De los goles a los mates
Un viaje a Estados Unidos siendo adolescente cambió la vida de Micheal Eric y le encaminó hacia el baloncesto después de que de niño, en Lagos, soñara con ser futbolista como su padre, exinternacional con Nigeria
AAAAHHH!”. Micheal Eric (24-VI-1988, Lagos) agita los brazos y grita, divertido, cuando escenifica el efecto que causó en el gimnasio de su instituto la primera vez que hizo un mate en un partido. Ese día, aquel adolescente que había llegado pocos meses antes a Delaware procedente de Nigeria para visitar a su hermano sin apenas experiencia en el deporte de la canasta más allá de las pachangas con sus amigos, descubrió que la frase que llevaba tantos años escuchando -“eres muy alto, tienes que jugar a baloncesto”- cobraba sentido. “En Nigeria intenté varias veces hacer mates para vacilar delante de mis amigos, pero sin suerte. En el instituto, ya en Estados Unidos, trataron de enseñarme, pero no estábamos teniendo éxito con el asunto (risas). Pero un día estaba debajo del aro, me pasaron el balón y no pensé en nada. Me levanté e hice un mate a dos manos. Todo el gimnasio se volvió loco, gritando, saltando. Así me enamoré del mate. Lo hice porque me encantó la reacción que provocó en la gente. Desde ese día he querido hacer mates y más mates. Lo mismo pasa con los tapones, provocan una reacción parecida. Así empezó todo”, afirma el pívot del RETAbet Bilbao Basket rememorando el punto de ignición de su carrera.
Y es que en la trayectoria deportiva de Eric hay un antes y un después de su llegada a Estados Unidos. “De niño, en Lagos, estaba enamorado del fútbol. Quería ser futbolista. Al baloncesto solo jugaba con los amigos y porque se empeñaban en invitarme por mi altura”, dice entre risas. El poste de los hombres de negro no era distinto a otros niños que aspiran a seguir los pasos de su padre. El suyo es Joseph Eric, más conocido como Joe Erico, exportero internacional y luego técnico. “Jugó la mayor parte de su carrera en la Primera División de mi país y estuvo con la selección en unos Juegos. Luego se hizo entrenador y fue asistente en la selección en varias etapas. Uno de los chicos de nuestro club hizo una búsqueda sobre él y me dijo que estuvo con la selección en Bilbao, en San Mamés. Yo no podría asegurarlo”, reconoce.
Eric llevaba el fútbol en la sangre. “Más que jugar, intentaba jugar”, apunta sonriente. “Yo quería ser como mi padre. Todo el mundo en nuestro barrio le admiraba, era conocido en todo el país. Me llevaba a campus de fútbol, a concentraciones de la selección, cuando trabajó en categorías inferiores me puso a jugar, pero todo era muy rápido para mí, comprobé que no encajaba. Físicamente, era diferente al resto de los niños”, reconoce. “Mucha gente me aconsejó que probara como portero, pero a mí me gustaba marcar goles. Jugaba de centrocampista o delantero, siempre atacando”, apunta.
La altura, el factor que cercenó sus sueños balompédicos infantiles, fue lo que le abrió las puertas del baloncesto. En 2004, Eric viajó a Estados Unidos, a Delaware, para visitar a su hermano Stephen sin saber que su vida iba a cambiar. “¿Qué haces con esa altura sin jugar a baloncesto?, me decía siempre. Todos sus amigos empezaron a hacer hincapié en que debía llevarme a un equipo de high school porque eso iba a permitirme tener una beca universitaria”, señala un Eric que en sus primeros entrenamientos y partidos se vio superado por un deporte que apenas había practicado de forma organizada. “Fue una época dura, pero tuve la suerte de que el entrenador de mi instituto, Church Farm (Pensilvania), Mark Turner, era fantástico. Me dio todo tipo de consejos e instrumentos para formarme como jugador, tuvo una gran paciencia conmigo. Se levantaba a las 6.00 de la mañana para que yo pudiera entrenar antes de mis clases, hizo conmigo lo que un padre hace por un hijo cuando están interesados en el mismo deporte”. Fueron, sin duda, momentos de enormes cambios en su vida, aunque los notó más dentro de la cancha que fuera. “Desde niño mis padres me ensañaron a mirar más allá de donde vivíamos. Mi madre trabajó treinta años en la aerolínea Alitalia y cada vez que podía nos llevaba a Italia o a Londres, donde teníamos familia. Es por eso que cuando me establecí en Estados Unidos tenía ya cierta costumbre a adaptarme a distintas sociedades. Lo único duro fue echar de menos a mis padres y a los amigos”, recuerda. ¿Y los estudios? “Sin problemas”, dice tajante: “De hecho, estaba algo adelantado respecto al nivel de Estados Unidos porque en Nigeria nos inculcaron la importancia de una buena educación”.
