bilbao - En Mont Saint-Michel que eleva el pescuezo, majestuoso cuando el mar se desinfla y retrocede con la marea agarrado por la Luna, chapotea el inicio del Tour de 2016, presentado ayer en Palacio de Congresos de Porte Maillot de París, su punto final. Al nivel del mar, en las playas donde los aliados negaron el nazismo, rodará la Grande Boucle, tan apegada a los homenajes, tan fastuosas en los bordados de los hitos históricos. Desembarcará la carrera el primer día en Normandía, en Utah, uno de los arenales donde se inició el entierro de Hitler. El Tour que toca el mar, aunque conmovedor, emocional, con esos guiños al pasado glorioso, es el menos. La carrera francesa se disputará en las nubes, en la cumbres. Se refugiará el Tour en la montaña, apuesta inequívoca de la organización, que ha deletreado una carrera con nueve jornadas montañosas (cuatro jornadas concluirán en alto) y dos contrarrelojs, una de ellas una cronoescalada, a modo de sistema nervioso.

Se mira el Tour al ombligo, al espejo, donde se refleja una carrera orgullosa que izará la bandera del 14 de julio, el día de Francia, sobre la calva marciana del Mont Ventoux y su recuerdo de muerte de un ciclista. El Tour se mira a sí mismo, a sus entrañas, donde pespuntan lugares comunes, como Joux Plaine; en Bagneres de Luchon, territorios que han cincelado la onomástica de la carrera. Los Pirineos se anunciarán antes que los Alpes, como en la pasada edición, majestuoso del ciclismo.

El Tourmalet, Val Louron y el Peyresourde harán su aparición en la octava etapa, aunque la meta desembocará en Bagneres de Luchon. Tomará el testigo las ascensiones de la Bonaigua y Cantó, entre Viella y Arcalís. En ese escenario se espera crucen sus miradas el bicampeón Chris Froome, el único entre los favoritos que acudió a la puesta de largo del Tour; Quintana, segundo clasificado, y Contador, que celebró desde las redes sociales el perfil cheposo de la carrera francesa.

Después del sofocón de los Pirineos, del tratado de supervivencia en el Mont Ventoux, la montaña maldita, pespunta la primera contrarreloj sobre un recorrido de 37 kilómetros. El maridaje entre la cima deforestada, rapada de vegetación, y los desarrollos de la lucha contra el crono puede marcar a más de uno en una carrera que no concede tregua, que cae en cascada. Los Alpes, embutidos en la última semana de competición, tejerán un final agónico. La Colombiere y Les Lacets du Grand Colombiere lanzarán los dados del destino, con el final en alto de Finhaut. Después amanecerá la cronoescalada de 17 kilómetros con salida de Sallanches y final en Megeve. Antes de París, aguarda el averno. Cumbre en Saint-Gervais Mont Blanc, Le Bettex y el asfixiante Bisanne. Aravis, Colombiere, Ramaz y Joux Plane serán el remate de un Tour en vertical.