Bilbao - Fue un auténtico homenaje al esfuerzo. Al pico y a la pala. Al mono de trabajo, que acabó desgastado de tanto utilizarlo. Al tesón de un grupo humano que apartó el brillo para construir una balsámica victoria ladrillo y ladrillo, abrazados todos, desde el primero hasta el último, al sudor, a la obcecación por no bajar los brazos bajo ningún concepto. Porque durante varias fases de la contienda ante el Unicaja, parecía que al Bilbao Basket el triunfo, necesario como el respirar, se le iba a escurrir entre los dedos por pequeños detalles. Un puñado de tiros errados debajo del aro por aquí, algunos rebotes ofensivos concedidos por allá... La frase hecha, manida hasta el límite, reza que para que un conjunto como el vizcaino, mermado además físicamente en varias de sus líneas, pueda doblegar a un rival de Euroliga debe rozar la perfección en su juego. Error. Ni de lejos hubo perfección, al menos en lo ornamental y en lo referente al juego de ataque, pero lo que sí sobró en la trinchera bilbaina fue ardor competitivo, esfuerzo defensivo al límite de las fuerzas. El Bilbao Basket no hizo prisioneros. Resistió como pudo cuando el cuadro andaluz cogió ventajas de dobles dígitos y se lanzó a su yugular cuando vio un mínimo resquicio.
Pero claro. En esto del baloncesto con defender, aunque sea de manera sobresaliente, no vale. Hay que anotar. Y al conjunto de Veljko Mrsic le costó encontrar a alguien que aportara algo de chispa y dinamita a un juego demasiado romo. Ese jugador fue Lucio Redivo. El argentino, con 11 de sus 14 puntos en los diez minutos finales, se echó a las espaldas a un equipo que llegó a caer por 51-60 en el último cuarto y lo sacó de su espesura a base de electricidad, de jugarse bolas calientes. Así, los anfitriones pasaron a mandar en el luminoso (63-62) y en el final, de auténtico infarto, la defensa volvió a hacer su trabajo, obligando a que tuviera que ser Alberto Díaz, no precisamente la muñeca más aventajada del Unicaja, el que se jugara las tres últimas bolas con nulo acierto. Por contra, Jonathan Tabu, Pere Tomàs y Álex Mumbrú sumaron, los dos últimos al 50% de acierto, desde la línea de tiros libres y la victoria se quedó en casa. Y solo hubo que ver la desatada alegría de los hombres de negro en su celebración en el centro de la cancha para comprobar lo vital que era.
El conjunto vizcaino arrancó la cita bien plantado en defensa. Fue en la parcela atacante, con Mickell Gladness fallando un par de tiros a un palmo del aro, donde más le costó fluir, aunque un triple de Mumbrú y un dos más uno del pívot permitió a los anfitriones hacerse con el control del luminoso. A Unicaja le costaba percutir desde fuera. Lo intentaba pero sus andanadas chocaban una y otra vez con el aro (0 de 8 en los primeros diez minutos). Ello permitió a los de Mrsic comandar el marcador, aunque los excesivos tiros libres de los que dispuso el cuadro andaluz (9 de 10 en esta faceta) y los fallos bilbainos en las distancias cortas hicieron que la renta al término del acto inaugural no superara el 21-17. Viendo que muy poco sacaba con su artillería exterior, Plaza ordenó cargar el juego sobre Shermadini y este se convirtió en un dolor de muelas. Ni Gladness ni Thomas ni Vucetic, alistado ante los problemas de faltas de sus compañeros, pudieron frenar al georgiano, que gobernó a sus anchas en la pintura, con 15 puntos al descanso. Por contra, el ataque del Bilbao Basket se atascó. La apuesta de Mrsic por jugar largo requiere claridad de ideas y, sobre todo, acierto en los 4-5 segundos finales de las posesiones y esta vez no se dieron tales condiciones. Así, fallando sus seis primeros tiros de campo y sin anotar en juego en cinco minutos, el Bilbao Basket vio cómo su notable esfuerzo defensivo se iba por el desagüe por falta de puntos. Dos triples de Mumbrú y Salgado sacaron del bache a los suyos (28-27), pero sin continuidad en el juego y con Shermadini desatado el partido pasó a ser controlado por los visitantes, a los que un triple de Waczynski, el primero de Unicaja tras catorce fallos, permitió alcanzar el descanso con un 30-35.
Sobre el alambre El polaco reanudó la contienda de la misma manera que cerró el segundo cuarto, pero el Bilbao Basket no se deshilachó al verse ocho puntos por debajo. Una antideportiva sobre Brooks fue la rampa de despegue para volver a equilibrar la contienda (38-38), pero al juego bilbaino le seguía faltando claridad y acierto. Demasiadas concesiones ante un rival superior. Si en el segundo acto fue Shermadini el que hizo daño debajo del aro, ahora eran Nedovic y Waczynski los que percutían desde la larga distancia. El trabajo atrás seguía siendo notable, pero a los de Mrsic cada vez les costaba más no perder el equilibrio sobre el alambre. El Unicaja fue haciendo camino y solo dos tiros libres de Thomas evitaron que llegara a los diez minutos finales con un colchón de dos dígitos (45-54). Un arreón de Redivo acercó a los suyos hasta el 51-56, pero un rebote ofensivo concedido por aquí, la enésima canasta errada debajo del aro por allá... Unicaja encontraba demasiado aire para sus pulmones aprovechando los errores ajenos, aunque los hombres de negro no dejaban de intentarlo contra viento y marea. Con Thomas aportando pelea y Redivo sacando a pasear su muñeca, el Bilbao Basket enlazo un gran 12-2 para pasar a mandar por 63-62 a 2:48 del bocinazo final. Tocaba final de infarto y la defensa permitió alcanzar los 70 segundos finales con un 66-64 que era un tesoro. Brooks empató, pero los anfitriones defendieron con uñas y dientes su aro, obligaron a Alberto Díaz a jugarse el partido -Brooks y Waczynski le cedieron la patata caliente de manera descarada en uno de los ataques- y acabaron protagonizando un bello homenaje al esfuerzo sin reserva.