bilbao - “No lo voy a negar, iba nervioso porque todo era diferente, también por el tema del inglés, que no controlo, pero todo fue mucho mejor de lo que imaginaba”. Los sentimientos se mezclan en un asiento de avión de la clase turista durante el vuelo iniciático de Omar Fraile (17 de julio de 1990, Santurtzi), un recorrido de ida y vuelta a Sudáfrica. Aterrizó Omar Fraile en África tras 12 horas de vuelo agarrado al manillar del Qhubeka, el equipo sudafricano, que se llamará Dimension Data en su anclaje en el WolrdTour, noticia que conoció la escuadra en el tercer día de concentración. Lo celebraron con una foto de familia en Table Mountain, una cima que observa desde el aire Ciudad del Cabo y que es parte de la bandera de la metrópoli africana. “Recibir la noticia durante la concentración fue fantástico. Toda la gente estaba supercontenta”, desliza el santurtziarra, que tuvo once días para conocer los recovecos de su nuevo hogar. “Toda una experiencia”, engloba el santurtziarra, enrolado en la escuadra africana tras su exitosa campaña con el Caja Rural.

El Qhubeka es un equipo diferente, con el alma solidaria. “Hablamos de ciclismo profesional y sí, todo es un negocio, pero dentro de ello lo de Qhubeka es algo especial. Eso es indiscutible”. Una sonrisa se le desliza por el rostro a Omar cuando piensa en lo que supone Qhubeka. “La fundación sirve para mejorar la calidad de vida de las personas. Eso es impagable”. Solidarios con las necesidades de los más desfavorecidos, Qhubeka entrega miles de bicicletas al año, “esta vez se han llegado a las 5.000, un récord”. Esas bicis “robustas, que pesan 21 kilos”, sirven como medio de transporte para jóvenes que van a la escuela en zonas rurales o personas que necesitan desplazarse para atender sus trabajos en lugares donde la bicicleta es un tesoro de valor incalculable. Bycicles Change Lives es el lema. Las bicicletas cambian vidas. “Lo que andando tardarían una hora, en bici lo pueden hacer en 10 minutos. Están superagradecidos”, explica Omar Fraile, que asistió junto al resto del equipo a la entrega de un lote de bicicletas. Pero las bicicletas no son un regalo sino una recompensa. “Qhubeka fabrica bicicletas cuya función es facilitar el día a día de la gente con menos recursos. La fundación trabaja habitualmente en poblados y aldeas rurales”, explicaba Álex Sans, manager del Qhubeka, a este periódico antes del Tour.

sacrificio Lograr las bicicletas requiere un esfuerzo por parte de los destinatarios. No se trata de un regalo, sino de una recompensa al trabajo realizado. “Deben cuidar de las semillas durante un periodo para desarrollarlas después en distintas granjas. Si lo hacen, logran las bicicletas”, subrayaba Sans. “Era muy bonito ver cómo las recibían y ver a corredores del equipo jugar con ellos, andar con ellos en bici”, enfatiza el santurtziarra. Ese día no solo es especial para quienes reciben las monturas, en el equipo el acto se celebra como un festejo, como la mejor de las victorias. “Es increíble cómo se vive. Están superorgullosos de ello. Para el equipo es un día fantástico y cuando los ves y eres parte de ello, te sientes feliz. Aprendes a valorar más las cosas, la suerte que tienes”, apunta Omar Fraile, que a pesar de su balbuceante inglés “estoy con ello a tope porque es como se comunica la gente en el equipo”, tuvo un recibimiento inmejorable. “Todos se han esforzado para hacerme más sencilla la integración y eso algo de agradecer. El Qhubeka es como una familia y me hicieron sentir como uno más”.

La visión de Fraile sirve para explicar el microcosmos del equipo, pero, sobre todo, para una mirada macro. En Sudáfrica, el Qhubeka es un referente, un elemento vertebrador del país que escoge el deporte como pegamento de la sociedad. Si en la Sudáfrica de Nelson Mandela el rugby sirvió de encole de una nación que se había desangrado durante el Apartheid, el Qhubeka, aunque con menor carga simbólica, se ha convertido en otro polo aglutinador del esfuerzo del país. “Se nota que la gente quiere mucho al equipo cada vez que salíamos a entrenar”. No era extraño que en los entrenamientos de la grupeta del Qhubeka corredores aficionados se integraran a la marcha de la escuadra, concentrada en Ciudad del Cabo. “Estábamos un poco aislados de todo porque se trata de trabajar”, subraya Omar, que pretende mostrarse a “buen nivel” en la Vuelta al País Vasco y correr el Giro de Italia. “Es el objetivo”, destaca el vizcaino.

Además de las actividades destinadas al ciclismo, al entrenamiento, el equipo, que cuenta con corredores como Mark Cavendish, Edvald Boasson Hagen o Bernhard Eisel, entre otros, se centró en apuntalar la arquitectura que sostiene esta magnífica aventura. “Lo que me llamó la atención es cómo se cuidan a los patrocinadores. Se les cuida de verdad”. Varios días, los integrantes del equipo participaban en veladas con los sponsors. “Me sorprendió el trato. Piensan de forma global, pero cuidan a todos de manera individual. Todos son partícipes del proyecto y eso es muy bonito. Es un equipo muy familiar en ese aspecto”, relata Fraile, que agradecía esos momentos especiales, un aliciente que incorporaba alegría y enriquecimiento personal al día a día. “Esas veladas me han servido para tener una visión más amplia de todo lo que supone el equipo y de su verdadera importancia”, destaca el santurtziarra.

Feliz por conocer “otro país, otra cultura”, Omar Fraile resalta que la concentración, atípica, “un día salimos con la mountain bike (el santurtziarra llegó del ciclismo de montaña al de carretera)” ha sido “superdivertida” y le “ha cargado las pilas”. “He vuelto aún más motivado de lo que fui. Con muchas ganas de trabajar”, confirma el vizcaino después de un viaje de doce horas, varias escalas y muchas experiencias. “Ha sido una gozada”. Son sus memorias de África.