Bilbao - Cinco minutos para el final del partido. Apretado 62-61 en el luminoso. Dejan Todorovic, fogoso y bravo como es él, se dirige a la línea de tiros libres para ejecutar el lanzamiento adicional tras firmar la canasta que colocaba por delante a su equipo en un duelo de alto voltaje ante el Barcelona. Amasa el balón y lanza. Hierro. La bola sale repelida, larga. Latavious Williams la toca y la acaba controlando casi en la línea de banda. Se la pasa con rapidez al alero serbio, que la embolsa más allá de la línea de 6,75. Como si una descarga eléctrica recorriera su cuerpo, Dejan arranca la carrera, da dos botes, activa sus muelles y firma un soberano mate a una mano por encima, muy por encima, de Maciej Lampe, 2,11 de humanidad. Arde el Bilbao Arena, lleno hasta la bandera, volcánico y ardiente como en las grandes ocasiones de antaño. Saltan más de 10.000 almas al unísono, mecidas por una ensoñación deportiva que parecía desterrada hace escasos meses.

Voló Dejan Todorovic en esa acción y con él vuela en esta Liga Endesa todo el Bilbao Basket, un equipo que se ha especializado en convertir lo extraordinario en habitual, lo estratosférico en mundano. Vuelan los hombres de negro, con el billete para la Copa ya en sus manos, ubicados en la tercera posición de la tabla clasificatoria -ver para creer-, y ayer lo hicieron por encima del todopoderoso Barcelona en una nueva demostración de baloncesto y fe. Porque lo excepcional en una competición en la que hay gigantes teóricamente inaccesibles no es solo el hecho de obligarles a hincar la rodilla, sino el mero hecho de actuar durante 40 minutos, desde el salto inicial hasta el bocinazo final, con el firme convencimiento de que conseguirlo es posible. Y el Bilbao Basket cree en ello al 100%. Y lo demuestra. Sito Alonso ha confeccionado un grupo humano convencido de sus posibilidades, que cree en sí mismo sin importar la identidad del adversario... y además gana. Esa es la guinda del pastel, un delicioso dulce al que el conjunto vizcaino ha asestado ya once dentelladas ya sea desde la brillantez -ante Gran Canaria o Real Madrid- o desde el innegociable esfuerzo -contra Rio Natura Monbus, Iberostar Tenerife o ayer mismo-. Maneja todos los registros y se siente cómodo tanto cuando toca lucir chaqueta y corbata como cuando hay que ponerse el mono de trabajo y cargar pico y pala al hombro.

El choque de ayer ante los de Xavi Pascual requirió este último vestuario pues se movió en todo momento en márgenes muy cortos y cada canasta requería ingentes dosis de sangre sudor y lágrimas. Con los dos equipos intercambiando rachas de aciertos y errores, el Bilbao Basket estuvo cerca de perder pie en un par de ocasiones -la última con un 45-52 en el tercer cuarto- pero mantuvo la verticalidad gracias a su defensa, su gran pilar en el presente curso, para pasar a dominar la situación en el cuarto final merced a otra colosal actuación de Quino Colom, brillante tanto en la anotación como en la distribución, los chispazos de Dejan Todorovic, la brega de los Mumbrú, Hervelle y Latavious Williams y la capacidad resolutiva de un Marko Todorovic que colocó, a pase del andorrano, el 71-67 que abría las puertas del cielo a 27 segundos del final. En la siguiente acción, el triple de Justin Doellman se salió prácticamente de dentro y Raúl López firmó la sentencia definitiva desde la línea de tiros libres.

Equilibrio... y Marcelinho Arrancó el Bilbao Basket el partido con los cinco sentidos alerta y no le costó demasiado esfuerzo sujetar la mirada del Barcelona. Con el ataque anotando con facilidad, con los cinco jugadores en cancha aportando, la defensa lució a buena altura salvo a la hora de sujetar a un Doellman que, bastante liberado, se convirtió prácticamente en la única vía de suministro de puntos de los suyos. Con los Todorovic y Colom poniendo la guinda a una distribución de balón de notable alto, Pascual se vio obligado a parar el partido a 2:51 del final del acto inaugural con 18-14 y el dibujo del partido cambió de manera considerable merced a la activación de Marcelinho, que con un triple prácticamente sobre la bocina estableció el 20-23 a la conclusión de los primeros diez minutos. Con el base brasileño convertido en amo y señor de la parcela atacante, asistiendo y anotando suspendido en el aire como solo él sabe hacerlo, los de Sito Alonso sufrieron durante gran parte del segundo cuarto. La fluidez ofensiva desapareció, se fallaron varias canastas sencillas debajo del aro, se incurrieron hasta en tres señalizaciones de pasos y los visitantes, tras un triple de Nachbar, amenazaron con despegar en el luminoso (31-38). Sin embargo, los locales no bajaron la guardia. Apretaron en defensa secando las fuentes anotadoras del rival y en esos tres minutos y medio anteriores al descanso fabricaron un parcial de 7-0 que dejaba el partido completamente abierto en su ecuador (37-38).

En la reanudación, quedó claro que no iba a haber alegrías para ninguno de los dos bandos, que el choque iba a ser una guerra de trincheras con cada punto convertido en un auténtico tesoro. Sin continuidad desde el punto de vista del acierto por parte de ninguno de los contendientes, el Bilbao Basket consiguió recuperar el control del luminoso gracias a los puntos de los Todorovic (45-43), pero la alegría no duró demasiado, ya que el Barcelona respondió con un parcial de 0-9 aprovechando una serie de ataques errados por los de Sito Alonso. Parecía que los anfitriones podían perder pie con el 45-52 a 2:45 del final del tercer cuarto, pero un nuevo esfuerzo defensivo, cinco puntos seguidos de Andjusic y un triple de Colom sobre la bocina permitieron renacer a los hombres de negro, que alcanzaron el último cuarto a un solo punto de su rival (53-54).

Quedaba vida y los anfitriones estaban dispuestos a exprimirla. El Bilbao Basket sobrevivió al puntual estado de gracia de Satoransky, Colom entró en ebullición y el desparpajo de Dejan Todorovic, coronado por el mate sobre Lampe, dibujó un 64-61 que se convirtió en 67-63 a 4:10 del final tras un triple del base andorrano. Los anfitriones desperdiciaron varias oportunidades de ampliar su colchón, pero la retaguardia mantuvo a raya al Barcelona hasta que otra canasta tras robo de Colom, omnipresente, cristalizó en el 69-63. Thomas estrechó el marcador, Mumbrú cometió pasos, Tomic y Marcelinho fallaron cada uno un tiro libre pero colocaron un inquietante 69-67... El final iba a ser de infarto, no quedaba ni un atisbo de duda. A los locales les costaba incluso poner el balón en juego ante un rival tocado en su amor propio -tres derrotas en la última semana-, pero al ilusionista Quino le quedaba todavía un as bajo la manga y su conexión con Marko Todorovic y el posterior fallo de Doellman acabaron con la incertidumbre. Vuela alto el Bilbao Basket y junto a él vuela también Miribilla, ambos convencidos de que este equipo no conoce lo imposible. Como en aquellos tiempos en los que los hombres de negro eran guerreros soñadores que hacían caer a los gigantes.