AL baloncesto europeo, cada vez más endeble e inconexo, con diferencias más acusadas entre los ricos, que cada vez son menos, y los pobres, que cada vez son más, la competencia le crece por todos lados. Al oeste sigue la inabordable NBA, la liga que cada verano, y salvo escasísimas excepciones tipo Sergio Llull, esquilma los mejores productos que encuentra en el Viejo Continente para su propio uso y disfrute: Ekpe Udoh, Bogdan Bogdanovic, Milos Teodosic, Shane Larkin, Mike James y Ante Zizic, entre los últimos en cruzar el charco. La posibilidad de jugar en la mejor competición del planeta y los desorbitados salarios que esta ofrece deja constantemente a los clubes europeos, incluso a los más poderosos, en un abrumador segundo plano y, además, con cada vez menos margen de movimiento. La cantidad de jugadores que cada una de las treinta franquicias de la NBA podía tener en nómina aumentó de doce a quince hace varios años y este verano vuelve a incrementarse. Así, a partir de ahora serán 17 los jugadores con los que se podrá contar, pues el nuevo convenio colectivo establece para cada equipo la posibilidad de firmar a dos jugadores los denominados two way contracts (cada franquicia podrá tener a dos jugadores a caballo entre su propia lista de jugadores y su franquicia vinculada en la Liga de Desarrollo, los cuales podrían llegar a cobrar unos 280.000 dólares cada curso). Esta nueva figura, y el notable salario que conlleva, hará que muchos jugadores, sobre todo los más jóvenes, que en otras circunstancias hubiesen cruzado el charco se mantengan en Estados Unidos para no alejarse de su sueño de hacer carrera en la NBA.

Con la competición estadounidense acaparando de una forma u otra a 510 jugadores, el consuelo de Europa era ser el mejor mercado alternativo, pero para seguir ostentando esa etiqueta la amenaza le llega del este, concretamente desde China. La CBA (Chinese Basketball Association) lleva ya casi una década de constante crecimiento, una singladura que arrancó siendo una especie de retiro dorado para veteranas glorias de la NBA (Stephon Marbury, Gilbert Arenas, Tracy McGrady, Steve Francis...), siguió reclutando cada vez a mejores jugadores y este verano se ha permitido incluso el lujo de abastecerse con estrellas de rango Euroliga. Aaron Jackson (CSKA Moscú), Ioannis Bourousis (Panathinaikos), Edwin Jackson (máximo anotador de la Liga Endesa con Estudiantes), Kyle Fogg (campeón de la Eurocup con Unicaja), Keith Langford (máximo anotador de la Euroliga con el Unics Kazan), Miroslav Raduljica (Armani Milán), Sonny Weems (Maccabi)... La nómina de jugadores que ha desechado notables ofertas de los mejores equipos del Viejo Continente para marcharse a China es amplia, como también lo es la relación de jugadores que, sin sitio en la NBA, han recalado en la CBA en lugar de hacerlo en Europa (Luis Scola, Terrence Jones, Brandon Jennings, Justin Hamilton...).

¿Y qué ofrece China para atraer a tantos jugadores de nivel? Una inmejorable y atractiva fórmula: mucho dinero, poca exigencia y una competición corta. Los sueldos que ofrecen los clubes a los jugadores extranjeros (cada uno de los veinte conjuntos que compiten en la CBA pueden tener dos, a excepción de los Bayi Rockets, que solo juega con chinos) solo están al alcance de un puñado de clubes europeos y, en ocasiones, ni siquiera. Bourousis ganará 5 millones en dos años en los Guangdong Tigers, el exjugador del Bilbao Basket Aaron Jackson se embolsará 4,6 en el mismo periodo de tiempo en los Beijing Ducks, Fogg se meterá en el bolsillo la próxima temporada 2 millones en los Guangzhou Long Lions, Brandon Jennings y Edwin Jackson ganarán 1,5... Además, hay que tener en cuenta que estos dinerales, a diferencia de lo que ocurre en Europa, son por apenas cinco meses de trabajo. El pasado curso, la CBA arrancó el 29 de octubre y la fase regular, de 38 partidos, duró hasta el 19 de febrero, los play-offs se extendieron hasta el 19 de marzo y la final acabó el 16 de abril. Así las cosas, muchos de estos jugadores tendrán la posibilidad de integrarse en la fase final de la Euroliga y de las competiciones domésticas, incluso de la NBA, lo que es otro gran aliciente pues lleva aparejado otro sueldo.

Números de otra época Además, el ecosistema que encuentran estos jugadores en China es inmejorable para su lucimiento personal, para amasar números siderales que les vuelvan a abrir las puertas de la NBA o mejoren las ofertas del baloncesto europeo. Los extranjeros hacen y deshacen a su antojo sobre la cancha y, salvo excepciones, tienen a su disposición todos los lanzamientos que quieran. Las defensas suelen ser bastante laxas, lo que dispara la posibilidad de amasar estadísticas propias de otros tiempos. En la pasada campaña de la CBA hasta nueve jugadores, todos estadounidenses, superaron los treinta puntos de media, entre ellos un viejo objeto de deseo de muchos equipos europeos como Jimmer Fredette (37,6, líder en esta estadística), o exjugadores de conjuntos de Euroliga y Eurocup como Errick McCollum (37,5), MarShon Brooks (36,2) o Darius Adams (31). Otros ilustres como Carlos Boozer, Maciej Lampe, Jeremy Pargo, Josh Smith, Stephon Marbury, Pooh Jeter, Samardo Samuels, Samuel Dalembert o Loukas Mavrokefalidis también se dejaron ver por allí.

En Europa la exigencia es constante y el calendario de partidos se ha recargado hasta el límite con la nueva Euroliga. Aaron Jackson criticó recientemente este hecho y puso un ejemplo: “Me encontré a Ekpe Udoh, campeón de la Euroliga con Fenerbahce, en un club en Miami y me dijo: Bro, voy a hacer lo que haga falta para no volver a Europa. Estoy cansado de tantos entrenamientos, es demasiado exigente”. Ajax jugará el próximo curso en Pekín, Udoh lo hará en Utah. Objetivo cumplido.