Stoudemire, Kobe y Olajuwon A la hora de dar el salto a la NCAA, optó por Temple, aunque realizó visitas oficiales a St. Joseph’s y George Washington y una no oficial a la potente Connecticut. “Elegí Temple porque era el centro más cercano a mi instituto y mis amigos y mi familia podían venir a verme jugar”, afirma, antes de explayarse sobre sus años en el centro ubicado en Filadelfia: “Los que dicen que los años de universidad son los mejores de la vida aciertan. Yo estuve cinco en Temple (no jugó el primer curso) y gané tres títulos de conferencia, competí todos los años en el torneo final de la NCAA, conocí a mi mujer...”. Fueron años en los que su pasión por el baloncesto creció: “Cuando empecé mi gran ídolo era Amar’e Stoudemire, el de los Phoenix Suns. Miraba todos sus vídeos y estudiaba sus movimientos. Odiaba a Kobe Bryant porque siempre les destruía pero al mismo tiempo le admiraba porque trabajaba muy duro. Luego, ya en la universidad, empecé a interesarme por la historia del baloncesto nigeriano y acabé enganchado a Hakeem Olajuwon, a cómo logró pasar del fútbol a ser una de las grandes estrellas de la NBA. He intentado aprender un poco de todos: movimientos al poste, mates contundentes y, sobre todo, trabajo, y más trabajo”.
Eric terminó su periplo universitario en 2012 (9 puntos y 8,8 rebotes de media como sénior) y no fue elegido en el draft. “Hice workouts con once o doce equipos antes del draft y a los que más impresioné fue a los Cleveland Cavaliers, que me invitaron a las Ligas de Verano. Hice un buen trabajo y firmé con ellos para el training camp”, recuerda. La franquicia de Ohio quedó encantada con su potencial -Byron Scott, entonces técnico de los Cavs, llegó a decir que tenía potencial para ser como Serge Ibaka-, pero finalmente fue cortado a escasos días del arranque liguero. “Me he visto tres veces muy cerca de mi sueño de jugar en la NBA, pero al menos he acumulado tablas para saber qué debo hacer y qué no para poder llegar algún día. Mi última experiencia fue con Milwaukee y fui el último corte antes de empezar el curso. Me dejaron claro que algún día iba a ser jugador de la NBA, que solo necesitaba encontrarme en una circunstancia favorable”, asegura.
Desde su salto al profesionalismo, la trayectoria de Eric se divide entre la Liga de Desarrollo de la NBA (Canton Charge y Texas Legends) y dos experiencias en Europa (Enel Brindisi y AEK Atenas) antes de su llegada a Bilbao. “Italia y Grecia me permitieron saber qué esperar del baloncesto europeo. Cuando me llamaron de Brindisi, tenían dos hombres grandes y uno de ellos se lesionó. Llegué con la mentalidad de que iba a jugar mucho, que iba a controlar el juego... La cosa no funciona así en Europa (risas). El jugador lesionado volvió pronto y me vi buscando un hueco como role player, intentando encajar en el equipo. El año siguiente, el AEK me llamó para el play-off. Otra vez pensé que iba a dominar y me vi de nuevo suplente, no jugué demasiado. Al menos en Italia tuve cuatro meses para aprender cómo funciona el baloncesto europeo. Fue un buen aprendizaje”, asegura. ¿Y por qué eligió Bilbao el pasado verano? “Mi agente me ofreció muchas opciones en sitios muy distintos, pero el Bilbao Basket realmente necesitaba lo que yo podía ofrecer, un jugador con energía: un tío que llega, hace su trabajo, trabaja duro y se va a casa. Ese soy yo. Bilbao ha sido una muy, muy, muy buena elección”.
En lo extradeportivo, el pívot destaca que “la ciudad, la comida y la gente son maravillosos. Estoy disfrutando desde el primer día de un ambiente como este, de un enclave respetuoso con el medio ambiente. Tiene muchas cosas atractivas”. “A mi mujer y a mí nos encanta visitar lugares nuevos, algo que hemos hecho mucho aquí. No nos gusta gastar dinero en cosas estúpidas, invertimos en viajes. También nos gusta mucho comer, experimentar con nuevos platos”, añade. ¿Y en lo deportivo? “Hemos tenido muchas subidas y bajadas. Creo que las bajadas nos ayudarán a hacernos fuertes en la lucha por el play-off, meta que podemos alcanzar. Todos los equipos pasan por fases irregulares antes de alcanzar sus metas y creo que ese será el caso del Bilbao Basket, si no es este año el próximo”.
Con 28 años, Eric tiene aún muchas puertas por abrir. ¿La NBA? ¿Subir peldaños en Europa? Por ahora, dice no pensar a largo plazo: “Es pronto. Aún no sabemos si jugaremos play-off y estoy centrado en eso. Llegará el momento de volver a casa y hablar con mi agente. Puede que algún equipo me ofrezca jugar las Ligas de Verano con buenas perspectivas de entrar en su plantilla. Solo hay algo seguro: el baloncesto continuará”.