BMC gana la crono por un suspiro al Sky de Froome, que acumula aún más renta
bilbao - Sentado en la sala de espera de los tiempos, la carpa donde los mejores se acodan en la impaciencia y tamborilean los dedos observando cómo se retuerce el resto de competidores, Nairo Quintana juega con su pelo. Los dedos en la cabellera, arreglándosela, con un punto de coquetería. Está sereno el colombiano, aliviado. Sabe que el Movistar, su equipo, ha rematado un gran trabajo. Mira a los plasmas feliz, los ojos luminosos. BMC y Sky, dos portaaviones, con la sala de máquina a todo potencia, liman cada centímetro. Corren pulgada a pulgada. Dos trenes de alta velocidad hacia la estación de Plumelec. Allí reposa el Movistar, con aire contemplativo. No se altera porque el BMC, con la corona de mejor equipo contrarrelojista, le aparte del trono. Cuatro segundos. Apenas dos pedaladas. “El resultado en sí es magnífico, tanto en el puesto como en el tiempo; lo habríamos firmado antes de salir”, describía Eusebio Unzué, la libreta repleta de anotaciones. Sumas y restas.
Dejan sus asientos los muchachos del Movistar. Nairo se levanta. No le duele la derrota. Se le escapa una sonrisa. Está contento. Su mente viaja a los Pirineos, donde se imagina con las tijeras, esquilando el retraso (1:59) acumulado la primera semana, que son nueve días en el Tour. Au revoir a la lluvia y el viento que le destempló en Zelanda; hasta siempre a las piedras que le alteraron el pulso en los tramos de adoquín; hasta nunca al muro de Huy, tan explosivo que incluso a él, al mejor escalador, le desfiguró el perfil. “En resumen, sobre algunos de nuestros rivales directos hemos reducido desventaja -el caso de Alberto o Rigoberto-; con otros hemos aumentado diferencia, como son Nibali y Purito; y en los demás, las diferencias que ya teníamos se han incrementado de forma insignificante, con esos tres segundos sobre Froome y cuatro con Van Garderen”, exponía Unzué tras la crono por equipos.
duelo al límite Cuando el Movistar ya no era el primero, sin embargo dichoso después de esa ascensión de dos kilómetros que era una tortura, en la que Valverde dirigía a los suyos, Quintana plegado en su bolsillo, donde no llegó Erviti, que había apurado los estertores de su resistencia, no hubo tiempo para que nadie tomara asiento ante los bufidos del BMC y Sky. Había electricidad en el celo de Plumelec. Demasiado vatios en el aire. Torres de alta tensión. Desbocados el BMC, -ese que refugia a Tejay Van Garderen, el ciclista en la nuca de Froome, pero al que nadie observa al microscopio-, y el Sky, con Froome de farero, guiando la manada con su amarillo brillante. El equipo norteamericano, en el que Samuel Sánchez disfruta de nuevo del ciclismo, perfectamente acompasado, un Bolshoi, marcaba el paso. Marcha marcial. El pelotón de Van Garderen, la temperatura perfecta, siempre en cabeza en lo que el Tour ha recorrido, rodó sin fisuras. Se emparejó al Sky, donde Froome, pletórico, expansivo, exigía más ritmo. Sus piernas, aladas. Pegaso. En el tramo definitivo de la crono, donde los equipos se achicaban, hasta reducirlo a un asunto familiar, al núcleo, cinco comensales con el ácido láctico barnizando el paladar, las reservas al límite, Froome, arengado desde el coche, tocó la corneta. Full gas. La crono hablaba en inglés. El idioma del nuevo ciclismo. Un irlandés, Nicholas Roche, cerraba el quinteto británico. Roche colgaba de un hilo a punto de quebrarse. El parpadeo que tardó en rescatarle su equipo, un puñado de centésimas, menos de un segundo, puro suspense, elevó al BMC al podio.
Un peldaño por debajo del trío que se peleó por la etapa, todos ellos en un suspiro, los segundos dieron más peso en la balanza, nuevamente favorable a Froome, salvo ese segundo que le birló Van Garderen, el americano que le acaricia la espalda en la general a 12 segundos. Contador se alejó en 28 segundos del británico. Hacia las cumbres partirá con 1:03 de desventaja. “Es una diferencia bastante grande teniendo en cuenta que todavía no hemos llegado a la montaña, pero, por otro lado, hay mucha montaña por delante, con muchísimas oportunidades”, apuntó el madrileño, con mejor salud que Nibali, que concedió más colchón al británico: 35 segundos de retraso. El italiano, balbuceante, atacará Pirineos con 2:22 de agujero. Purito, que soñaba con las cumbres, se dejó un mundo. “La crono nos ha salido fatal”, dijo. Las cordilleras no parecen tan bellas ahora para él, a más de tres minutos Froome, que no deja de recaudar.