket compareció con los cinco sentidos alerta y se sintió rápidamente dictatorial porque sus engranajes defensivos funcionaron a las mil maravillas. Intensos en defensa, agresivos en primera línea y usando mucho cuerpo en la pintura, los anfitriones cortocircuitaron el ataque del Obradoiro, que tampoco compareció demasiado entonado a la hora de poner candado a su propio aro. Moncho Fernández intercaló defensas individuales y zonales pero los de Mrsic jugaron a placer. Con Todorovic especialmente entonado desde la larga distancia (12 puntos en los primeros diez minutos), Thomas cerrando con mates los robos de Tabu y el belga fusilando también desde lejos, el 18-4 a dos minutos de la conclusión del acto inaugural sonaba a música celestial. Un dos más uno de Radovic permitió a los visitantes no despeñarse del todo al final del primer acto (21-10), pero la diferencia entre ambas escuadras era clara: los porcentajes en tiros de campo eran idénticos (44%) pero el Bilbao Basket había gozado del doble de lanzamientos (19-8) que su rival, que acumulaba siete pérdidas. Pero los hombres de negro, con la segunda unidad en cancha, no fueron capaces de dar continuidad a su magnífica puesta en escena. Demasiado estáticos en ataque, solo anotaron cinco puntos en los cuatro primeros minutos del segundo cuarto, mientras los gallegos, poco a poco, encontraban situaciones que les eran más favorables (26-16). Mumbrú no fue capaz de vigilar a Llovet a su espalda (eso sí, en ataque le castigó con dos triples), Vucetic sufrió también con Spires y las constantes vitales del duelo fueron equilibrándose. Un triple de Tabu volvió a disparar a los suyos (35-23), pero el Obradoiro, de la mano de Bendzius y Thomas, ganó en compostura y acierto, hasta el punto de que una bandeja sobre la bocina de Radovic hizo que el choque llegara a su ecuador con un 41-34.

El duelo se reanudó con los dos equipos acumulando más errores que aciertos, pero fue el Obradoiro el que primero logró rearmarse para igualar la contienda a 43 puntos. Los papeles se habían intercambiado. Ahora era el Bilbao Basket el equipo timorato, el atascado, el que no encontraba una hoja de ruta sostenible mientras los visitantes jugaban alegre, corriendo, robando y moviendo la bola sin problemas. Y lo peor fue que la red de seguridad bilbaina, la defensa, el aspecto que le había permitido poner pies en polvorosa, fue diluyéndose y Pustovyi empezó a desestabilizar el duelo. El ucraniano, primero, supo operar a la espalda de Thomas para acabar en mate y, después, fulminó a base de continuaciones a Vucetic y a cualquiera que se le puso delante. Así, la contienda mutó del 43-34 al 46-51 (3-17) y la luz de alarma se encendió en el banquillo anfitrión sin que apareciera ninguna solución. En el ataque no había ni ideas ni acierto y la retaguardia amenazaba con desplome, por lo que el 49-56 a diez minutos del final no invitaba precisamente al optimismo. Y todo fue a peor cuando Obradoiro logró inaugurar el último cuarto con dos triples y otro mate de Pustovyi para lanzar el demarraje definitivo (50-64). El Bilbao Basket luchó por no perder del todo el equilibrio. Llegó hasta el 66-73, pero un par de tiros libres de Mumbrú que se quedaron por el camino y la imposibilidad de frenar a Pustovyi impidieron cualquier atisbo de remontada.