BILBAO - Quiso la suerte, tan cariñosa y seductora en otras ocasiones como cruel y despiadada ayer, que uno de los balones más puñeteros que un aro del Bilbao Basket haya engullido en su historia fuera a parar plácidamente a las manos de Raúl López tras besar la red y destrozar el alma de la marea negra, que veía descorazonada cómo la fiesta perfecta, el homenaje a su gran ídolo y la clasificación para el play-off, se marchaban por el sumidero sobre la bocina. Quiso la suerte, caprichosa y volátil, que el último momento como jugador en activo del mago de Vic vaya a ser ese en el que embolsó esa bola que décimas antes hizo diana, previo impacto en el tablero, para desintegrar una matinal que apuntaba a perfecta y que, por contra, acabó resultando extraña, de sentimientos tan a flor de piel como contradictorios. Quiso la suerte, convertida en ruleta rusa, que el misil teledirigido desde su propio campo, desde más de 20 metros, de Joan Sastre con 2,8 segundos por disputarse y con Dairis Bertans saltando en sus morros (el letón llega a tocar el balón en el momento en el que su rival lo recibe y a punto está de robarlo), un churro en toda regla, impactara en el blanco para bajar de manera cruel la persiana a la irregular temporada de los hombres de negro.

El azar tuvo que ver, y mucho, en la venenosa guinda con la que los de Sito Alonso acabaron atragantados, pero para explicar cómo un equipo como el Bilbao Basket, con lo que se jugaba en el duelo de ayer, pudo dejar escapar una renta de quince puntos (68-53) a 4:29 del final ante un rival como el CAI Zaragoza al que nada le iba en el asunto salvo la honrilla -quién lo hubiese dicho viendo la celebración de sus jugadores- no se puede apelar únicamente a aspectos como la fortuna o la fatalidad. Debe haber algo más profundo porque en el caso de los de Sito Alonso lo de ayer no fue más que otro ejemplo de partido que se acaba escapando por no saber colocarle el candado a tiempo, de duelo prácticamente decantado que termina en voltereta por otro brutal parcial adverso (4-20 ante los de Andreu Casadevall) que el rival aprovecha para recuperar en un abrir y cerrar de ojos el terreno perdido.

Y lo grave del asunto en el caso de los hombres de negro fue que de la carambola necesaria para acabar entre los ocho primeros los únicos que fallaron fueron ellos. La lógica se impuso en el Palau con la derrota de Iberostar Tenerife en un duelo ya roto en el arranque del tercer acto; el UCAM Murcia no especuló y ganó en Fuenlabrada aunque los locales, tras perder por 17 puntos, llegaron a colocarse solo a seis en el tramo final. Solo faltaba que el Bilbao Basket pusiera el lazo a su duelo para vivir la matinal perfecta, para despedir a Raúl López sin acabar de despedirle, para homenajear al de Vic de la mejor manera posible, ampliando al menos en dos nuevos partidos de postemporada su fantástica trayectoria profesional.

Pero fue que no. El Dominion Bilbao Basket volvió a meterse en otro de esos laberintos revirados que tanto le han angustiado en la presente campaña y del que ya no supo salir. ¿Demasiada carga emocional en la contienda? ¿Demasiada precipitación a la hora de agasajar a Raúl cuando aún había mucho en juego? ¿Exceso de filigranas y de relajación sin haber terminado el trabajo? Vaya usted a saber. Porque este tipo de desenlaces fatales también se han visto, y sufrido, en choques más alejados del patrón de la afectividad. Ayer, una vez más, el duelo parecía absolutamente controlado. Tras un primer cuarto en el que el Dominion BB sufrió por sus problemas para cerrar el rebote defensivo y por el desequilibrio en las faltas cometidas y los tiros libres lanzados y un segundo acto en el que la entrada en acción de Raúl López, Tobias Borg y Marko Todorovic sirvió para revitalizar al equipo, los de Sito Alonso pusieron pies en polvorosa en el luminoso en un sobresaliente tercer cuarto en el que obligaron a los visitantes a consumir casi ocho minutos antes de firmar su primera canasta en juego. Su defensa brilló a notable altura, Álex Mumbrú y Mirza Begic se encargaron del ataque y el 12-2 se convirtió en realidad para dibujar un 48-35 que pudo ser mayor si no se hubiesen desaprovechado varios ataques.

El control del partido era claramente bilbaino y el 54-42 a diez minutos del final hacía presagiar un final sin sobresaltos, más aún cuando la ventaja se estiró hasta el 61-45. Con el público ovacionando de pie a Raúl en el minuto 31, el CAI amagó con recortar distancias con un parcial de 0-6 y con Sergi García sujetando a los suyos, pero los locales volvieron a recuperar el control de la situación, con una canasta de Georgios Bogris y un triple de Clevin Hannah que dibujaron el 68-53 a 4:29 del final. Y ahí llegó el desplome. Otro más. Mientras el Bilbao Basket se enredaba, los triples de Jelovac y los puntos de Sastre llevaban la agonía a la grada. 70-70. Raúl falló un tiro de tres metros libre de marca, Begic tampoco acertó tras el rebote, Kravtsov falló dos tiros libres en el otro aro, el de Vic solo acertó uno de sus lanzamientos desde la línea de personal (71-70), Sastre cometió pasos a tres segundos del final, Mumbrú desaprovechó otro tiro libre... Faltaban 2,8 segundos. Y el fin de curso más cruel estaba por llegar.